En el siglo XV, la Península Ibérica fue el escenario de levantamientos y movimientos sociales campesinos, reclamando soluciones ante una situación totalmente desfavorable para ellos, caracterizada por una depresión económica, crisis social basada en la ruptura de las relaciones entre estamentos, medidas fiscales abusivas, etc. A través del análisis de tres episodios clave (Revueltas Irmandiñas, Revuelta de los remensas y Revuelta Foránea), se pretende estudiar las causas, el desarrollo y la conclusión de estos diferentes momentos de descontento social.
Revuelta Irmandiña
«Al río que todo lo arranca lo llaman violento, pero nadie llama violento al lecho que lo oprime» – Bertolt Brecht (1898-1956).
Según Ferrera Cuesta (2005), fue una revuelta antiseñorial del siglo XV en Galicia. En resumidas cuentas, se trata de una confrontación entre los campesinos, organizados en unidades humildes, y la nobleza, que recibió el apoyo de la monarquía. Se dice que fue la primera ocasión en la que el pueblo gallego optó por un levantamiento cuya consecuencia final fue la toma del poder por parte de estos. Pero, ¿por qué? Siempre hay una motivación detrás de estos movimientos, lo suficientemente grave como para interrumpir la vida cotidiana de la población y que esta tome conciencia de la situación. Hambruna, pobreza y abusos nobiliarios, detonaron la bomba de la insurrección.
Todo ello procedía de la política del rey Enrique II de Castilla (1369-1379):
«[…] dio muestras de una gran generosidad hacia aquellos nobles que le habían ayudado a conquistar el trono castellano. Sin duda alguna esas concesiones permitieron a la alta nobleza de la Corona de Castilla hacer frente a las graves dificultades por las que pasaron en el siglo XIV. Pero al mismo tiempo dichas mercedes supusieron una notable merma del patrimonio regio«.
Real Academia de la Historia: Biografía de Enrique II de Castilla (http://dbe.rah.es/biografias/6635/enrique-ii)
Por lo tanto, las múltiples concesiones enriquecieron a los nobles, aumentando su poder allá donde contaban con jurisdicción propia. Valdeón asegura, en tonos más sociales, que el fuerte contraste entre los mundos rural y urbano derivó a numerosos conflictos.
El primer altercado tuvo lugar, en 1431, siendo señor de Ardrade Nuño Freire; por entonces, ya se había creado lo que se conoce como “hermandad”, siendo la más destacada la llamada «Fusquenlla». Esta, y otras hermandades, canalizaron el descontento campesino hacia Andrade, que no pudo ocultar ante el rey castellano la revuelta generalizada en Galicia. La tensión era mayor en plazas como Ferrol o Pontedeume, sobresaliendo el caudillo Ruy Xordo, que llegó a poner en jaque al poder. La revuelta terminó en ese mismo año, falleciendo incluso Andrade.
Sin embargo, el momento más importante de este movimiento social, recibe el nombre de Gran Guerra Irmandiña, acaecida entre 1467 y 1469. Valdeón afirma que los rebeldes, en esta ocasión, llegaron a ser hasta 80.000, formando la conocida como “Hermandad General”, cuyo descontento se alimentó de las sucesivas pestes y malas cosechas, lo que derivó a grandes hambrunas. Destruyeron fortalezas y atacaron a la alta nobleza gallega, si bien la balanza se decantó hacia estos últimos, pues los insurrectos no estaban exentos de tensiones internas, siendo derrotados en 1469. Esto se debe al indiscutible poderío de los magnates del lugar, cuya posición feudal se vio fortalecida ante los continuos levantamientos campesinos.
Las Irmandiñas, desde la época de Xordo hasta la última fase en la década de 1460, cuentan con una gran trascendencia histórica: significaron un intento de cortar de raíz un sistema feudal, engrosado por las continuas mercedes interesadas del rey Enrique II, que acometían grandes abusos sobre una población generalmente humilde que soportaba las peores cargas del sistema.
En la actualidad, ha servido como referencia para elaborar discursos, e incluso puede ser identificada como una primitiva lucha de clases. En definitiva, «una auténtica revolución social […] y se considera por algunos historiadores como una de las más potentes de toda la Europa del siglo XV» (Manzano Callejo, 2018).
Los payeses de remensa y el conflicto social en Cataluña
«Eran campesinos, pero con una particularidad, estaban sometidos a servidumbre, estaban sometidos a la autoridad de su señor» (García & Quirós, 2013). Por su parte, Ferrera Cuesta (2005) les define como «campesinos de la Cataluña medieval en situación de práctica servidumbre«.
Estos payeses se encontraban encerrados en un sistema feudal, caracterizado fundamentalmente por la relación entre el campesino y el señor; el único medio posible del que disponían para desembarazarse de ello, era la huida y residencia, durante 1 año y 1 día en una ciudad de la región catalana.
Sobre ellos, según explicaba Pérez de los Cobos (1972), pesaban duras condenas y pésimas condiciones: el rey Juan I de Aragón reconoció el derecho que los señores tenían para imponer sobre sus vasallos penas desproporcionadas, tales como la inanición o dejar que se muriesen de sed. Sin embargo, la fuente de descontento mayor entre las clases humildes, los encontramos en los llamados seis malos usos señoriales:
- Intestia. Consistía en que, si el payés fallecía sin testamento, una parte de la herencia era propiedad del señor (la tercera parte si el finado tenía esposa e hijos).
- Exorquia. Parte legítima de la herencia perteneciente al hijo del payés.
- Cugucia. Si la mujer del payés cometía adulterio no consentido, el señor tenía derecho a la confiscación de la mitad de los bienes de la familia; y si era consentido, de la totalidad.
- Arsina. Si se incendiaba accidentalmente el terreno del payés, el señor tenía derecho a una indemnización.
- Firma de spoli. Indemnización que el señor recibía en el caso en el que las tierras formaban parte de garantía de esponsalicio de la mujer del payés.
- Remensa. Pago de un rescate que debía abonar el payés si este abandonaba las tierras.
Estos malos usos, pero sobre todo la cugucia y la remensa, generaron un intenso odio hacia el poder señorial catalán, que provocó la dotación por parte de los campesinos de una ideología propia, rechazada por las jerarquías de lugar. El descontento no solo surgía de las capas más bajas de la sociedad, sino también de juristas, que alegaban que estos no debían acatar aquellas leyes o normas legales que no emanaban de Dios, pues se tenía como cierto que «el deber del soberano de libertar a los oprimidos y el derecho de los remensas de no reconocer por válidas las leyes emanadas del Rey y de las Cortes cuando no se ajustaran a la ley divina» (Pérez de los Cobos, 1972).
En este ambiente, la Monarquía no toma una decisión, si bien se ha de tener en cuenta que los intereses de esta institución debían decantarse hacia los payeses, pues un apoyo decidido hacia estos suprimiría parte de la influencia de los nobles catalanes, grandes rivales del poder regio.
Los primeros intentos pactistas surgen en el año 1448, cuando síndicos gerundenses reclamaron a la reina María de Castilla (esposa del rey Alfonso V de Aragón), a cambio de 60.000 florines, la intervención real para liberar a los campesinos catalanes de la situación de abusos en la que se encontraban. La reina, que era lugarteniente durante la ausencia del monarca, el cual residía en Nápoles, aceptó, a cambio de una subvención al erario real de 100.000 florines.
Entonces, Alfonso V otorgó al asunto un carácter legal por primera vez. Sin embargo, la verdadera ayuda se produjo el 5 de octubre de 1455, cuando el rey lleva a cabo la redacción de una sentencia que deja en suspenso los malos usos señoriales, si bien el conflicto no terminó aquí, adquiriendo, a partir de este momento, el conflicto un carácter político, más que social.
El mantenimiento del enfrentamiento entre ambos bandos tomó un cariz peligroso ya en el año 1462, cuando los payeses se niegan a obedecer lo dispuesto en los malos usos, y los señores se lo reclaman. Aquel sector opuesto al bando realista consideró que era el momento adecuado para intervenir, formando un ejército y enfrentándose a los partidarios regios.
Pero, ¿y la nobleza? Carme Batlle i Gallart nos explica que existieron tres clases aristocráticas: magnates o “barons”, los caballeros y los “donzells”. Su posición era ambigua y se encontraba dividida con respecto a la tolerancia de la monarquía de Juan II; por ejemplo, Bernat Joan, vizconde de Cabrera y de Bas y conde de Módica, fue un tenaz partidario del bando real.
El conflicto, en definitiva, se alargó durante una década, siento este dividido en varias fases: en la primera, la Generalitat (opuesta a la monarquía) buscó el apoyo de los vecinos franceses, a cambio del Rosellón y la Cerdaña, aunque los galos liberaron al rey aragonés en Girona, cuando era sitiado por los nobles levantiscos; en una segunda, los catalanes intentaron conseguir una alianza con el rey Enrique IV de Castilla, sin buenos resultados; una tercera, con el nombramiento como gobernante de Pedro, un condestable portugués, que fracasó; y una última, en la que buscaron desesperadamente una unión con un tal Renato, si bien tampoco fue fructífero.
Así, la paz estaba cerca: la unión dinástica (que no territorial o política) entre Castilla y Aragón, a través del matrimonio del príncipe aragonés Fernando el Católico, además de Rey de Sicilia, y de la Princesa de Asturias, Isabel de Castilla, jugó en favor del anciano rey Juan II. Batlle i Gallart explica lo siguiente:
«[…] la victoria de Santa Coloma de Gramenet abrió el camino para el asedio de Barcelona, que cayó el 16 de octubre de 1472. Todo había terminado con la Capitulación de Pedralbes, un auténtico tratado de paz destinado a volver a la situación anterior y completado por el nuevo juramento del rey de respetar las Constituciones de Cataluña. En realidad, los nobles vencedores esperaban su recompensa, pero el país estaba arruinado, desorganizado y además amputado por hallarse los condados del Rosellón y la Cerdaña en poder de Francia«.
Recogido en: Álvarez Palenzuela, V. Á., 2011. Historia de España de la Edad Media. Madrid: Ariel. Pág. 773.
La Revuelta foránea de Mallorca
Como dijo el Cronista oficial de Palma, Bartomeu Bestard, «La crisis del siglo XV sufrida por la payesía elevó su presión fiscal y fue un factor más que acabaría provocando los alzamientos» (Diario de Mallorca, 2011). La ciudad y la parte foránea sufrían un gran desequilibrio, todo ello agravado por la fuerte crisis económica que surgió de forma contemporánea al inicio de los ciclos pestíferos que asolaron Europa a partir de 1340.
Para paliar esta situación, el rey mallorquín, Sancho I (nieto del rey Jaime el Conquistador), emprendió una ardua tarea legislativa con el objetivo de igualar los coeficientes tanto del área urbana como de la «part forana», permitiendo la entrada de representantes de este último sector en los órganos propios de la región aragonesa.
Sin embargo, y siguiendo las líneas maestras de Pascual Ramos, la situación política era tensa, teniendo en cuenta que tampoco se puede calificar como un “rincón” el archipiélago balear, pues recibía incesantes contactos con los humanistas oriundos de Italia, o procedentes de aquellos aragoneses o catalanes que residían en la corte del rey Alfonso V de Aragón, establecido en Nápoles.
Una decisión desafortunada del gobernador de la época, Gaspar de Pax, en 1450, prendió la mecha de un enconado enfrentamiento, mantenido desde comienzos del siglo, y que, en palabras de Pau Cateura, «en cualquier caso, la ‘revolta’ presenciará no solo la lucha entre foráneos y ciudadanos, sino también la pugna entre campesinos radicales y moderados, partidarios de reconducir la situación por vías negociadoras» (Bennàser, 1993).
El desorden, entonces, se apoderó de la zona, y cualquier intento de mediación pacífica para solucionar el descontento acabó en fracaso. Por ello, y presionado por la oligarquía balear, el rey Alfonso V recurrió a la fuerza y aplastó militarmente la sublevación popular, con un período posterior caracterizado por una brutal represión, reparaciones económicas impuestas en cada villa balear y purgas descontroladas.
Conclusión
A partir del estudio y de la explicación racional y objetiva de estos tres episodios sociales de la Baja Edad Media peninsular, se pueden extraer importantes conclusiones al respecto, que son aptas para una posterior generalización.
Se puede considerar la depresión económica del siglo XV como la la chispa que prendió la mecha de los conflictos sociales. Para Pascual Ramos (y para quien escribe este artículo), «durante los últimos siglos de la Edad Media las incesantes guerras, cambios monetarios, aumento de la fiscalidad, hambres y epidemias fueron los principales factores que desencadenaron la mayoría de las revueltas» (Ramos, 2002). La coyuntura desfavorable que caracterizó la quinceava centuria favoreció, entonces, a estos movimientos, pues provocaron una crisis en las relaciones entre los diferentes estamentos asentados desde antaño.
El mismo autor (Pascual Ramos) dirige su atención hacia tres factores que también son destacados e interesantes al mismo tiempo: crisis del sistema, pues empezaba a mutar y convertirse, gracias al Humanismo y al Renacimiento, en lo que conocemos como estados modernos; crisis entre estamentos o “lucha de clases”, que puede ser tomada como una lejana antesala a lo que se verá en los siglos XIX, XX y tal vez XXI, y que son la columna vertebral de la ideología marxista; y, por último, una nueva mentalidad, en la que se han transformado lo que, hasta entonces, los rasgos de lo que denominamos “injusticia”.
Las nuevas corrientes de pensamiento, características de la Edad Moderna, cambiaron los ropajes ideológicos que venían vistiéndose desde hacía siglos en la Europa Occidental. El nacimiento de la burguesía, el incremento de poder de la Monarquía y la desintegración paulatina del feudalismo (dependiendo del sector geográfico), apuntalarán lo ya explicado.
Bibliografía
- Álvarez Palenzuela, V. Á. (2011). Historia de España de la Edad Media. Madrid: Ariel. Pág. 773.
- Bennàsser, P. C. (1993). Mallorca: de la revuelta forànea al fracaso del» Redreç». Pedralbes: revista d’història moderna, 27-34.
- Ferrera Cuesta, C. (2005). Diccionario de Historia de España. Madrid: Alianza Editorial. Págs. 302 y 416.
- García, A. & Quirós, P. (28 de octubre de 2013), Más Isabel – ¿Qué son los remensas? RTVE Series. Recuperado de: https://www.rtve.es/television/20131028/mas-isabel-son- remensas/778704.shtml.
- Manzano Callejo, J. Mª. (16 de febrero de 2018), Las Revueltas Irmandiñas: la Galicia revolucionaria. En Nueva Tribuna:https://www.nuevatribuna.es/articulo/historia/las/20180216131210148616.html
- Pérez de los Cobos, P. L. (1972). La primera revolución del campesinado español. Payeses de remensa. Anales de la Universidad de Murcia (Derecho). Págs. 255- 266.
- Ramos, E. P. (2002). Consideraciones sobre la revuelta foránea de Mallorca (1450-1452) y las insurrecciones campesinas en la Península durante la segunda mitad del siglo XV. Mayurqa, 271-285.
- Real Academia de la Historia: Biografía de Enrique II de Castilla (http://dbe.rah.es/biografias/6635/enrique-ii).