Esta es una frase bastante recurrente en Arqueología. Cada vez que los arqueólogos descubren algún resto material relacionado con la vida cotidiana se miran perplejos. La mayoría de todos nosotros estamos totalmente desligados de prácticas cotidianas de ámbitos lejanos a las ciudades. Es probable que no sepamos nada.
No obstante, existe el tópico de «tiene usos rituales» para explicar cualquier hallazgo del que no pueden extraer una conclusión lógica. Muchas veces es simplemente dejadez. Y es fácil llegar a esta conclusión si tenemos en cuenta algunos casos como los que vamos a explicar hoy.
Espero no sorprenderos si os digo que, desde que la arqueología se escindió del Anticuario allá por el siglo XIX, y se estableció como una materia de estudio independiente, los arqueólogos han sido mayoritariamente hombres. Poco a poco, cada vez más, las mujeres han ido aportando su granito de arena y van ganando fuerza a nivel académico.
De hecho, el tema de hoy está centrado en aportaciones de mujeres que han supuesto un antes y un después a la hora de re-significar ciertos hallazgos materiales. Como siempre, es de cajón que hay que recordar que son teorías. Lo interesante detrás de esto no es que puedan ser más o menos acertadas, sino que, ni siquiera, se habían tenido en cuenta como una posibilidad. Dichas aportaciones son enriquecedoras.
¿Mujeres con discos o tartas?
La arqueología era antes un campo de estudio mayoritariamente masculino. Por eso, no es de extrañar que en esa perspectiva arqueológica masculina, las cuestiones referentes a las mujeres quedan en segundo plano. Ni siquiera suelen fijarse demasiado en atender a esos detalles.
Un ejemplo de esto lo encontramos en la existencia de varias representaciones femeninas portando un objeto redondo. Muchas veces hablaban de estas representaciones femeninas como diosas portando tartas o discos. Una descripción bastante vaga, la verdad.
A finales de los 90, Layne Redmond publicó When the drummers were women. En esta obra planteó una hipótesis bastante sencilla y a la vez revolucionaria para ese momento (aunque a nosotros nos parezca obvio): las mujeres también saben tocar el tambor. En un primer momento, esto fue acogido por bastante escepticismo por la comunidad arqueológica, pero si te paras a pensar un poco, ¿qué es más probable: que sean deidades con tartas o que directamente estén tocando un tambor?
Representaciones antropomórficas son bastante comunes con instrumentos. Desde el arpista de Keros hasta la actualidad muchas han sido las representaciones de este tipo. Pero parece ser que hasta que no llegó Layne Redmond, pensar que las mujeres también podían tocar el tambor parecía una locura para los arqueólogos. En fin…
Venus paleolíticas hechas por mujeres
Las famosas Venus paleolíticas podrían no ser lo que todos pensamos. Muchas veces los arqueólogos y prehistoriadores cuando no saben cómo explicar la función de un objeto recurren a que su uso sería ritual. Esto ya lo sabemos.
Pero, ¿es probable que las deformaciones en los rasgos físicos no atiendan a cuestiones espirituales? Bien podría ser. El caso es que el nombre de Venus proviene del hecho de que los antropólogos pensaban que representaban el ideal de belleza prehistórico. Aunque es probable que esto no sea así.
La antropóloga Mariana Gvozdover describió estos rasgos como una “deformación estilística del cuerpo natural”, pero sus colegas Leroy McDermott y Catherine Hodge McCoide aportaron otro punto de vista. “Estas aparentes distorsiones de la anatomía se convierten en representaciones adecuadas —escribieron en un artículo de 1996— si consideramos el cuerpo visto por una mujer que se mira a sí misma”.
Para comprobar la validez de esta teoría, realizaron un estudio fotográfico jugando con la perspectiva con la que las mujeres se veían a sí mismas. De hecho, parece que el estudio arrojó conclusiones bastante positivas.
Esto explica por qué los brazos desaparecen bajo los senos, por qué el cóccix no está a una altura normal respecto a las nalgas o incluso por qué algunas Venus del Paleolítico no tienen rostro y fueron talladas con la cabeza inclinada hacia abajo.
“Es posible —explican McDermott y McCoide— que desde que se descubrieron estas figuras simplemente las hayamos mirado desde el ángulo incorrecto”
Esta teoría tiene la misma validez que la del ideal de belleza femenino en tanto que no podemos demostrar ni una ni la otra. En parte, esto se debe a la distancia que nos separa en el tiempo y el espacio con el contexto de estas poblaciones prehistóricas de hace más de 20.000 años.
El Dodecaedro romano para hacer calceta
Vivimos muy alejados, la gran mayoría, de contextos rurales. De hecho, somos los típicos que nos enseñan a ordeñar una vaca y quedamos extasiados como «paletos de ciudad» que somos (en palabras de Pantomima Full).
En ciertos lugares del Imperio Romano, se encontraron unos curiosos dodecaedros de metal (bronce mayoritariamente). Todos ellos eran encontrados en contextos cercanos a zonas de montaña, pero los investigadores obviaban este detalle. Tras varias investigaciones, llegaron a la conclusión de que podría tener una función religiosa o servir para marcar coordenadas astronómicas.
En este caso, no quiero decir que la teoría que voy a exponer sea la más lógica, pero resulta interesante. La cronología de estos dodecaedros data de alrededor del siglo II-III d.C. y han sido durante mucho tiempo un misterio.
A raíz de este misterio, usuarios de Internet han querido aportar una teoría tan sensata como las demás. Algunos, hasta incluso, seguían diciendo que tenían objetos similares en sus casas que, a pesar de ser algo viejos, seguían utilizando para tricotar.
En concreto, querían decir que su uso sería tejer, y que los agujeros del dodecaedro servirían para tejer los dedos de los guantes de lana. Esto se refuerza si pensamos el contexto en el que fueron encontrados, cerca del Norte y zonas montañosas, donde tejer sería una actividad diaria de vital importancia para combatir el frío.
El primer calendario femenino
Sandi Toksvig, en una entrevista para The Guardian en 2009, explicó una experiencia que tuvo cuando era estudiante de Cambridge. En ese momento, recordó cómo, durante una clase, un profesor le enseñó un hueso con 28 marcas (seguramente se tratase del Hueso de Lebombo aunque no lo especifique).
Todos los académicos, hasta el momento, hablaban sobre que quizás representase algún tipo de esquema matemático o fuese un primer intento masculino de calendario. Entonces, a ella se le ocurrió una teoría que chirrió bastante, pero que actualmente es la más aceptada: ¿Y si esas marcas cada 28 días las hubiera hecho una mujer para controlar su ciclo menstrual?
Esta teoría provocó en un principio más de un ceño fruncido, seguramente. No obstante, que esto fuera un registro del ciclo menstrual de una mujer es cuestionable, pero aporta dos teorías razonables: 1) que el primer calendario podría ser femenino (cuya finalidad sería llevar un registro de ciclos menstruales); 2) que además ese calendario sería lunar, ya que conocemos que existe cierta relación entre los ciclos lunares y los ciclos hormonales femeninos.
Medidas de seguridad básica
Por último, me gustaría comentar un caso bastante curioso. Es cierto que no debemos mirar hacia el pasado con nuestra mentalidad actual, pero ciertas costumbres, que tenemos interiorizadas de manera casi instintiva, provienen de épocas tan lejanas como el origen de la Humanidad.
Julia A. Hendon es una genial antropóloga del Gettysburg College con una amplia trayectoria centrada en explicar ciertos comportamientos relacionados con el ámbito domestico en sociedades prehistóricas. En concreto, la obra que vamos a destacar es Houses in a Landscape.
En esta obra expone la duda que existía alrededor del hallazgo de ciertos instrumentos de uso doméstico que se encontraba, al hacer las excavaciones, en casas mesoamericanas de época precolombina. Nadie podía explicarse por qué esos utensilios se encontraban en las partes altas de las casas.
Bueno, nadie salvo ella. Su teoría, básicamente, consiste en comprender que estos utensilios podrían encontrarse a una altura considerable para evitar que los niños pudieran cogerlos y darles mal uso. Esta conducta, que nos parece tan actual y desligada del pasado como lo estamos nosotros mismos de esas poblaciones, parece bastante lógica. No obstante, como pasa con todas las teorías, no son demostrables empíricamente, ya que eso supondría un acercamiento a esas poblaciones, el cual no tenemos oportunidad de recrear fehacientemente.
Conclusiones
Este artículo no pretende en ningún momento dar a entender que existe una incompetencia en el campo de la arqueología, sino presentar que no hay que cerrarse a las teorías nuevas. Claro, todo ello respetando lo que es lógico, y presentándolo de una manera correcta y una argumentación que de lugar al debate de las mismas ideas.
Las ciencias sociales y las humanidades no son campos de estudios ya acabados. Nada más lejos de la realidad, ya que los vamos creando día a día. Pero también avanzamos codo con codo junto con las otras ciencias, ya que nos nutrimos de sus sistemas y procesos para extraer nuevas teorías y resignificar el mundo. Acabemos ya con el debate de que hay ramas del conocimiento mejores que otras. Todos debemos apoyarnos para avanzar en la aventura del saber.
Fdd. Remus Okami
Webigrafía
- DRUM! Magazine (2009): https://drummagazine.com/when-the-drummers-were-women/
- GIZMODO: https://es.gizmodo.com/y-si-las-venus-del-paleolitico-no-fueron-talladas-por-1828648520/amp?__twitter_impression=true
- JSTOR: https://www.jstor.org/stable/683537?seq=1
- Mundo Misterioso (2014): https://www.mundomisterioso.net/2014/06/dodecaedro-romano-misterio-resuelto.html
- The Guardian (2009): https://www.theguardian.com/books/2009/oct/28/sandi-toksvig-unsung-heroines