La génesis del problema con Tartessos
En su obra Tartessos. Ein Beitrag zur ältesten Geschichte des Westens (1922), Schulten (figura 1) llegaba a la conclusión de que la ciudad de Tartessos había existido en el área situada entre Cádiz y Huelva, de hecho realizó una intervención arqueológica en el coto de Doñana, en el Cerro del Trigo (Almonte), infructuosa, para localizar la ciudad. Además, en su obra señalaba que el influjo de Tartessos llegaba desde Andalucía occidental hasta casi la región de Murcia, en una especie de convivencia señorial.
Según el erudito, la destrucción de la ciudad y su zona de influencia se debió a la expansión cartaginesa (quizá en esto sí que pudo tener razón, pero se debió más bien a una transformación cultural), que sumió a la zona en un oscurantismo tras la destrucción de los emplazamientos tartésicos y griegos. Como sucede con la Historia de la Edad Media, la época cartaginesa no fue ni por asomo de oscurantismo, sino de expansión cultural y comercial.
Creemos que gran parte del error de Schulten vino de la mano de la obra clásica usada de referencia para la búsqueda de la ciudad, la Ora Maritima de Avieno (figura 2). Hay dudas en cuanto a de quién tomo sus datos Avieno, parece ser que fue de Pseudo Escimno. Lo que nos hace dudar más de su veracidad es que Avieno es un autor del siglo IV d.C., lo que lo sitúa demasiado lejano al problema que nos ocupa.
Parece claro que, según las fuentes clásicas, e incluso la Biblia, Tartessos (nombre griego) o Tarsis (nombre dado por los semitas) sería una zona situada entre las actuales regiones de Huelva y Cádiz. Ninguna de las fuentes hace referencia a que la ciudad de Argantonio estuviera situada en el Sur de la provincia de Badajoz, como nos quieren hacer ver los estudios actuales.
¿Tartessos o Turdetania?
Esto nos sitúa ante dos problemas, uno filológico, en cuanto al término y otro de percepción arqueológica, algo que sucederá también con otras poblaciones situadas en esta zona, como son los libiofenicios de la Turdetania.
Rizando el rizo, Villar (1995) señala que el nombre de Tarsis, que no aparece sólo en la Biblia, sino también en una inscripción asiria de la época de Asardón, señala que se trataría de una voz cartaginesa helenizada, con lo que el problema se hace aún mayor y se acerca más a una de nuestras teorías que esta zona sufrió un fuerte influjo púnico en la formación de la región turdetana (voz latina) a finales del siglo V a.C. Esto traería consigo numerosos aportes norteafricanos, que influyeron mucho en la zona, como nos indica la transformación agrícola que sufre (Carretero, 2007) y la inclusión de topónimos con las formas IPO, TUCI e IGI, o los más claros norteafricanos, las formas con OBA del Bajo Guadalquivir (Carretero, 2008). Ninguna de estas formas, como bien señala Villar, son de origen indoeuropeo.
De igual manera nos encontramos en la baja Extremadura con cecas que presentan escritura neopúnica (figura 3), tal es el caso de ARSA (Zalamea de la Serena), Turirecina (Llerena) o ‘bglt (¿Badajoz?). Todo ello nos da pistas sobre la importante influencia neopúnica o libio-púnica en esta región utilizando los grandes cauces fluviales.
Desde nuestro punto de vista, quizá influidos por nuestra formación con estudiosos del tema como Carlos G. Wagner (docente y amigo muy querido) Tartessos no sería otra cosa que una destacada zona cultural del Bronce Final situada entre el valle del Guadalquivir y el valle del Guadiana (no debemos olvidar la zona Este del Algarve, de idéntica influencia cultural) que sufrió un importante proceso de aculturación con la llegada de fenicios a las costas de estas tierras, que estamos seguros penetraron hasta el interior por esas dos grandes autopistas que conformaban los dos grandes ríos, de forma que fácilmente pudieron influenciar en el Sur de Extremadura y que a finales del siglo V a.C. en el área andaluza, dará lugar a la cultura Turdetana, donde ya no sólo aparece la influencia oriental de los fenicios, junto con la autóctona, sino la cada vez más numerosa norte africana y púnico cartaginesa.
Cien años después tenemos otra obra de relevancia Tartesos y tartesios (2023), de Ruiz Mata, quien llega a similares conclusiones que Schulten, aunque más orientado hacia Huelva, de forma que da la sensación que no hemos avanzado mucho en un siglo de investigación histórica y arqueológica. Lo cual no hace sino reafirmar que, sin menospreciar el estrato cultural autóctono existente a la llegada de los fenicios a estas costas, estamos ante un mito que se presta a las más disparatadas teorías. No debemos olvidar que la Historia como ciencia, use las fuentes que use, no puede obviar una tan importante para esta época de estudio como es la arqueología y, como tal, nuestras discusiones no pueden estar basadas en suposiciones, sino en datos concretos. Y la arqueología, hasta ahora, no los ha aportado.
Querer llevar los recientes descubrimientos del Turuñuelo de Guareña al ocaso de Tartessos y a identificar la zona como referente de este período cultural, es estirar demasiado la goma, más teniendo en cuenta que los datos aportados por la intervención sobre el colapso de este sitio arqueológico se fechan a finales del siglo V a.C., cuando según autores como Estrabón (Geografia, III, 1,6) o Plinio (NH. III, 13-15) en el lugar estaban habitando ya los túrdulos, turdetanos y celtici.
El tema de los celtici es bastante complejo, ya que Plinio los sitúa en al área de un conocido yacimiento, El Castañuelo, localizado al norte de Huelva y próximo al sur pacense. Y decimos complejo porque son escasas las fuentes que hablan de celtas en la Península Ibérica, menos aún la arqueología, y cuando lo hacen los sitúan demasiado al Sur, cuando es obvio que si se tratara de poblaciones celtas debieron atravesar antes toda la Península hasta situarse en esta zona.
Cuando estuvimos investigando para nuestros estudios de doctorado, en el año 2002, sobre las influencias fenicio-púnicas en la cultura turdetana, tuvimos ocasión de ver las ánforas procedentes de El Castañuelo (figura 4), que son exactamente iguales a las localizadas en los palacios-santuarios orientalizantes similares al Turuñuelo de Mérida (figura 5) y a las localizadas en Cancho Roano.
Son evoluciones autóctonas de ánforas de saco o R-1 fenicias, que no sabemos qué contenían, aunque hay estudios que indican que pudieron tener algún tipo de bebida fermentada. Junto a ellas se encontraban algunas reproducciones autóctonas también de las primeras ánforas evoluciones de R-1 a Mañá-Pascual A4, que como sabemos se hicieron famosas por el transporte de salazones de pescado en todo el Occidente Mediterráneo.
Es obvio que estas culturas turdetanas, muy influencias por elementos fenicios primero y púnicos norteafricanos después, se dedicaron a reproducir a su manera las ánforas más famosas fenicias, no crearon una tipología propia y las extendieron hasta el área de los conocidos palacios santuarios que desaparecen a finales del siglo V a.C. Por lo que la influencia orientalizante está más que atestiguada si seguimos este fósil director.
Conclusiones
Por tanto, no existe ni un solo argumento científico que pueda asignar esta zona media del Guadiana como tartésica, se trata de una región geográfica eminentemente plana, basada en la agricultura (y seguro que a la ganadería) y con una serie de elementos constructivos donde se aglutina el poder y donde se están recibiendo elementos que provienen de la costa fuertemente influenciados primero por fenicios y luego por púnicos norteafricanos. Existen en el entorno al menos tres lugares conocidos con el topónimo “El Turuñuelo”, todos con las mismas características monumentales y de la misma época de ocupación y declive que otros cercanos como La Mata o Cancho Roano. Se trata de una jerarquización y readecuación del paisaje que no ha sido profundamente estudiada.
Con respecto a las teóricas primeras imágenes humanas tartésicas del Turuñuelo según sus investigadoras, obtenidas en la campaña de este 2023, no podemos aseverar que sean tales, que tengan una influencia helena o etrusca y mucho menos que estén representando figuras femeninas. Son demasiado similares sus rasgos a tantas otras figuras en piedra que se esparcen por todo el Levante Mediterráneo y Andalucía y que han sido denominadas como “ibéricas”, como si esta cultura no estuviera tampoco fuertemente influencia por el sustrato orientalizante primero y púnico después.
Por otro lado, que las figuras lleven arracadas o que sean imberbes no es sinónimo de que estén representando a mujeres, ya que tenemos infinidad de figuras con estas características en todo el mundo que llevan aretes, no presentan signos de barba y están representado a hombres. Si siguiéramos en la línea de los investigadores del Turuñuelo deberíamos decir que la primera representación humana corresponde en realidad a una placa de marfil (figura 6) procedente de El Turuñuelo de Mérida (Jiménez, 2013), de factura oriental dudosa, ya que también se ha especulado que pudo pertenecer a un taller punicizante del sur Peninsular. Está representando posiblemente la cabeza de un centauro, que obviamente tampoco tiene barba y que no asimilamos con ningún sexo. Para más misterio, la pieza desapareció durante el traslado de la Colección de Prehistoria de la Comarca de Mérida, desde su edificio original donde estaba expuesta, El Costurero, a su nuevo teórico emplazamiento donde se iban a exponer estas piezas.
A modo de conclusión, sólo podemos asegurar que la Edad del Hierro y el post-orientalizante en el sur de Extremadura se encuentra más enrevesado que nunca, o no, para nosotros está claro que se intenta estudiar el espectro cultural de esta zona como un todo autóctono y nacionalista, para lo que se está negando una evidencia clara: la presencia de individuos, si no de origen semita, sí procedentes de la costa gaditana y onubense, que ya habían sido transformados por este influjo y que trajeron consigo numerosos objetos comerciales de diferentes puntos del Mediterráneo, que utilizaron las élites locales para acrecentar su superioridad sobre el resto de habitantes. Lo que está claro es que durante la Edad del Bronce Final en esta zona no podemos hablar de Tartessos, como bien indica la arqueología y que, en el siglo IV a.C. es una clara zona de influencia turdetana, donde el componente norte africano de influjo fenicio-púnico es más que notable.
Referencias bibliográficas
- Carretero, P.A. (2007). Agricultura y comercio púnico-turdetano en el Bajo Guadalquivir: el inicio de las explotaciones oleícolas peninsulares (siglos IV y II a.C.). Oxford: British Archaeological Reports.
- Carretero, P.A. (2008). Arqueología toponímica: traslación de algunos topónimos norteafricanos a Turdetania. En L´Africa Romana XVII (vol. II)(pp. 1333-1340). Roma.
- Jiménez, J. (2010). El poblado de El Castañuelo (Aracena) y el post-orientalizante en la sierra norte de Huelva. En J.A. Pérez Macías y E. Romero (coords.), IV Encuentro de Arqueología del Suroeste Peninsular (pp. 3-33). Huelva: Universidad de Huelva.
- Jiménez, J. (2013). La colección de Prehistoria de la Comarca de Mérida. Trayectoria, proyecto de investigación y perspectivas de futuro. En J. Jiménez, M. Bustamante y M. García (coords.), VI Encuentro de Arqueología del Suroeste Peninsular (pp. 2265-2294). Villafranca de los Barros: Ayuntamiento de Villafranca.
- Jiménez, J. (2018). Tartessos, recesos y otros excesos: Orientalizante y Postorientalizante en el Valle Medio del Guadiana. En 150 años del Museo Arqueológico Provincial de Badajoz (pp. 145-156). Badajoz: Junta de Extremadura.
- Jiménez, J. & Domínguez. C. (1995). Materiales proto-históricos de El Turuñuelo (Mérida, Badajoz). Pyrenae, 26, 131-151.
- Villar, F. (1995). Los nombres de Tartessos. Habis, 26, 243-270.