Spider-man es, probablemente, el personaje más querido por el público general. Ha pasado de ser el modelo de héroe adolescente plagado de preocupaciones típicas de su edad a ser un adulto con su propia empresa que rivalizaba con Stark Industries. Y no solo eso, ha sido muchas cosas más que hemos podido ver a lo largo y ancho del multiverso de Marvel.
Este icono del cómic estadounidense creado por Stan Lee y Steve Ditko tiene mucho que enseñarnos a todos sobre Filosofía. En concreto, tiene bastante que enseñarnos sobre Ética y Moral. Todo empezaría cuando un día se nos revela la que es la frase más característica de Spider-man a través de un recuerdo que este tiene del Tio Ben. Esta frase se ha perpetuado para la posteridad como “With a great power comes a great responsibility” (“Un gran poder conlleva una gran responsabilidad”), tal y como la pudimos escuchar de boca del Tío Ben en la adaptación al cine de Spider-man de 2002. No obstante, cuando apareció por primera vez no tenía mucho que ver.
A pesar de todo, en Spider-man 2, película perteneciente a la saga de Sam Raimi, pudimos ver una de las mejores adaptaciones, por no decir la única, del momento de crisis existencial en Spider-man No More (1967). A mitad de esta película podríamos ver como decide, en base a las vivencias tan duras que experimenta el personaje, que ya no quiere ser Spider-man, pues la decisión de tener una segunda vida secreta en la que hace el bien común parece que le ocasiona problemas personales.
En este artículo, nos sumergiremos en el origen de la icónica frase de Spider-man y expondremos la relación que guarda con los filósofos utilitaristas y el precepto moral kantiano del imperativo categórico. Pero sobre todo, incidiremos sobre qué conlleva un gran poder y cuáles son nuestras responsabilidades y obligaciones como personas y ciudadanos.
I. ¿Cuál es el origen histórico de la máxima moral de Spider-man?
Muchos fans del trepamuros seguramente queden en un estado catatónico y de desconcierto cuando se enteren de que la frase más característica que define de manera melancólica, en ocasiones, el reloj moral del arácnido.
¿Sabíais que probablemente podamos trazar un legado ideológico entre la icónica frase de Spider-man y un pasaje del Nuevo Testamento de la Biblia? No literalmente, pero Lucas 12:48 dice así: «Al que mucho se le da, mucho se le exigirá; y al que mucho se le confió, más se le pedirá». También quizás a la parábola de los talentos (Mateo 25,14-30).
No es lo mismo que «un gran poder conlleva una gran responsabilidad», pero existe un legado ideológico. Extrapolando el concepto cíclico de la Historia que tenía Nietzsche a nivel ideológico, todas las ideas son cíclicas y se repiten cambiando las circunstancias que las provocan.
Se le ha atribuido múltiples orígenes a la frase de Spider-man. Hay quien piensa que el primero en decirla fuera Franklin D. Roosevelt en un discurso del 11 de abril de 1945 para el Jefferson Day:
«Hoy hemos aprendido en la agonía de la guerra que un gran poder conlleva una gran responsabilidad. Ya no podemos escapar de las consecuencias de la agresión alemana y japonesa del mismo modo que podríamos evitar las consecuencias de los ataques de los corsarios berberiscos un siglo y medio antes”.
Pero podemos remontarnos a otras frases con una clara relación. De hecho ¿y si te digo que podría llevarnos a la Revolución Francesa, a una asamblea del Parlamento británico de 1817 o a Winston Churchill?
Los orígenes exactos de la frase de Spider-man son bastante desconocidos, pero se puede teorizar al respecto como lo hemos estado haciendo hasta ahora. Al fin y al cabo, podría ser hasta más antiguo de lo que podamos pensar. Todavía más que la cita bíblica del inicio.
El Comité de Salut Public aux Représentants du Peuple, diputados prés des Armées de la République de la Convención Nacional de Francia en 1793 incluyeron en uno de sus Planes de Trabajo, vigilancia y correspondencia esta oración:
«Ils doivent envisager qu’une grande responsabilité est la suite inséparable d’un grand pouvoir».
«Ellos [los Representantes] deben contemplar que una gran responsabilidad es el resultado inseparable de un gran poder»
Nationales (Paris), Convention (2 de abril de 1793).
Por otro lado, el político whig William Lamb, II conde de Melbourne, para registrarse ante el Parlamento Británico, dijo lo siguiente: «la posesión de un gran poder implica necesariamente una gran responsabilidad» (William Lamb, 1817).
Por último, en 1906, Winston Churchill, cuando era secretario colonial del primer ministro David Lloyd George, dijo: «Donde hay un gran poder, hay una gran responsabilidad, donde hay menos poder, hay menos responsabilidad, y donde no hay poder, creo que no puede haber responsabilidad». Esta frase no tiene el mismo sentido que tendrá para Spider-man, pues aquí Churchill intenta justificar el orden y la legalidad dentro de un sistema colonial.
II. Tienes poderes. Ahora… ¡Hazte un disfraz!
Spider-man no es como otros personajes. No es un multimillonario a quien sus padres asesinados le han legado una fortuna, ni es un extraterrestre venido a la Tierra cual mesías. No, es un adolescente de carne y hueso al que un día una araña radioactiva le muerde y le otorga unos poderes que nunca deseó, pero que, al fin y al cabo, ya eran suyos.
Ahora bien ¿tú que crees que hubieras hecho si fueras un crío con superpoderes? Pues como seguramente has pensado, usarlos para sacar un beneficio propio (o igual no). En efecto, Peter Parker se hizo un disfraz y, como podemos ver en la primera película de Sam Raimi, se dedicó a ganar dinero con sus poderes. Todo se truncó el día que dejó escapar a un criminal y la decisión que tomó en aquel momento cambiaría el resto de su vida.
Si bien es cierto que hay una diferencia entre la película de Spider-man (2002) y los cómics, creo que Raimi supo potenciar esa disyuntiva al hacer que en lugar de simplemente dejarlo escapar, como en los cómics, decidiera no hacer nada porque “ese no era su problema” al haber sido estafado. Esa frase ya nos serviría para reflexionar sobre lo que es correcto y lo que no. Al final, el resultado es el mismo: el ladrón asesina a su Tío Ben (aunque en Spider-man 3 resulta que fue Sandman, pero hagamos como que no ocurrió), su figura paterna y una de las personas más queridas por el trepamuros, lo que supone el batacazo emocional más agresivo para Spider-man.
Ahora se nos presenta la primera disyuntiva: ¿Habríamos tomado la misma decisión y hubiéramos perdido al Tío Ben o hubiéramos actuado adecuadamente? Aquí cada uno responderá lo que más le convenga y muchos quizás pensemos que hubiese sido lo más lógico detenerlo sabiendo el resultado final, pero verdaderamente no podemos prever el resultado de todas nuestras acciones.
Spider-man nos enseña a diferenciar el bien y el mal con esta fábula moderna de manera simple, aunque, como muchos sabemos, la realidad nunca es tan sencilla. La conclusión a todo esto es que “un gran poder conlleva una gran responsabilidad”, pero «¿cuáles son los límites filosóficos de esta afirmación?» y lo que es más importante «¿la estamos entendiendo?».
III. ¿Qué haría nuestro amigo y vecino Spider-man?
Según Christopher Robichaud, Spider-man es un personaje bastante complejo que nos sirve de buen ejemplo para reflexionar sobre moralidad, sobre lo que está bien y lo que no. Aunque no sea una característica exclusiva del trepamuros, la verdad es que su compleja vida nos presenta bastantes vicisitudes. A estas preguntas que nos surgen, podemos darle respuesta desde dos perspectivas: el utilitarismo y la ética kantiana.
La respuesta utilitarista
El utilitarismo al estilo de Jeremy Bentham (1748-1832), como lo definió en su obra Introduction to the Principles of Morals and Legislation (1780), se fundamenta sobre un supuesto filosófico: las acciones de los hombres las guían su propia felicidad. Por lo tanto, una acción será correcta si, con independencia de su naturaleza intrínseca, le resulta beneficioso para acceder a esa posible felicidad.
Aunque pueda parecer un concepto egoísta por base, Bentham buscaba con él corregir la teoría de Hobbes sobre el estado natural de la maldad humana. Los utilitaristas se darán cuenta de que, si las acciones colectivas se componen de pequeñas acciones individuales, lo correcto sería aquello que sea bueno para la mayoría por encima de las necesidades personales.
En un principio, parece que Peter Parker cuando decide convertirse en un héroe se deja llevar por el utilitarismo más clásico y antepone sus deberes como Spider-man a sus necesidades como Peter Parker. Quiere ser Spider-man porque piensa que es lo mejor para el mundo.
En la balanza moral de Peter Parker se plantean dos cuestiones que piensa irreconciliables: ¿salir con MJ o salvar un bus lleno de niños? Obviamente, todos pensáis que lo mejor es salvar el bus. De hecho ¿Quién en su sano juicio y pudiendo hacerlo no lo haría? Pero plantearse estas preguntas contiene una falacia de falso dilema.
De entrada, el utilitarismo es una teoría moral que no pide imposibles, pero exige mucho de nosotros mismos. Pongamos un ejemplo: has trabajado duro, ganas un buen sueldo y quieres comprarte un ordenador de última generación, pero eres utilitarista y sabes que con todo ese dinero podrías hacer buenas obras y ayudar a distintas ONG. No tienes por qué darlo todo, sino quedarte lo justo para vivir y el resto donarlo.
Parece bastante duro ¿verdad? Pues básicamente es lo que le pedimos a Spider-man que haga con su vida, cuando ni siquiera nosotros estaríamos dispuestos. Queremos que Peter Parker deje su vida en un segundo plano porque tiene poder para ayudar al resto del mundo.
Pero lo que lo hace un héroe no es que tenga la capacidad para ayudar, sino que decide voluntariamente hacerlo aun a pesar de todo. Sin más, los utilitaristas rechazarían esta premisa, ya que estos pensarían que es su obligación, pero ¿y si el chaval solo quiere salir a bailar con sus amigos en lugar de salvar al mundo? ¿No hay otras personas que puedan encargarse?
En los límites mismos del utilitarismo encontramos las bases para empezar a hablar de la ética kantiana: las acciones supererogatorias o acciones que van más allá de las obligaciones. Es decir, existen dos tipos de deberes morales: los positivos y los negativos. Mientras que los deberes positivos son acciones que ayuden a los demás, los deberes negativos son aquellas acciones con las que no lastimamos a los demás.
En definitiva, según el utilitarismo, siempre que se encuentre dentro de nuestras posibilidades, debemos realizar nuestros deberes positivos, pero las acciones supererogatorias son aquellas que superan los deberes positivos, ya sea porque pueden ser peligrosos para nosotros mismos o porque no están a nuestro alcance.
Por lo tanto, nuestros deberes negativos se encuentran más al alcance de todos. En lugar de evitar el mal en el mundo, podríamos simplificarlo en no dañar a nadie. Si todos hiciéramos lo mismo, por ende, no haría falta realizar acciones positivas. O lo que es lo mismo, si no hay mal debería haber bien. Pero veamos qué guía nos ofrece Kant al respecto.
La réplica kantiana
La filosofía kantiana ha supuesto en gran medida una de las bases sólidas de las formas de pensamiento de la Edad Contemporánea, que no la única, ya sea por adscripción o contrariedad hacia Kant.
Immanuel Kant nació a principios del siglo XVIII y, entre otras cosas, es bastante conocido por su artículo periodístico que muchas veces se ha asociado con los fundamentos de la Ilustración, el llamado Sapere Aude. Pero quizás sea también conocido por el lector por sus dos obras capitales: la Crítica de la Razón Pura y la Crítica de la Razón Práctica. En concreto, nos centraremos en un aspecto de su segunda obra: el imperativo categórico.
Este concepto es clave en la deontología moderna que vendrá después de Kant. En otras palabras, el imperativo categórico supone la base sobre la que se construye la ética kantiana. Pero ¿en qué se basa? Como básicamente toda la filosofía kantiana, pretende un mensaje universal y a la vez unívoco que pueda ser demostrado desde las dos fuentes básicas desde la que las personas construimos nuestro conocimiento: la razón (o la capacidad de raciocinio) y los sentidos (o la experiencia que aportan los sentidos).
En resumidas cuentas, todas las leyes que rigen el imperativo categórico llevan a pensar que hay que obrar de acuerdo a una máxima que sea inquebrantable y universalmente válida (independientemente de tu ideología o religión). Por ende, es más deseable que actúes siempre que con ello no dañes a nadie en el camino.
IV. ¿Los poderes te obligan a ser un héroe?
En este artículo hemos partido del conocimiento de la máxima moral de Spider-man, es decir, “un gran poder conlleva una gran responsabilidad”, pero llegados a este punto deberíamos empezar a cuestionarnos si esto es cierto.
Por ejemplo, Spider-man no puede salvar a alguien (deber positivo) dañando a otra persona. Según un utilitarista, daría igual que Peter Parker decidiera dedicar su gran intelecto a la ciencia o fuera un héroe (Spider-man) salvando al mundo. De igual manera, haga lo que haga estaría cumpliendo con sus deberes positivos (usando sus capacidades para el bien común) y con sus deberes negativos (no dañar a nadie con ello), a no ser que utilizase sus dones para hacer el mal.
Por ponernos en otra situación, Bruce Wayne decide que el mejor modo de combatir el crimen en Gotham City es ponerse un disfraz de murciélago. Sin embargo, desde un razonamiento utilitarista, probablemente cumpliría con sus deberes positivos y negativos de manera más eficiente si dedicase su ingente fortuna a crear programas de desarrollo social y educación.
Tiene los medios para hacerlo, pero, sin embargo, decide no hacerlo por algún motivo, ya que parece que, golpear criminales y encerrarlos en un manicomio del que siempre se escapan, no funciona. Pero, entonces, ¿qué es lo que te convertiría en un héroe? Ser un héroe, dentro de las posibilidades de cada uno, es una decisión que rebasa los deberes de cada ciudadano corriente; es cuestión de voluntad. Y esta carga es tan grande que, en ocasiones, nuestros héroes sufren una crisis de identidad y deciden abandonar su manto de manera temporal o permanente.
Superman, en una historia de Alan Moore, decidió exponerse a la kryptonita dorada para perder sus poderes y vivir pacíficamente con Lois Lane. Si el mesías de DC tuvo que enfrentar ese dilema, cómo no lo iba a hacer Spider-man.
De hecho, en el cine pudimos verlo en Spider-man 2 cuando Peter pierde sus poderes temporalmente y decide dedicarse a su vida privada y sus relaciones interpersonales. Nada reprochable, pero, cuando se da cuenta de que sus acciones hacen el mundo mejor, resuenan con más fuerza que nunca aquellas palabras y retoma su traje.
Volviendo a la raison d’être de Spider-man, teóricamente Peter Parker no tenía ninguna obligación moral o legal de detener a aquel ladrón que luego mataría a su tío Ben. Sin embargo, al no hacerlo, esto le supuso una gran pérdida. Esto nos hace entender perfectamente por qué se siente culpable por aquello.
V. ¿Qué podemos aprender de todo esto?
La mayor fortaleza de los cómics, es decir, aquello que hace tan válidas y universales las acciones que vemos en ellos, es precisamente cómo nos vemos reflejados en aquello que leemos y los valores que nos transmiten para ser mejores día a día. Probablemente, Spider-man no sepa nada de utilitarismo y de kantismo, sino que intenta actuar de manera coherente consigo mismo.
Lo más interesante de las historias de Spider-man es ver precisamente como una persona inteligente y amable se desenvuelve en su mundo. Él es como tú y como yo, una persona anónima que se enfrenta a multitud de decisiones y a las consecuencias que estas tienen.
De este modo, todo lo que hemos estado comentando me lleva a pensar que siempre hemos malinterpretado la frase “un gran poder conlleva una gran posibilidad”. No es un discurso utilitarista que te dice que tener poderes te obliga a ser un héroe. Ni mucho menos.
En definitiva, cuando el Tío Ben le dijo esta frase a Peter, no quería coartarlo para que fuera un héroe, sino que le quiso enseñar a actuar de manera sabia, para saber cómo proceder y de qué manera de acuerdo a cada situación. Por eso, cuando el Tío Ben en todas las adaptaciones al cine se entera del modo en el que veja a Flash Thompson (aunque pueda merecérselo), decide reprenderlo, porque no es más fuerte aquel que tiene más fuerza, sino aquel que teniéndola decide no usarla imprudentemente.
Bibliografía
- Bentham, Jeremy (1987): An Introduction to the Principles of Morals and Legislation, en Mill, J. S. – Bentham, J., Utilitarianism and other Essays, Penguin, Londres.
- Kant, Immanuel (2000): Crítica de la razón práctica (Kritik der praktischen Vernunft) (1788). Trad. de E. Miñana y Manuel García Morente, Madrid, Espasa-Calpe, 1981 (2ª ed.). Trad. de Roberto R. Aramayo, Madrid, Alianza.
- Kant, I. (2003): Fundamentación de la metafísica de las costumbres, Encuentro, Madrid.
- Robichaud, Christopher (2001): “Un gran poder conlleva una gran responsabilidad: sobre los deberes morales de los superhéroes y superpoderosos”. En Tom Morris y Matt Morris (edds.): Los superhéroes y la Filosofía. Blackie Books Ediciones. Trad. de Cecilia Belza y Gonzalo García. Barcelona.
- Sánchez-Migallón Granados, Sergio: Utilitarismo, en Fernández Labastida, Francisco – Mercado, Juan Andrés (editores), Philosophica: Enciclopedia filosófica on line, URL: http://www.philosophica.info/archivo/2012/voces/utilitarismo/Utilitarismo.html (consultada el 18/09/2021).
- Mill, John Stuart (1960). El Utilitarismo. Aguilar.