Siempre menospreciados, nunca tenidos en cuenta. Siempre olvidados por la sociedad. Estos marginados, grupos siempre minoritarios (pero mayoritariamente pobres), representaban en la España del siglo XVI entre un 10-15% de la población urbana. ¡Adéntrate con nosotros para descubrir quiénes eran!

La situación de este grupo de personas siempre viene agravada por las dificultades económicas, lo cual incrementó a finales del siglo XVI con al compás de la desestructuración política. Todo ello agravado, como ya hemos dicho, por las sucesivas crisis económicas.

Lazarillo de Tormes, analisi e sintesi e capitolo primo

No debemos olvidarnos de que una gran cantidad de pobres eran mujeres. En especial, viudas que no tienen ni trabajo ni un marido que traiga dinero a casa. En muchas ocasiones recurrían a la mancebía, como la madre de Lázaro de Tormes.

Aun así, tengamos en cuenta que las viudas podían contar con los restos de su dote nupcial para mantenerse durante un tiempo, pero no era un solución. Cuanto más abajo buceemos en el escalafón social, menores serán sus recursos.

Además, desde siempre, a los marginados se les ha desplazado de las principales zonas de hábitat y comercio: zonas como barrios, parroquias y rabales (a las afueras de la ciudad). No suelen ser bien vistos; existía una creciente desconfianza que se plasmó en los autores de la época. Esto se agravará durante las crisis, cuando aumentan en número a la par que las desconfianzas hacia ellos.

¿Qué pensaban de ellos tradicionalmente?

A partir del siglo XVI, se enfrentarán dos concepciones de la pobreza: por un lado, una concepción tradicional (medieval) de pobreza como alma piadosa que vive de la caridad; por otro lado, una concepción nueva (moderna) que vendrá desde el Norte de Europa hasta la península ibérica.

La visión moderna de la pobreza llega para romper con la concepción medieval (el pobre a imagen de Cristo, que vive de la limosna). Tradicionalmente, el rico expiaba el pecado de la avaricia dando una limosna al pobre, directamente, o a la Iglesia, para que cuide de ellos.

Vagabundos medievales y modernos: voluntarios vs excluidos sociales

Aun así, no debemos de ser ingenuos ante esta perspectiva. Las oposiciones a esta visión llegarán de la mano de humanistas como Juan Luis Vives que, influidos por los propios conciudadanos, demandarán que se gestione a los pobres. Esto hará que nazca un clima de hostilidad hacia la pobreza.

Las ciudades cada vez crecen más y más, lo que crea la necesidad de más mano de obra para acompañar a la industria de la manufactura. Esto se corrobora al ver que en ciudades manufactureras, como Segovia, Cuenca o Toledo, y otras más comerciales, como Sevilla o Burgos, aumentan dichas hostilidades al trato dado a los pobres.

Estas ciudades, desde el siglo XVI, demandan mano de obra, ya que esto hacía que subiesen los salarios y a su vez aumentaba los costes de producción. No es de sospechar que a los principales beneficiarios de esta situación, los empresarios, se quejen de la ociosidad de pobres que podrían estar trabajando pero que prefieren no hacerlo.

El problema con los pobres

Visiones de la pobreza en época de Carlos I

Juan Luis Vives, reconocido humanista instalado en Brujas, es el iniciador de un gran debate sobre la pobreza. La obra que levanta el debate se llama “De subventione pauperum”. En 1526, expuso la ruptura con la pobreza tradicional.

JUAN LUIS VIVES, PRECUSOR DE SIGMUND FREUD, por Andrés Berguer ...

En pocas palabras, plasmó las reformas que desde 1525 venían dándose en Ypres y otras ciudades flamencas que contaban con la aprobación del rey-emperador Carlos I de España y V del Sacro Imperio. Con ellas, buscaban acabar con el derecho tradicional del pobre a la limosna. Esto es una primera muestra de intervencionismo del Estado en un ámbito reservado a la Iglesia.

Esto llevará a un momento crítico en torno a 1540. En municipios de Valladolid, Salamanca y Zamora, promulgarán ordenaciones limitando la asistencia a los pobres, intentando reglamentar a su vez la mendicidad. A esto se suma una ley del rey Carlos que prohibía pedir por las calles y se intentaba recluir a los pobres en hospitales generales, desde donde pudieran trabajar.

La reacción tradicionalista vendrá de la mano de Domingo de Soto. En 1545, escribe “Deliberación en la causa de los pobres”, donde destaca que los pobres tienen derecho a decidir por sí mismos, rechazando las reglamentaciones recientes al respecto. Rechaza, por tanto, la diferenciación entre pobres verdaderos y pobres fingidos.

Domingo de Soto - Biografía, quién es y qué hizo | Economipedia
Estatua de Domingo de Soto en Segovia

Automáticamente es criticado por Juan de Medina, quien publica una obra en la que habla sobre la necesidad de distinguir a aquellos pobres que lo son por necesidad y los que son por conveniencia.

CERDÁN DE TALLADA, Tomás (1530-1614?) | Ajuntament de Xàtiva
Gravado de Tomás Cerdán de Tallada

Por último, en esta época, Tomás Cerdán de Tallada, jurista de Xàtiva, en su obra «Visita de la cárcel y de los presos», en concreto en la segunda edición, extiende un capítulo para hablar sobre la situación de los pobres. Esto le llevará a ser nombrado como “Abogado de los pobres”, y a ser considerado uno de los padres del penalismo moderno.

La pobreza con Felipe II

Durante el reinado de Felipe II, se daría una nueva normativa para recoger y socorrer a los pobres. En primer lugar, limitó la facultad de demandar limosna según el origen del pobre. La crisis finisecular hizo imperativo dividir a los pobres debido a su gran incremento, para que fueran más fáciles de controlar.

Cristóbal Pérez de Herrera - Wikipedia, la enciclopedia libre

El médico Cristóbal Pérez de Herrera, en 1598, con la publicación de su obra “Discurso del amparo de los legítimos pobres”, reanuda el debate sobre la pobreza. Esta nueva visión vendrá plasmada en 4 puntos fundamentales:

  1. Proyecta la creación de albergues donde recoger a los pobres legítimos y autorizar su mendicidad en el ámbito municipal.
  2. Señala la obligación al trabajo de los pobres, pero, para llevarlo a cabo, se debe crear una política de pobres que los vigilara.
  3. Necesidad de reprimir la prostitución femenina y crear casas para recoger a las prostitutas (casas de mancebía).
  4. Recogida de los expósitos, niños abandonados, en instituciones que los enseñan oficios de provecho.

Este proyecto que contó con el apoyo de Felipe II, poco duró, porque a la muerte del rey se paralizó el proyecto. Felipe III no quiso asumirlo; tampoco sus ministros. El Duque de Lerma abandona estas reformas, que son calificadas como valores burgueses. Al contrario, se aplicaría una normativa más represiva.

Se abren prisiones para recluir a las prostitutas, se condena a galeras a los pobres, etc. El fracaso de estos proyectos reformistas sobre la pobreza perdura hasta el siglo XVII. Por lo general, no se controla el pauperismo, solo se limita la carga asistencial para aumentar la mano de obra disponible.

Los pobres en los siglos XVII y XVIII

Desde el siglo XVII, la asistencia a la pobreza pasa a manos privadas con proyectos personales de algunos ayuntamientos y nobles. Se recobra, entonces, ese sentido tradicional de la pobreza como una manera de alcanzar las puertas del Cielo.

Así pues, una gran parte de la riqueza en España se redistribuye a los pobres vía legados, fundaciones y limosnas. Con las reformas del siglo XVIII, se vuelve habitual la distribución regular de los pobres alineándolos por conventos. Estos conventos le dan la llamada sopa boba, y las cofradías y obispos reparten diariamente dinero y alimentos.

UNA VISIÓN DE CLÍO: POBRES Y MARGINADOS EN LA EDAD MODERNA
San Diego de Alcalá dando de comer a los pobres. Murillo (1646)

El problema de la mendicidad en el XVIII no desaparece. Es normal. Quiero decir, a día de hoy seguimos viendo mendicidad y no parece que bajo el sistema económico, social y político actual vayan a desaparecer. Lo único es que los Ilustrados harán que este problema se transforme.

Intelectuales de la talla de Bernardo Ward señalan la necesidad de configurar organizaciones para acabar con la pobreza. Entonces, se les ocurre crear los llamados “montes píos”, con los que buscan controlar y reprimir a los pobres.

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La política más represiva vendrá con Carlos III. A pesar de esto, se reconoce que existe la posibilidad de que la ociosidad sea motivada por la falta de trabajo y no por mala voluntad. Por ello, se crearán instituciones para controlarlos. Estas son los hospitales y hospicios, las casas de misericordia, las casas de arrepentidas (para prostitutas), etc.

El objetivo de la legislación va a ser recluirlos y aprovechar su mano de obra. También se busca cuidar a estos pobres, educarlos cuando se trata de niños y jóvenes, con la finalidad de convertirlos en vasallos útiles y provechosos para el Estado.

Sobre vagos y pícaros

Como habrás podido leer a lo largo de este artículo, en este momento se distingue a dos tipos de pobres: aquellos que son pobres legítimos (porque no les queda otra) y los pobres vagos (que se lanzan a la mendicidad porque “quieren”). Obviamente a todo el mundo le gusta vivir bien y si tuvieran una buena oportunidad de mejorar su mala vida la tomarían sin dudar.

A los primeros pobres se les permite vivir de la mendicidad, mientras que a los otros se les condena con todo el peso de la ley, impidiéndoles subsistir de este modo por la mentira o la fuerza. Los vagos más comunes se esconden bajo la tipología de errantes, vagabundos, ociosos y sopistas (muy similares a los tunos, pero que rondaban las parroquias en busca de la sopa boba).

El viejo comerciante de frutas. La vieja frutera. Velázquez (1619)

Por supuesto, el nivel más bajo de estos vagos serán los pícaros. El pícaro es un «personajillo» muy arraigado en el imaginario español gracias a la literatura castellana de la Edad de Oro. Un ejemplo que todos conocemos es el Lazarillo de Tormes, que tendrá que subsistir como pueda y por los medios que le hagan falta. Pero todos sabemos que no todos los pícaros viven en la inmundicia. A veces visten ricas sedas y se enriquecen fruto de una vida ilícita.

La imagen que se tiene de los pícaros y los vagos es que no tienen valores, y hacen lo que haga falta para ganarse la vida. Por encima de estos, existía un grupo que se enriquecían mediante oficios pantalla, como buhonero o esportillero, y vivían del engaño y los robos.

Qué son las Novelas Ejemplares de Cervantes

Por último, no debemos de creer que los pícaros estaban desamparados en la sociedad española del Antiguo Régimen. Contaban con cofradías, organizaciones de ladrones y criminales que describe Cervantes en sus “Novelas ejemplares”. Hasta incluso, contaban con sus propios abogados para ser defendidos ante los tribunales.

La prostitución

La visión medieval de la prostitución como un acto necesario para mantener el control social cambiará con las reformas que vendrán del Concilio de Trento (1545-1563).

Aquellas mujeres que no contaban con medios para vivir, o bien se dedicaban a la mendicidad o tenían que vender sus cuerpos para poder subsistir, ya fuera para pagarse su dote o por querer ser mandadas como doncellas a las ciudades. Pero ese no era el único motivo para acceder a la prostitución, ya que aquellas mujeres que hubieran tenido relaciones extra-matrimoniales consentidas o hubieran sido violadas eran marcadas como tal.

No conseguirán acabar con este oficio, pero sí que cambiará la visión hacia el comercio carnal, estigmatizándolo del mismo modo que se hizo en el seno de la Iglesia con la figura de María Magdalena (reconvertida en prostituta sin base ninguna). En palabras de Isabel Pérez Muñoz, “la normativa moral de la institución eclesiástica en torno a este tema convertiría cualquier relación sexual extraconyugal en un pecado y en un delito” (Pérez Muñoz, 1992).

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Las malas compañías. Dirck Van Baburen (1623)

Dentro de este gremio tenemos a las llamadas mujeres públicas, las mancebas o meretrices. Todas ellas se distinguían por su manera de vestir y comportarse, ya que las leyes fijaban qué colores no podían llevar y la suntuosidad de algunas gemas y joyas.

Por lo general, vamos a encontrar dos grupos de prostitutas más mayoritarios: las más modestas vivían protegidas por sus proxenetas, pero otras tenían clientes que venían de las propias élites. Hasta incluso, en la propia Corte.

No obstante, también era un oficio bien regulado en el que se vigilaba la seguridad de las prostitutas y de los clientes, pero sobre todo que tuvieran unas buenas condiciones de higiene. Por supuesto, las condiciones no van a ser iguales en un burdel público o en la clandestinidad. Lo que es menos conocido es que en Cuaresma las hacían salir de las mancebías y las llevaban a conventos para que mantuviesen rigor litúrgico.

Los gitanos

Otro de los grupos mal-llamados vagos eran los gitanos. Este pueblo cuyo nombre viene de un falso rumor que decía que venían de Egipto, es un grupo social nómada o semi-nómada, lo que atraerá los recelos de las autoridades para mantenerlos controlados.

Las leyes del siglo XVIII y de los gobiernos de la Ilustración querrán convertir a este grupo étnico-social en un grupo al que recluir para que se convirtieran en personas útiles para la sociedad. De hecho, la ley caerá con todo su peso sobre este grupo étnico concreto.

Los gitanos se dedicaban a la vida errante y ejercían todo tipo de oficios como esquiladores o herreros de caballerías, para los hombres, o la mendicidad para las mujeres. Esto llevaría a una serie de molestias que acabarán desembocando en duras represiones.

Compañía de los gitanos en marcha. Dibujo de Jacques Callot (1592-1635) correspondiente a la serie de cuatro grabados titulada “Les Bohemiens”, Biblioteca Nacional de España

Aunque este ya era un problema que venía de antes. Los Reyes Católicos con su pragmática de 1499 les concederán la categoría de peregrinos y se clasificará su vestimenta y costumbres. En época ya del brevísimo reinado de Fernando VI, en 1749, se llevará a cabo una gran redada con un carácter especialmente punitivo contra los gitanos de todos los sexos y edades.

El triunfo de esa gran redada hará que, en apenas 4 o 5 años, sean detenidos cerca de 10000 gitanos. Además, se fijará una residencia determinada y se impedirá su salida de la misma, segregándolos.

Para que no estuvieran tentados en quebrantar la ley se les condenaba a pena de muerte, aunque se compulsaban muchas veces por ir a galeras. Los niños y ancianos serán recluidos en hospicios o casas de misericordia.

A partir de 1783, se declara al gitano como asimilado a los cristianos viejos, todo y que se les obliga a cambiar de lengua, de modus vivendi, y a erradicar el nomadismo. Si no lo hicieran, serían declarados como vagos y reprimidos por la justicia.

Los bandoleros

La última categoría que abarcaremos es la de los bandoleros. El estudio del bandolerismo ha dado mucho de sí. La visión contemporánea hace referencia a ellos como ociosos y son vigilados como el peligro social, económico y político que son.

A pesar de que este va a ser un fenómeno bastante extendido por todo el territorio peninsular, en Cataluña encontraremos un gran foco de dicha actividad. El período más álgido del bandolerismo catalán se sitúa entre el primer tercio del siglo XVI y el primero del siglo XVII.

En el reino de Aragón dicho foco lo encontramos más localizado entre 1630 y 1660, en paralelo al crecimiento de la delincuencia urbana. Mientras, en Valencia, la complejidad de contingentes humanos que conforman el bandolerismo urbano y social cuenta con el añadido de los moriscos.

Por lo general, el bandolero pertenece a los estratos sociales más bajos. Mientras que el pícaro tiene, por ejemplo, un origen más rural, el bandolero tiene un origen urbano. Normalmente, tienen una actitud bastante agresiva. En contraste, el pícaro suele ser más antisocial, pero no es un mal-hechor como el bandolero. Ni tan siquiera se comporta como un ladrón profesional.

Entre el reinado de los Reyes Católicos y el de Felipe II, en Castilla, esta situación se encuentra bastante controlada y los caminos son relativamente seguros. Esto se contrapone por completo con la Corona de Aragón. Todo esto se conoce gracias a relatos de viajeros, aunque como siempre sea necesario contrastar estos relatos.

A partir del siglo XVIII, el bandolerismo se traslada a Andalucía, que se convierte en un espacio privilegiado para sus actos delictivos. El bandolerismo ahora se especializa en el contrabando de productos de estanco (que necesitan de sello real y están gravados por ello).

Asalto de ladrones. Francisco de Goya (1794)

De hecho, Floridablanda, ministro de Carlos III, se empeñará en que la Iglesia condene al bandolero y sus actividades como un acto de pecado mortal. Pero estas medidas nunca llegarán a desarrollarse por su debacle político.

¿Qué más decir? Todos tenemos en mente a Sancho Gracia dando vida a Curro Jiménez. Este personaje televisivo no se basa ni más ni menos en dicho fenómeno bandolero ya nombrado anteriormente. Esta figura del bandolero se prolongará prácticamente hasta mediados del siglo XX adoptando distintas caras dependiendo de la zona en la que se desarrolle.

Conclusión

La España de la Edad Moderna es fascinante por la cantidad de personajes tan pintorescos y variados que podemos conocer. No obstante, tengo presente que he nombrado pero no he hablado sobre los moriscos. Esto se debe a que prefiero dedicar un artículo en exclusivo a este grupo de la sociedad.

En otro orden, la marginación, tanto hoy en día como hace siglos, sigue manifestándose de maneras muy diversas. No obstante, siempre acaba cebándose con aquellas personas con un nivel socio-económico bajo. Esta es una interesante cuestión sobre la que reflexionar.

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Se despide de vosotros, clionautas, Remus Okami con la intención de que reflexionéis sobre el pasado y las vivencias personales. No dejemos que estas oculten la realidad histórica.

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Bibliografía

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