El análisis marxista sobre la explotación de la mujer en la antigüedad.
Muchas historiadoras han presentado el estilo de vida de las mujeres a lo largo de la historia. Sin embargo, no se suele profundizar en la creación ideológica del Patriarcado. En este artículo, nos basaremos en una serie de estudios por mujeres que han analizado el pasado a través del pensamiento filosófico y político, que construye la imagen de la mujer en la antigüedad.
Desde un punto de análisis del materialismo histórico y la condición de clase, el esquema marxista suele posicionarse mediante la organización de una manera, mediante la bipolarización en cuanto a la capacidad socioeconómica superpuesta a la estructura ideológica de la misma. Engels considera como “gran derrota histórica del sexo femenino” la consecuencia de que la mujer recurría al servicio masculino, reduciendo su existencia a una esclavitud doméstica.
El trabajo doméstico de la mujer desaparecía con el trabajo productivo del hombre, un derecho paterno por encima del derecho matriarcal, que da paso a una familia construida en beneficio para el hombre, fundamentado con el derecho universal de la propiedad privada. La construcción ideológica del mundo griego sobre las mujeres, reducen a estas a seres domésticos, cuyas funciones se ajustan a la unidad familiar, considerada desde el punto de vista de la mujer la opresión de su ser social relacionado en parte con la opresión económica.
Los antagonismos de clase entre los agricultores pobres griegos, reflejan el pensamiento misógino de los escritores griegos como Hesíodo, el cual expresaba en “Los trabajos y los días”, el ahorro económico y el control de los placeres carnales para proteger la supervivencia familiar. La buena esposa griega se establece en la lucha de clases, la mujer trabajadora, siempre alegre y ahorradora, diferenciada de la “mala esposa”, definiendo las diferencias de género entre miembros de la misma clase.
El patriarcado en los mitos religiosos
El contacto con Oriente trajo consigo ciertas ideas y prácticas no sólo relacionadas con el comercio, la política y el arte, sino también ideas machistas. Lerner afirma que al igual que en Mesopotamia y Egipto, los griegos consiguieron echar la culpa a las mujeres de la mala descendencia y los males del mundo, al crear el mito de Pandora, relacionado cuando dan a luz a monstruos, malos hijos que traen el pecado y el mal al mundo, como el mito de Adán y Eva.
En el plano mitológico, la ideología patriarcal también tiene su influencia de apartar a la mujer del poder político. La mitología griega refleja las fuerzas del caos reflejadas en las divinidades femenina, las antiguas diosas de la naturaleza como Gaia y Rea, mujeres que dan luz a hijos ambiciosos, que derrocan a sus respectivos padres, como el caso de Cronos con Urano y luego caer derrotado a manos de Zeus. La descendencia provocada del sexo de la mujer acaba siendo un peligro para la propia existencia del padre, que tiene miedo de caer bajo mano de sus hijos.
La diosa ejemplar del mundo griego, Atenea, nace de la cabeza del dios Zeus, simbolizando el orden y la justicia, diosa que nace del cuerpo del hombre. Esto se debe a que, en el mundo griego, la mujer no engendra, sino el hombre, aquel con poder de procrear la descendencia como actor activo en el sexo.
La influencia de la filosofía en el machismo de la época
Uno de los mayores filósofos griegos, Aristóteles, participó en la creación ideológica que diferenciaba la importancia del sexo activo masculino del sexo pasivo, el femenino. Su obra plasma la doctrina del poder patriarcal de los últimos 2300 años, que influyó al mundo romano hasta nuestros días. La jerarquía sexual que establece el filósofo griego transmite la importancia del alma frente a la materia. Las causas espirituales las representa el hombre, mientras la mujer carece de ello y por lo tanto, se la asocia con lo material. La materia que el asocia al sexo femenino, lo plasma en la creación del embrión. El hombre como actor, aporta la procreación en el vientre femenino, el objeto material donde el semen del hombre se acabaría formando. En pocas palabras, la mujer es un recipiente sin alma.
Esta jerarquía de poder de causas beneficia al hombre, con la capacidad de crear el alma sensitiva, mientras que la mujer es pasiva. Aristóteles comenta que la mujer debe cumplir los designios que se le mandan, como persona pasiva, dado por sentado la inferioridad biológica de la mujer, se nos explica que esta inferioridad está justificada en que las mujeres son capaces de crear monstruos, deformes y malvados, en el proceso de gestación del niño.
La capacidad racional de una mujer está reducida por su inferioridad biológica, derivado de la concepción aristotélica del genero dentro del pensamiento de la élite aristocrática de Grecia. De la misma forma que un hombre manda a sus esclavos, que pierden el principio de libertad y de racionalidad, la mujer le pasa lo mismo. Dicha naturaleza la diferencia de la persona que manda y quien es mandado. Un esclavo, no posee esas facultades deliberativas, ni el poder de decisión. La mujer las tiene, pero no puede usarlas debido a su perpetua minoría de edad biológica. Unos han nacido para gobernar (hombres) y otros para ser gobernados (esclavos y mujeres).
La herencia Aristotélica tuvo buena acogida en la civilización occidental, como doctrina de diferenciación de géneros. La subordinación femenina estaba completamente aceptada por todas las mujeres, sobre todo ellas mismas, lo aceptaban como algo normal, una normalización que se mantendría durante miles de años.
La mujer griega en Atenas y Esparta
En muchas ciudades griegas, compartían la noción de que el hombre estaba por encima de la mujer, como término normalizado, pero otras ciudades no compartían la noción de inferioridad biológica que Aristóteles defiende en su obra.
Esparta fue foco de críticas por parte de los atenienses en todas sus formas, y una de ellas se enfocaba a sus mujeres. Las mujeres espartanas estaban consideradas demasiado masculinizadas. A diferencia del resto de Grecia, se apoyaba en las leyes de Licurgo, el padre del estado espartano, que organizó a la mujer para cuidar del hogar y las tierras, hacerse cargo de la educación de los hijos y permitirles ser propietarias de tierras y administrar la riqueza familiar.
La mujer espartana se convirtió en un arma estatal en política exterior, ya que, en ocasiones, podía liderar una embajada o luchar en la defensa de la ciudad. Esto era por su educación similar al resto de espartanos. Se le tenía permitido participar de la vida pública, privilegio que no tenía el resto de las mujeres griegas. Sin embargo, no dejaba de estar sujeta a un estado patriarcal como el espartano. Para los espartanos, la mujer luchaba una batalla distinta, pero igual de justa y necesaria para mantener Esparta.
Por otro lado, tenemos a otra mujer bastante conocida en el mundo griego, la mujer ateniense. Parte de las menciones en fuentes clásicas provienen de la mujer de la élite, que estaban limitadas en el Oikos privado, en cambio, las mujeres trabajadoras podían permitirse ir al espacio público, no como privilegio social, sino porque sus maridos estaban trabajando y se repartían las tareas para el mantenimiento de la unidad familiar.
La visión de la mujer ateniense está vinculada estrechamente a la reproducción y al sexo: porné (prostitutas), pallaqué (concubinas), hetaira (cortesanas), etc. La mujer aristócrata, habíamos hablado de que, a pesar de ser mujeres libres, tendían a estar confinadas en el hogar, debido a la necesidad del marido de tenerla como un simple objeto bello y ejemplar al que mostrar a sus invitados. La mujer trabajadora en Atenas compartía el peso social de su esposo trabajador.
La inferioridad social del esposo es compartida por la esposa, que a su vez tiende a estar por debajo de su esposo, al quedar al cargo de la casa y del cuidado de los niños, mientras el hombre va a trabajar y ganar el sustento familiar del que depende la familia. En el campo la fuente principal de subsistencia era la agricultura, por lo que las mujeres participaban del trabajo del campo, mientras que, en el ámbito artesanal y comercial, podía encontrarse mujeres al cargo del puesto o de las finanzas que transferían al ámbito doméstico.
En Atenas la noción ciudadana era importante, la democracia tenía un significado importante entre los thetes y los nuevos ciudadanos en tiempos de Pericles. La unidad familiar, junto a la propiedad, estaba vinculada a la ciudadanía. Había necesidad por parte del varón que sus hijos fueran a heredar aquella posición política y social, por lo que ahí pasaba el verdadero papel de la mujer ateniense.
La mujer no podía divorciarse, salvo que su propio marido lo pidiese o se cancelase un matrimonio concebido en poco tiempo. Los hijos representaban la continuación del Oikos (la familia) y la propagación de la ciudadanía tan ansiada, por lo que la mujer debía reproducirlos a toda costa, incluso si su vida estuviera en juego.
Conclusiones generales
Como conclusión, el estado de la mujer griega se resume en ser considerad una persona libre dentro de una sociedad donde siempre sería relegada por un hombre, encontrándose en una situación de tutela de por vida de un varón, ya sea su padre, su esposo, o hasta su propio hijo, cuando esta quedaba viuda. Parte de la creación del patriarcado en Grecia responde a un sentido económico. La necesidad de las entidades sociales, las familias trabajadoras, ciudadanos con plena consciencia cuyos ancestros han luchado por tener una propiedad y la ciudadanía, buscan perpetrarla en la descendencia; mismo modo que cuando una familia aristocrática, busca tener descendencia para que la unidad familiar relacionada con su estatus de poder, no se pierda a través de su herencia.
Bibliografía
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