¿Qué pensaban los romanos de la guerra?
Salustio nos comenta que los romanos estaban dominados por un ansia de gloria, una imagen simplificada de los romanos que ya no existían en su época, los que pertenecieron a la generación de las guerras púnicas. En cierto modo, la vida de un romano estaba dedicada a la guerra en gran parte. La política y la guerra iban de la misma mano, pues la guerra no era más que el medio último para ejercer una acción política, el imperialismo romano.
La construcción de carreteras a la capital solían ser obras realizadas por militares. Muchas colonias eran puestos militares de control territorial, donde se movían los artesanos, comerciantes, esclavistas, y hasta las prostitutas que nos evidencian la cantidad de dinero que movían los campamentos romanos. Estos centros demandaban tantos recursos como al mismo tiempo vendían y especulaban con esclavos y materiales sacados de la conquista, que a largo plazo desarrollaban un nodo comercial que desembocaría en una colonia cívica que mantendría durante mucho tiempo estas relaciones comerciales heredadas de la fase militar de la colonia.
No son pocos los autores como R. Heinze que pensaba que los romanos no disfrutaban ni valoraban la guerra mientras que por otra parte tenemos a quienes defendían un hegemon único en el que la elite estaba obsesionada con mantener un espíritu bélico que no se cuestionaba por nadie como es el caso del historiador William Harris. Los romanos evidentemente se dedicaban a misiones diplomáticas y económicas antes de lanzarse a una guerra como ultimátum, pero si algo nos demuestra Polibio es que la República nació y se desarrolló mediante un estado de guerra complejo. El éxito militar no solo reportaba cuantiosos beneficios económicos, sino que era fundamental para el cursus honorum de la política romana. Además, que la guerra para los romanos fue siempre una prevención armada contra sus vecinos, que aprendieron bastante en el contexto de las guerras italianas.
Si hay algo claro es que la aristocracia romana descubrió a principios del siglo II a.C. que la guerra era el principal motor que podría catapultarlos hacia sus fines políticos y económicos. Si hacemos caso a Harris, que, según él, los marxistas han fracasado en afirmar rotundamente que el imperialismo romano se movía por la vía económica, y que la aristocracia no tenía ningún motor económico en sus aspiraciones, sino que estas eran políticas y militares. Aquí vamos a demostrar cuan equivocado esta Harris y Heinze en cuanto a sus afirmaciones.
Entonces, ¿la implementación masiva de la esclavitud en Asia fue un proceso involuntario también? ¿los romanos se arriesgaron a un siglo de interminables guerras contra Mitrídates y los Seléucidas porque implementaron la esclavitud sin querer? ¿Los senadores romanos generaron inmensas riquezas patrimoniales en las provincias por simples acciones aisladas?
La Guerra Justa y las justificaciones de las acciones armadas
La interpretación defensiva de las acciones bélicas romanas se basaba en una conducta latina en base a los estereotipos que los griegos hacían de la política romana. No era la primera vez que Roma se preocupaba de las opiniones del mundo griego hacia su política exterior, y tiene su comienzo en la II Guerra Púnica en los años 219 y 218. El polémico asedio de Sagunto y la no intervención romana directa en su defensa.
Algunos autores han calificado esto como una especie de dejadez del Senado en defender a un aliado solo para buscar una excusa contra los cartagineses para sostener una guerra total. En cierto modo, hoy en día se ha defendido mas el argumento de que el Senado retraso la declaración de guerra en base a su política consular, pues no se podía declarar la guerra ni movilizar el ejercito hasta el próximo año consular. No entendería en que podría beneficiar a Roma retrasar la ayuda a Sagunto cuando el mejor parado fue el propio Aníbal, quien pudo ganar tiempo para lanzar su ataque hacia el norte de España y el Levante.
Es poco probable que hubiera una unanimidad entre los senadores en declarar la guerra a Cartago. Pues el problema de los autores no marxistas y antimarxistas, es achacar la clase senatorial como un único pensamiento uniforme y no grupos divididos y enfrentados entre sí. El odio de los romanos hacia los cartagineses esta mitificado en gran medida. Para Roma Cartago no era un peligro a considerar, y había mucho más interés en expandirse hacia el Valle del Po e Iliria que en España y África.
El Senado cartaginés tuvo también sus debates en cuanto a entrar en guerra contra Roma. No olvidemos que parte de la elite no estaba interesada en absoluto en entrar en guerra con Roma ni en entrar en Hispania, sino expandirse en el territorio africano y abrir relaciones con Macedonia y el mundo griego. El imperio español de los Barca provoco cierto recelo en Cartago, y la intromisión de Aníbal en Sagunto podría haber sido criticada hasta por los suyos. Que Roma declarase la guerra a Cartago meses después de la captura de Sagunto, no quiere decir que se olvidasen de sus aliados a propósito, sino que dentro del Senado había dudas y debates bastantes grandes en cuanto a ir o no a la guerra.
La ignorancia de los historiadores a culpar a Roma de la caída de Sagunto, es provocada por su desconocimiento hacia la geopolítica de la esfera mediterránea. Filipo de Macedonia era una amenaza mas real para Roma que Aníbal. En su discurso tenia pensado extenderse en suelo Ilirio y hasta incluso invadir la propia Italia tal como dice el discurso de P. Sulpicio Galba el ano 201 a.C.
Filipo fue un rey agresivo durante todo su reinado, y hasta acabo aliándose con los Barca para hacer una pinza contra Roma. Su dominio en la Propontide y el Egeo durante los años 202 y 201 era absoluto hasta que la flota de Pergamo y Rodas le pararon los pies. Muchos en la época consideraban a Macedonia como la potencia naval mas importante del momento, y para Roma como al resto de estados, el mar era el principal medio de expansión de una potencia. Cartago no tenía ningún valor como talasocracia tras perder su importante armada.
La interpretación de la guerra defensiva o justa, adquiere mucha fuerza en las guerras púnicas e incluso durante la expansión del primer siglo de la Republica mediante el estado de guerra permanente en los orígenes de la Republica cuando el Senado estaba alerta ante posibles enemigos que querían destruir la tan preciada y joven Republica romana.
Desde el punto de vista romana a través de Flavio, Roma solo había librado guerras para defenderse asi misma y a sus aliados. Harris se apoya en que la guerra justa era simplemente una llamada de atención hacia el mundo griego a modo de prensa mediática que criticaba las acciones bélicas de los romanos.
Se convirtió así en un discurso fundamental en las relaciones internacionales.
Según Polibio, los romanos buscaban siempre un pretexto para iniciar una guerra, en base al sistema político del consulado, cuyo puesto era el de comandante en jefe y tradicionalmente se daban poderes para ejercer una guerra por año. Roma siempre tenia cuidado de no parecer como una agresora sino como una defensora, como si fueran a la guerra por obligación, y es posible que antes del fin de las guerras púnicas, junto a los debates largos del Senado sobre ir o no a la guerra, y las múltiples amenazas, pudieran hablarnos de un pensamiento mas complejo que ver a Roma como una potencia agresiva y mas como un Estado que no tuvo otro remedio que intervenir para adelantarse a sus amenazas.
¿El Estado romano era el principal beneficiario del imperialismo romano?
Hacer la separación de Estado romano y la élite senatorial es tremendamente difícil. ¿Hasta qué punto se puede distinguir al Estado como un ente sin consciencia, pero con forma que participa de la expansión? Obviamente esto se debe a que la oligarquía participaba mayoritariamente en las instituciones gubernamentales y económicas de la República. Sin embargo, la élite republicana era tremendamente individualista, y eso lo prueba aquel sistema político social donde la importancia del patricio era alcanzar la laus y la gloria.
Polibio nos describe el Estado Romano como un ente abstracto que se esfuerza en producir hombres capaces de soportar cualquier cosa con tal de obtener fama acompañada de valor. En la actitud romana del funeral político, se expone al patricio en el Foro romano, donde un familiar o pariente cercano describía sus hazañas al pueblo.
Dentro de la ideología romana de laus y gloria, al Estado le interesaba romanos vigorosos y llenos de valentía para ejercer las campañas. Harris mencionó el decreto del Senado del año 154 indicando que prohibía las plantaciones de olivos en la Galia Transalpina. Esta medida proteccionista para proteger la agricultura interior de las colonias nos explica hasta que punto los terratenientes italianos tenían influencia en las decisiones del Senado.
Es algo obvio que la guerra movía dinero y beneficiaba a la élite, pues hasta los grandes escritores de la época ya dejaban constancia de hasta qué punto la mentalidad romana había pasado de la gloria al lucro. Cicerón dijo que los romanos con el decreto mencionado anteriormente habían dado la espalda a la justicia en favor de los intereses particulares. Cabe mencionar que Cicerón, muy crítico con este sistema, es a su vez otra prueba de la existencia de esta sección dentro de los patricios que se encuentra disgregada y enfrentada, representando aquellos que no participaron de los repartos y beneficios del expansionismo romano.
El Estado romano no era algo uniforme, pero tampoco hay que pecar en el absurdo de negar su existencia. Si bien, el Estado se dividía en dos: plebeyos y patricios. El Estado plebeyo surgió de una lucha de clases bastante peculiar, donde la élite romana aceptaba un marco jurídico independiente pero dependiente del Estado al mismo tiempo, donde reconocía los derechos de los plebeyos.
Desde ese instante, el status quo se mantuvo abriendo las puertas del Senado a los plebeyos con el Tribuno de la plebe. Pero el expansionismo romano lo cambió todo, y resultó que las conquistas militares no sólo enriquecían a la minoría dirigente, sino que empobrecían cada vez más a los pequeños propietarios y a los campesinos.
Consecuencias materiales del imperialismo romano
La sociedad romana se formaba en torno a una jerarquía patrimonial de sus ciudadanos. Los senadores eran quienes emprendían la carrera política, cuya trayectoria dependía de su ambición y su disposición a sacrificar su fortuna personal, que en la mayoría de los casos los llevaba a endeudarse. Durante el proceso de mandato se hacían promesas que debían cumplirse comprometiendo aún más sus propios fondos al mismo tiempo que su red clientelar.
A esto les sucede el problema de que tenían prohibido comerciar, y recomponer su fortuna era bastante difícil si no podían dedicarse a ello. En cuanto a la plebe, nos encontramos una clase social bastante diversa: campesinos, propietarios pequeños y medianos, comerciantes, etc. Su único peso contributivo era su mano de obra militar, que cada vez era más requerida a medida que las campañas militares aumentaban. El expansionismo romano provocó una serie de efectos que echaron a los hombres libres del campo sustituidos por esclavos para dedicarse a la vida militar.
Las deudas de la aristocracia forzaron en medida el apogeo imperialista del Estado. El gobierno de las provincias tuvo como principal móvil el enriquecimiento personal, y los ejércitos se convirtieron en herramientas políticas de un senador de turno que quería alcanzar la gloria personal y aumentar su fortuna. Curiosamente, el Imperio Romano fue menos agresivo de lo que fue la República, y donde el Estado distribuyó las propiedades para levantar suelo público, limitando a los senadores y alejándolos de puestos de gobierno provinciales que eran su principal fuente de ingresos.
Los senadores tenían el dinero, entre los plebeyos tenemos mano de obra, pequeños propietarios y comerciantes. Los senadores provocan una guerra, votan por sus decisiones, al mismo tiempo que no se ven afectados por ella únicamente para lucrarse de ella. La plebe no sólo no puede decidir este rumbo bélico, sino que son los mayores perjudicados y no les beneficia en absoluto dichas guerras.
Los pequeños propietarios tenían tierras que, de ser reclutados, quedarían descuidadas inevitablemente. Esto les hacía pedir préstamos para reacondicionarla si no querían que se perdiese y la familia muriese de hambre. Este llamado estrés socioeconómico tan característico de la época romana, llevaba a las clases bajas y medias a un modo de vida en el que podía cambiar rápidamente el instante en que se ganaba mucho dinero y al poco tiempo perderlo todo.
Jerry Torner ha trabajado bastante en analizar las clases sociales romanas sacando su contexto de precariedad social, que, en la mayoría de los casos, era un reto mantenerse cuerdo. Estamos hablando que, en base a las ruinas de los plebeyos, los mismos senadores y terratenientes que provocaban las guerras, incautan las tierras de los plebeyos a precios de ganga o incautarlas por deudas para enriquecerse aún más mientras los plebeyos cada vez más se convierten en proletariados sin tierras.
Al quedar sin tierras ni trabajo, estos plebeyos tendrían que emigrar a las nuevas colonias romanas o alistarse al ejército, que serán su motor de vida más importante en el último siglo de la imperialista y depredadora República Romana. Estos proletariados se apoyarán en elecciones de personajes populistas que pronto, protagonizarían las Guerras Civiles. Estamos hablando de que parte de los procesos que desencadenarían un cambio de régimen, provienen de una lucha de clases o una lucha social bajo una situación dramática para las clases bajas y el mundo romano.
¿Cuánto dinero generaba la guerra?
En el pasado las guerras han lucrado a las élites sociales, y han sido herramientas de poder para el establecimiento de grandes imperios. Pero el caso romano me ha parecido tremendamente peculiar, por lo exagerado que puede sonar si nos movemos en cifras espeluznantes que manejaban ciertos individuos de la élite gracias a los éxitos cosechados en las campañas militares.
Polibio es el único historiador que nos ha trasladado esta historia del imperialismo romano y sus nefastas consecuencias. Que el griego nos cuente de primera mano esta avaricia romana ya nos puede indiciar hasta qué punto esto fue una realidad que asumía no sólo la sociedad romana, sino hasta la sociedad del mundo heleno.
W. Harris nos traslada esta cuestión haciendo un análisis profundo sobre los principales beneficiarios del imperialismo, agrupando a senadores, sus clientes, y los equites. Si bien los comerciantes no participaban de la política, los negotiatores lograron invertir en el comercio fuera de Italia y beneficiarse de la expansión. Se otorgaron puertos para facilitar su oficio, y hasta privilegios especiales que dejaba por escrito que el Estado romano protegía a estos comerciantes romanos e italianos.
El aumento de su interés al expansionismo empieza en el siglo II a.C. Los publicani y financieros buscaban apoyo estatal a modo de préstamos para inversión. A menudo el capital no era grande, como los hermanos Cloacios en los años 60 cuando prestaron a Gitio unos miles de dracmas hasta un 48% de interés. El que los funcionarios intervinieran como una especie de prestamistas nos muestra como el Estado romano había aumentado su capacidad adquisitiva de capital, y ahora vamos a verlo en algunos ejemplos.
Tras el final de la II Guerra Púnica, los senadores romanos pudieron llegar a la conclusión de que la guerra era el negocio perfecto para el estado y sus bolsillos. Roma había adquirido la Península Ibérica, que no sólo le pagó los gastos de las pasadas guerras, sino que contribuiría a pagar las siguientes guerras. Las minas de Cartago Nova producían 25.000 dracmas diarios que equivaldría a unos 36,5 millones al año, y sólo estamos hablando de las minas de un rincón de la Península Ibérica. Cincuenta años después de la capitulación de Cartago en la II Guerra Púnica, el Estado romano aumentó sus ingresos a 648 millones.
Tras el final de la II Guerra Púnica, el estado se había endeudado y los ciudadanos contribuyeron pagando la deuda desde el 215 hasta el 187. La deuda se pagó con los botines de los generales, como Manlio Vulso, o Emilio Paulo tras la conquista de Macedonia llevando consigo una cantidad equivalente a 120 millones. Este movimiento de capitales se invertía en la construcción de obras públicas imponentes en Roma y en las nuevas ciudades de los territorios anexionados. El proyecto más caro que se conoce fue la construcción de Aqua Marcia a coste de entorno a unos 180 millones.
Sin embargo, nada supera el patrimonio, de quien fue el hombre más rico de Roma, del mundo antiguo, y a quien se le considera de las mayores fortunas que se han dado en la Historia. A los griegos les impactó mucho el crecimiento económico de los senadores romanos como su interés casi obsesivo por la riqueza, pero esa obsesión nunca se había visto como la de Marco Licinio Craso.
El padre de Craso fue ejecutado por Cayo Mario y Lucio Cornelio Cinna, quienes expropiaron sus extensas propiedades en Italia. Aun así, Marco Licinio Craso vivió provisto de todo para satisfacer sus necesidades en sus fincas de Hispania Ulterior. Tras la muerte de Cinna, Craso retornó a Italia usando sus relaciones clientelares para reclutar un ejército y ponerse al servicio de Sila para arrebatar Roma a los partidarios de Mario en el 82 a.C.
Craso invirtió en edificios contiguos a precio de ganga y los reconstruía empleando a sus esclavos para luego revenderlos a precios elevados para quien pudiera permitírselo. A esta fiebre del ladrillo se le sumó su papel de usurero para prestar dinero a numerosos políticos que a cambio lo ayudaban en sus intereses en el Senado. La riqueza de Craso ascendía a más de 131 millones. Plauto nos comenta que el principal resultado de la guerra victoriosa era el botín que se lograba de ella. Las fortunas que movían Craso, Emilio Paulo y otros senadores posiblemente llenaron los ojos de senadores endeudados y hasta de los propios legionarios.
El ejército romano demostró lo útil que era la vida militar para adquirir tierras y botín. No pensemos que los beneficios para los legionarios fueran mayores como se suele pensar. Los beneficios del pillaje y botín eran bastante secundarios, pero los legionarios no perdían el ímpetu de superar ese eslabón social y gozar de las oportunidades económicas. El imperialismo romano supone un movimiento de la codicia de una sociedad que fue impulsada a dominar el mundo bajo los deseos de explotar, capturar y a veces de invertir.
Bibliografía
- Brunt, P. A. (1971): «Social Conflicts in the Roman Republic»
- Connolly, Peter (2019), “La Guerra en Grecia y Roma”, Desperta Ferro Ediciones, Madrid.
- Harris, William V. (1979): “Guerra e imperialism en la Roma republicana 327-70 a.C.”, Siglo veintiuno de Espana Editores, sa.
- Southern, Pat (2006): “The Roman Army, a Social and Institutional History”, Oxford University press.
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