Desde antaño, es probable que la Baja Edad Media se haya estudiado como un proceso uniforme a nivel cultural. No obstante, no podemos esperar que en un contexto tan diverso, con tantas particularidades propias de cada reino, la cultura fuera solo un único bloque de europeidad.
Pero no me malinterpretéis. La diversidad cultural es bella. Que exista es una muestra de que el ser humano es un crisol. De todo puede aprenderse, y aprehender de esta diversidad no significa formar parte de ella. Sin embargo, nos ayuda a comprender como es la sociedad que vive con esa cultura.
Abarcar todas las culturas que existieron en un mismo período sería digno de una investigación más profunda y concienzuda, pero es más un desiderátum. Es por eso, que el marco físico en el que se va a mover este artículo será el Europeo. Así pues, para acotar más, a nivel cronológico, abarcaremos los siglos XIII al XV.
Diversidad cultural
Los orígenes del espíritu laico
La Baja Edad Media es un período que se rige por la diversidad cultural. Durante esta época, se produjeron importantes transformaciones en la vida cultural y espiritual.
Es entonces cuando surgen nuevas órdenes religiosas. La primera será la de los Franciscanos. Será fundada por San Francisco de Asís, que predicará la alegría de vivir y la belleza de la naturaleza frente a la cultura religiosa del temor al fin de los tiempos. Esta lógica se basa en que la naturaleza es obra Dios, y, por lo tanto, no puede ser mala.
La Orden de los Franciscanos se sumaba a un movimiento pauperista que ya se había visto en otras órdenes que acabaron siendo acusadas de herejía, como los dulcinistas o los cátaros. Por eso, en un primer momento, no serán muy bien vistos por atentar contra la riqueza de la Iglesia alentando a la pobreza de Cristo. Por eso, vivirán de la limosna; y los movimientos religiosos que surjan a partir del siglo XIII se llamarán órdenes mendicantes.
Durante la cruzada albigense, Santo Domingo (o Domingo de Guzmán) fundará la Orden de los Dominicos (también conocida como Orden de los Predicadores) en Toulouse en 1216, cuya actividad será la predicación y el estudio de la Teología.
La ciencia, hasta el siglo XIII, la encontraríamos en los monasterios. Pero el trabajo de los eclesiásticos era básicamente copiar y conservar la ciencia antigua, sin criticarla ni avanzar en su conocimiento. Una labor imprescindible para que muchas fuentes clásicas hayan llegado hasta nuestros días, aunque muchas fueran «corregidas» y censuradas atendiendo a ciertos intereses eclesiásticos.
A partir del siglo XIII, aparece el espíritu crítico que transformará Europa con el pensamiento humanista. Este espíritu crítico que nacerá de los laicos traerá cambios culturales a Europa. Entre estos cambios, estará el deseo de utilizar la razón en busca del conocimiento. Y llegar a éste a través de la discusión y el diálogo.
Universidades: la Catedral del saber
A las ciudades llegan numerosos estudiantes, deseosos de conocimiento, para estudiar en las escuelas que los obispos creaban en las catedrales. Junto a la Teología, se empieza a enseñar nuevas ciencias, como el Derecho y la Medicina. Así como los planes de estudios del trivium et quadrivium.
En ese contexto, a imitación de los gremios, se crean corporaciones de maestros y discípulos, que se llamarán universidades. Las universidades se independizan de las escuelas de las catedrales, que desaparecen, pero mantienen el tópico de la universidad como catedral del conocimiento.
La primera universidad que se organizó fue la de Bolonia (Italia, 1088). Tras esta, adquirieron fama las de Oxford (1096) y Cambridge (1209) en Inglaterra, la de París (1150) en Francia, y la de Salamanca (1218) en España. Más tarde las de Heidelberg (1386) en Alemania, Coimbra (1290) en Portugal y Upsala (1477) en Suecia.
Junto a las universidades, surgieron Colegios Mayores para albergar a estudiantes pobres, fundados por obispos o nobles. Junto a los Colegios Mayores, existió también un movimiento de estudiantes universitarios de escasos recursos que para sustentarse cantaban o tocaban en lugares públicos. No me refiero a otros que a los tunos.
Se dice que el nombre proviene del verbo «tunar» o la expresión «correr la tuna», que querría decir algo así como vagar en vida holgazana y libre. Existiría también toda una mentalidad peyorativa hacia ellos por no ser como los estudiantes de familias nobles, que podían dedicarse a sus estudios y no necesitaban hacer estas chanzas.
Creciente obsesión por la muerte
Las mortíferas pestes, junto con las guerras, que asolaron Europa en los siglos XIV y XV causarán un terrible pánico en toda la sociedad. La cercanía de la muerte llevará a expresiones literarias y teatrales como La dama de la muerte y a una serie de creencias en brujas, magia y supersticiones, que no habían desaparecido desde época antigua pasando por la Edad Media, según testimonios de obispos. Esto provocó la necesidad, sentida durante todo el siglo, de una verdadera reforma de la Iglesia.
Cultura femenina
En este contexto, lo femenino adquiere un nuevo carácter. La mujer tendrá un mayor grado de independencia para lo que se entendía en la época. Será educada, pero con un ideal educativo que distinguía actividades por sexos. La mujer será criada para encargarse de la crianza, inculcar buenos valores en las próximas generaciones y, en menor grado, para la educación familiar y extrafamiliar. Aunque esto puede variar dependiendo del ámbito social y laboral, la mujer estará destinada a la vida religiosa o al matrimonio.
Además, a nivel literario, se convierte en protagonista de romances y obras literarias. De hecho, el ideal caballeresco tiene como centro, además del afán de aventuras y torneos, el amor de una dama. Aunque muchas veces hablemos de un amor adultero. Por otro lado, la moda, los objetos de lujo y demás artículos materiales empiezan a ser planteados también para un mercado femenino.
Diversidad cultural en los Reinos cristianos peninsulares
Desde mediados del siglo XIII, se vislumbra un notable desarrollo de las actividades culturales en todos los reinos cristianos peninsulares. Poco a poco, las influencias europeas irán desplazando las pervivencias de un mundo islámico cada vez más arrinconado territorialmente, mientras la nueva expansión urbana y mercantil del mundo bajomedieval peninsular dibujaba un nuevo panorama, que, para muchos, supuso una transformación radical en los valores culturales y en las experiencias artísticas y literarias; un traspaso en el monopolio del poder del clero y la nobleza a la burguesía.
Esa nueva cultura naciente, mercantil y burguesa, más subordinada que antagónica a los valores establecidos, fue la responsable del desarrollo del individualismo, de ese llamado Humanismo (más precoz en la Corona de Aragón), del espíritu laico en consecuencia. De igual manera, hay quien piensa que es en estos dos siglos donde se asientan los cambios fundamentales en la mentalidad de la gente del momento que llevará a hombres y mujeres hacia el pensamiento moderno.
A nivel lingüístico, entre los siglos XIV y XV, veremos como, poco a poco, la consolidación de la cultura laica hará que el latín vaya recluyéndose a espacios eclesiásticos. Es entonces cuando ganan terreno las lenguas romances, destacando el castellano y el catalán.
Corona de Castilla
En Castilla, el siglo XIV está marcado por las calamidades medievales (peste, guerra, hambruna, etc.), lo que hace que tengan que congelar su activo plan de construcciones catedralicias que, erigidas al gusto gótico, había desarrollado en el siglo precedente. Cuando en el siglo XV se erigen las grandes catedrales de Burgos, Toledo y León, estas seguirán la influencia francesa, mientras, en las artes figurativas va a predominar la influencia flamenca, lo que hará que sea más fácil discernir personalidades excepcionales que estilos o fases diferentes.
Literariamente, el siglo XIV castellano lo abre Don Juan Manuel con su obra El Conde Lucanor. Tiene un carácter didáctico, una pedagogía nobiliaria, de defensa de los valores aristocráticos. Esta tendencia es frecuente a lo largo de todo el siglo, puesto que los nobles son los que pretenden moralizar.
La historiografía adquirirá una parcialidad abrumadora (estamos en un momento en el que la propaganda es imprescindible) que, en la época de los Reyes Católicos, se transformará en hagiografía.
La producción lírica tuvo un carácter elitista y cortesano, con influencias italianas más de forma que de fondo. Con la generación de Juan de Mena o del Marqués de Santillana, encontramos un aristocratismo intelectual, un convencimiento de que el saber también confería un estatuto de privilegio.
Junto a estos aristócratas, encontramos una nueva clase intelectual de origen burgués y urbano que introduce la experiencia personal y una expresión vitalista. Es la época del Arcipreste de Hita, por ejemplo, con su obra El libro del buen amor.
El Humanismo castellano será más una actitud que una doctrina, una cultura más que un sistema. Hay una recuperación del clasicismo y un auge del pensamiento político que no rompe con la síntesis cristiana medieval. Es la época de Alonso de Cartagena, de Pérez Guzmán, etc.
Corona de Aragón
En la Corona de Aragón, entre los siglos XIII y XIV, asistimos a la gran expansión por el mediterráneo, lo que conllevó, además de la anexión de numerosas posesiones ribereñas, un gran impulso comercial y un mayor contacto cultural con el mundo mediterráneo, principalmente con los grandes focos culturales de Italia.
Por su parte, el siglo XV fue un periodo de depresión que provocó fuertes tensiones sociales y políticas, siendo estas últimas causadas por la secular rivalidad entre los monarcas y la nobleza. La unificación dinástica de 1479 se produjo por la boda del rey Fernando II de Aragón y la futura reina de Castilla, Isabel, que tuvo como consecuencia la unión en una sola dinastía de las dos coronas.
En ese contexto encontramos el esplendor de una arquitectura gótica y, posteriormente de transición ya no necesariamente religiosa, sino también civil (lonjas, atarazanas, hospitales, palacios urbanos, etc.), vinculados al desarrollo mercantil y urbano. Junto al gótico, encontramos importantes ejemplos de arquitectura mudéjar en Aragón, destacando la Seo de Zaragoza o la torre de la catedral de Teruel.
Unida a la actividad navegante y comercial, en la Corona de Aragón se desarrolló una intensa actividad cartográfica, que tuvo su centro principal en Mallorca, destacando Jehuda Cresques o Jaime Ribes (autor de una gran colección cartográfica y que, posteriormente, trabajará en Portugal para Enrique el Navegante).
Fue una época de auge en la prosa, de autores tan diversos como el franciscano Francesc Eiximenis y el dominico Vicent Ferrer. A mediados del siglo XV, junto a la novela en verso L’Espill de Jaume Roig, destacaron dos grandes novelas caballerescas: la anónima Curial e Güelfa (1443) y Tirant lo Blanc (1490) de Joanot Martorell (1413-1468).
Menor calidad literaria ofrecieron las piezas de teatro medieval conservadas. Se trata de obras anónimas, de carácter popular y de origen litúrgico (Autos). La Navidad, la Pascua y la Asunción de María ofrecen los núcleos temáticos preferidos. A través de repetidas modificaciones y adaptaciones, muchas de ellas, como el Misteri d’Elx, han llegado hasta nuestros días.
Con el movimiento de las universidades, asistimos también a la creación y auge de la imprenta. Es posible que existiera en España poco tiempo después del invento de Gutenberg, pero el primer libro conocido es del año en que comienza el reinado de los Reyes Católicos (1474) y fue publicado en Valencia: Les trobes en lahors de la Verge María. Antes del descubrimiento de América, también tenían imprenta Zaragoza, Barcelona, Tortosa, Lérida, Sevilla, Salamanca, Zamora, Guadalajara, Toledo y Burgos.
Por último, sabemos que la producción literaria catalana, que había experimentado su momento de esplendor, atraviesa una crisis cualitativa y cuantitativa a causa de factores muy diversos: la unión de los reinos de Aragón y Castilla (1479), la desaparición de la Cancillería, el uso del castellano por intelectuales como Luis Vives, los condicionamientos comerciales sobre la impresión de libros, etc.
Reino de Navarra
Respecto a la cultura en el Reino de Navarra, indicaremos que allí no existía ninguna Universidad, dándose únicamente algunos colegios de Médicos, Cirujanos y Boticarios a finales del XV. A nivel universitario, los navarros acababan frecuentando Avignon y Toulouse.
Entre las obras más importantes, destaca en el siglo XIV la construcción de la Catedral de Pamplona. Aunque en 1391, se hunden las naves laterales, lo que llevó a Carlos III de la Casa de Evreux a hacer una reconstrucción, que acabó en las manos del obispo Sancho Sánchez de Oteiza (1420-1425). Aunque también el sepulcro de mosén Francés de Villaespesa de la catedral de Tudela (escuela de borgoña) será importante.
Por otro lado, dentro de la vida cortesana navarra destacaba otra manera de manifestación artística: la música. Carlos II tuvo a su servicio al famoso poeta-músico Guillaume Michaut, quien para consolarle mientras el monarca estuvo en prisión, escribió el poema «Confort d’Amí».
Aunque Carlos III tenía unos gustos más refinados y traía músicos cantores de varias partes de Europa, siendo los más destacados los vieneses y franceses. Llegó, hasta incluso, a pedirle en 1401 a Jaime Huguet que le compusiera un libro de varias composiciones.
Entre los escritores más famosos citaremos al Príncipe de Viana, autor de la Crónica de los Reyes de Navarra y traductor de Aristóteles. El romance navarro se va castellanizando y los romances occitanos acabarán desapareciendo a mediados del siglo XIV.
Conclusión
Este estudio de caso se centra en la península ibérica, pero también sería interesante ver las diversas formas en las que se manifiesta la cultura. Todo ello con la intención de romper el concepto unitario de Baja Edad Media a nivel cultural.
Por otro lado, dentro del Islam, también existen diversas formas en las que su cultura lleva a distintas manifestaciones culturales. No es lo mismo hablar, por ejemplo, de la cultura islámica del Reino nazarí de Granada que atender a los mismos aspectos para la dinastía timúrida en Persia.
La diversidad cultural es riqueza. No solo porque nos aporta distintas formas de abordar los mismos fenómenos bajo puntos de vista dispares, sino porque una distinta cultura nos aporta: diversidades sociales, económicas, artísticas, espirituales, políticos, gastronómicos, etc. Si perdemos esos matices solo podremos lucir incultura y pobreza intelectual.
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Fdd. Remus Okami
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Bibliografía
- Canellas A.: “El reino de Aragón en el siglo XV” (1971), correspondiente al tomo XV de la Historia de España iniciada por Menéndez Pidal y, posteriormente dirigida por J.M. Jover Zamora.
- Ferrer i Mallol, Mª Teresa: “Entre la paz y la guerra: la Corona Catalano-Aragonesa y Castilla en la Baja Edad Media” (2005)
- Lacarra, J.M.: “Historia del reino de Navarra en la Edad Media” (1975)
- Mitre, Emilio: “La España medieval. Sociedades. Estados. Culturas” (1980)
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