Cuando reinaban las picas de la falange macedónica
La guerra en el periodo helenístico tardío podríamos datarla entre el 220-168 a.C. a través de Polibio, quien ha demostrado más de una vez por sus escritos su conocimiento sobre los asuntos militares de su época. A través de él sabemos que hasta existió un tratado sobre el ejército macedonio, pero que no ha sobrevivido a nuestros días y que, además, Arriano en su “Ars Tactica” prueba su existencia.
Alejandro Magno y, antes que él, Filipo II de Macedonia cambiaron la guerra al transformar las tácticas militares tradicionales a un modo de guerra que se prolongó durante casi dos siglos. Toda la guerra en el lado oriental del Mediterráneo, desde el mismo Oriente Persa hasta el río Indo, tuvo que adaptarse a esta guerra de falange macedónica que destruyó al imperio más grande jamás conocido antes, el Imperio Persa aqueménida. De hecho conocemos que los griegos y, sobre todo, macedonios, sirvieron como mercenarios en distintos lugares exóticos, llegando a trabajar hasta edades avanzadas como asesores militares.
El mejor ejemplo lo tenemos en la misma Cartago, cuando se contrató a domadores sirios para incorporar a su ejército elefantes de guerra, o al propio Xántipo organizando el ejército de Cartago en la Primera Guerra Púnica contra Roma. La extensión del extinto Imperio de Alejandro Magno permitió una transmisión de ideas no solo culturales, sino militares para hacer un tipo de guerra que se consideraba la mejor y que hasta la aparición de la legión romana, había reinado los campos de batalla.
Nadie ponía en duda su efectividad, y los consejeros militares griegos no faltaron en ejércitos de distinta procedencia. Sin embargo, en el siglo I a.C., menos de dos siglos de la muerte de Alejandro, este modo de hacer la guerra había desaparecido prácticamente, y el estudio militar del ejército macedonio tan solo se daba como una simple formación cultural y de prestigio. Es en esta época, cuando tenemos escritos que nos describen las distintas estructuras, tácticas, adiestramiento e historial militar del ejército macedonio.
Organización del ejército
La unidad básica de la Falange según Asclepiodoto es el llamado “lo que se agrupa” o syntagma. Es decir, agrupación de hombres que oscilan el número de 256 en 16 columnas, por lo tanto, dieciséis hombres por columna. Lo organizaban un oficial de retaguardia, el ouragoi, siendo más importante el oficial de columna de primera línea de la formación. Tenemos también en el primer bloque oficiales de cuarto de columna y de media columna, siempre colocados en el extremo izquierdo de la formación.
Sin embargo, también contaban con un asistente llamado hyperetes, seguido de un heraldo, el stratokeryx, un portaestandarte llamado semeiphoros, y, sobre todo, el trompetero, salpingktes. Hay que especificar que estos oficiales no eran considerados parte de la falange, y, por lo tanto, eran supernumerarios.
Para entender lo que era el syntagma, estaba comandado por un syntagmarca, que dividía en dos taxeis confiándolas a un taxiarca. Éste comandaba la mitad derecha de la unidad, y su ayudante haría lo mismo, pero en la sección izquierda. Cada taxis suponía dos tetrarquías, bajo las órdenes de los tretarcas. Estas tetrarquías se dividían en 2 dilochiai, lo que serían doble columna, y se subdividía a su vez en columnas llamadas lochoi. Algo característico de esta organización, a diferencia de la Legión Romana, es que todos estos oficiales combatían en primera fila junto a sus hombres.
Primaban las filas individuales, que se denominaban alternativamente filas de vanguardia o protostates, mientras que las filas de retaguardia se llamaban epistates. Las formaciones estaban definidas en base a los enomotarcos que serían identificados en base a su respectiva fila, de forma que cada soldado sabía identificar a que fila pertenecía en base a su columna. En la falange, cada soldado forma junto con sus compañeros de mismo rango.
Merece la pena mencionar una lista datada del reinado de Filipo V (221-178 a.C.), conocida como Código Militar de Anfípolis, que sirve como obra principal donde se enumeran una serie de multas que sancionaban la indisciplina, como dormirse en guardias. Esta fuente nos sirve como punto de partida para descubrir como denominaban a sus rangos, los cuales la mayoría los he mencionado en este artículo, tanto los de bajo como alto rango. Aunque el número de soldados en la Falange suele variar con el ejército, el más característico había sido el de Filipo V, con su clásica división de Escudos Blancos y Escudos de Bronce en base a los 5.000 integrantes de la Falange con sus cinco quiliarquías.
Tanques en la Antigüedad. Los elefantes en los ejércitos de los sucesores
Uno de los cambios más importantes en la estructura de la Falange después de la muerte de Alejandro Magno, es la introducción de los elefantes. La estrategia de Alejandro y su Falange contaba con un brillante esquema de tácticas rompedoras para la época, cuyos enemigos no sabían contrarrestarlas y ni mucho menos replicarlas, como los persas, los nabateos, los fenicios, los indios, etc.
Había llegado un punto, en el que Alejandro Magno se vio imparable, con un ejército prácticamente invencible que no conoció derrota alguna. Con su muerte, el Imperio se fragmentó por sus generales, y su propio ejército, también lo hizo. En esta época, los ejércitos macedonios o helenos se encontraron con un problema. Que sus enemigos eran los mismos generales y soldados que habían acompañado a Alejandro, empleando sus mismas tácticas y estrategias, contra otros ejércitos que contaban con la misma experiencia y doctrina militar. Esto conllevó a un estancamiento militar.
La desesperación por encontrar un punto que equilibrara la balanza a favor, por muy pequeño que fuese, llevó a los Sucesores a experimentar con nuevas tácticas, alterando y cambiando, el esquema del mismo Magno. La primera vez que los macedonios vieron a un elefante, fue en la Batalla de Gaugamela, cuando los persas desplegaron un total de 15 elefantes. Los persas emplearon a estas bestias como unidad anti-caballería, pues su fuerte olor espantaba a los caballos. La infantería atacó a los elefantes y Alejandro, ordenó a la mitad de su Falange avanzar mediante intervalos quedando entre las columnas de la primera mitad, repeliendo finalmente a estos elefantes.
Alejandro Magno trajo hasta 200 elefantes de la India. Los Sucesores los integraron hasta para usarlos en sitios y combates urbanos, donde eran más efectivos. El elefante de batalla contaba con un castillo donde los jabalineros arponeaban o acosaban las unidades enemigas aprovechando la dura piel del elefante. Se sabe, que los cuernos del elefante eran cortados y en su lugar, se incrustaban colmillos metálicos como arma del elefante.
Sin embargo, la técnica del elefante de guerra no llegó a desarrollarse por una serie de limitaciones tácticas y estratégicas. Sobre todo, solía disminuir la importancia del elefante en las campañas por falta de reservas. Los elefantes no solo eran caros, sino que su crianza era lenta y su domesticación más aún. Para alimentarlos debían llevarse grandes reservas que servían para alimentar a caballos, y su transporte por los ríos era aún más costosa y difícil.
Los seléucidas emplearon a los Elephas maximus asurus, que eran bestias imponentes y majestuosas que los reyes asirios daban caza en su tiempo libre. Este elefante llegó a ser un auténtico tanque para la época, y que se tiene constancia por grabados de que llegaban al campo de batalla acorazados, siendo muy difícil de abatir. Esta especie se extinguió por el abandono de su crianza por parte de los romanos.
Durante la Batalla de Rafia (217 a.C.), donde los egipcios se enfrentaron a los seléucidas en batalla, tenemos un delicioso ejemplo de dos ejércitos macedonios tardíos enfrentándose con elefantes de guerra. Los egipcios entrenaron a los elefantes norteafricanos, que eran mucho más pequeños que los sirios, y que, en el pasado, solían usarse para intendencia y logística más que batalla. Los elefantes sirios chocaron con los elefantes africanos en testuz contra testuz, trabándose sus colmillos en el enfrentamiento y empujándose hasta obligar al adversario a retroceder hasta que finalmente, el elefante fuerte girase la cabeza para tumbarlo boca abajo. Esta era el combate más común entre dos elefantes en una batalla, donde la fuerza solía ser la garantía del éxito.
En teoría, el elefante sirio debía derrotar a los africanos por su fuerza y tamaño. Sin embargo, recientes estudios han sugerido que los elefantes de Ptolomeo no eran los mismos elefantes africanos que llevó Aníbal, sino una especie de bosque que llegaba a medir 2,35 m frente a los 3 metros del sirio, por lo que la diferencia de fuerza posiblemente no fuera tan abismal.
¿Qué fue de los veteranos de Alejandro Magno?
El cambio operativo más llamativo después de Alejandro Magno es sin duda la prioridad de la infantería relevando a la caballería de compañeros como principal arma ofensiva del ejército. Esto es muy importante de remarcar, debido a que como hemos mencionado antes, la aparición de ejércitos con mismas características estancó el progreso de la guerra en Oriente, y tuvieron que adoptar otro tipo de estrategias que debían, de un modo u otro, superar el legado de Alejandro.
En este caso, la caballería, que había sido la punta de lanza de Alejandro Magno en sus campañas, poco podía hacer contra escuadrones de picas en formación de línea. Esto provocó, como sugiere Walbank, que peltastas tuvieran cierto protagonismo en este nuevo tipo de guerra.
A pesar de la anexión de Persia, que contaba con la mayor reserva de caballería del mundo conocido, que engrosó las filas de caballería de los ejércitos sucesores, se pasó a un progresivo aumento de infantería pesada y formaciones cada vez más pesadas y estáticas. Es interesante remarcar la existencia de los soldados de Alejandro Magno de forma más tardía de lo que se piensa, sobre todo en Siria y Egipto. Será en estos lugares donde podremos encontrar menciones, que datan hasta el siglo II a.C., de soldados con escudos de la illa real, y que mantenían la agema de los ejércitos de Alejandro. ¿Podrían ser los mismos soldados que acompañaron a Alejandro o los descendientes de éstos? No estamos tan seguros, pero se desvaneció su rastro cuando los Escudos de Plata pasaron al mando de Eumenes, y luego a Antígono, perdiendo el rastro de los veteranos de Alejandro para siempre en la historia.
Campaña operacional de los Ejércitos Sucesores
Tenemos menciones de primera mano de Polibio, basándose en las guerras de Roma contra Macedonia, para tratar el tema de los campamentos macedonios. Resulta que, al autor romano, le resultó incomprensible el abandono y descuidado que hacían los macedonios en sus campamentos. En los análisis de excavaciones, parece ser que los macedonios tenían formas de montar campamentos, muy parecidas a la de los romanos. Montaban campamentos permanentes, hacían foso, y construían trincheras cuando se necesitaban.
Parece ser que las estacas de los campamentos eran ramas mal cortadas según Polibio, y es bastante crítico con este aspecto. Posiblemente Polibio tenga parte de razón en estas comparaciones. El caso es que los macedonios hacían patrullas nocturnas, y tenemos la mención de la Batalla de Pidna, cuando se produce la batalla por un pequeño enfrentamiento entre centinelas romanos y macedonios.
Durante la Batalla de Rafia, donde tenemos el enfrentamiento entre el ejército egipcio y sirio, podemos apreciar como va cogiendo importancia la infantería sobre la caballería. El faraón Ptolomeo IV estaba perdiendo la batalla, y el rey sirio, Antíoco III, se dispuso a emular la vieja táctica alejandrina de la caballería, conduciéndola contra la caballería egipcia, huyendo ésta y logrando así la posibilidad de hacer una maniobra de choque como habría hecho Alejandro Magno en el pasado.
Sin embargo, Ptolomeo IV rápidamente, optó por comandar personalmente su Falange y conducirla contra la Falange de los seléucidas. Mientras Antíoco III derrotaba a la caballería egipcia, Ptolomeo IV estaba liderando el campo con su falange, y sin darse cuenta, el rey seléucida, había perdido la batalla, y la guerra, pues la falange egipcia destrozó la línea y se perdieron hasta 10.000 soldados, pasando esto simultáneamente con el enfrentamiento de elefantes que mencionamos anteriormente.
En ciertas ocasiones, los ejércitos sucesores tenían la costumbre de dividir su ejército en campaña, algo que posiblemente tenía su propósito, pero que fue aprovechado por los romanos para aplicar su “Divide et Impera”. Esto ocurre, cuando Pirro distribuyó sus ejércitos por toda Italia para atacar a Roma, los aliados de Roma, las ciudades italianas del sur, y contra Cartago en el sur.
Las batallas y sus tácticas
En una batalla, era costumbre que el general cabalgase en primera línea para subir la moral y recordar las hazañas de su ejército o de sus antepasados. Llegado el momento, el general se unía la batalla en primera línea, ya sea mediante la caballería o la infantería. Este modo de actuar fue criticado por los romanos, que consideraban que un oficial debía estar siempre en retaguardia, pues la caída del general podía suponer una derrota irreparable, y posiblemente, tuvieran razón en este punto.
Cuando había llegado el momento, un oficial haría un izado de bandera, mientras los soldados gritaban y se lanzaban a la refriega. Es el caso de la Batalla de Gabiene en el 316 a.C. donde se perdieron horas en que soldados estaban intentando gritar más fuerte que el bando contrario. En el momento que empezaba la batalla, se preparaba una orden de ataque que era la señal para que cada soldado izase su escudo, lo deslizase con la correa hasta su pecho y con el antebrazo izquierdo, pasaba su mano izquierda por delante del pecho para sujetar la pica a la altura de la cabeza. “Levantar picas” dirían los oficiales, y con su mano derecha, se deslizaba hacia abajo por la asta del arma y estirando el brazo derecho lo máximo posible.
La carga se efectuaba con un toque de trompa, pero se tiene constancia de que, en estas situaciones, en las que el ejército estaba demasiado dividido, se hacía esta señal por banderas simultáneas. Hacer avanzar la falange era un objetivo muy complicado, y más en un campo abierto cuando el ejército actuaba en un orden tan cerrado y sin apenas espacio para maniobrar.
Si el enemigo aparecía por detrás, la falange se daba media vuelta de forma inmediata elevando las picas, tensando brazos y piernas y dejar caer de forma natural la pica hacia atrás. Cuando la falange se desplegaba en oblicuo, cuña o media luna, se hacía un escalonado de distintas speirai que provocaba una lenta o mala distribución de filas. Un ejemplo, lo podemos ver en la Batalla de Selasia que enfrentó a la Liga Aquea liderada por Macedonia contra Esparta.
Antígono de Macedonia, dividió su falange en dos alas y desplegó una tras la otra. Sin embargo, los espartanos los rechazaron en un contrataque efectivo, por lo que Antígono, tuvo que improvisar reorganizándola en una línea erizada de picas a modo de doble falange que logró hacer retroceder a los hoplitas espartanos. A pesar de ser un ejército tácticamente acorazado y de posibilidades tácticas interesantes, lo cierto es que la Falange, estaba perdiendo flexibilidad en sus decisiones tácticas y esto acabó desembocando en su desaparición tras la derrota de Pidna.
El fin de la Falange. La Batalla de Pidna
Los ejércitos romanos ya se enfrentaron en el pasado, a un ejército helenístico, aproximadamente en el 280 a.C. en las Guerras Pírricas. Posteriormente, Macedonia había apoyado a Cartago en la II Guerra Púnica, y había sufrido en su propio territorio, revueltas griegas alentadas por los romanos. La rivalidad entre ambas potencias era clara, y se iniciaron una serie de guerras que llevaron a la victoria romana y la imposición de tratados humillantes.
La Tercera Guerra Macedónica comenzó el 22 de julio de 168 a.C., donde dos legiones romanas dos alas itálicas y auxiliares, dirigidas por Lucio Emilio Paulo, se enfrentaban a la Falange de 40.000 infantes y 4000 jinetes del rey Perseo de Macedonia. La Legión, un nuevo actor, y la Falange, la reina del campo de batalla, se enfrentaron en los campos de Pidna. Los macedonios mantuvieron el orden, mientras que, a los romanos, les fue difícil atravesar las sarissas para atacar a los piqueros. La agema estaba en el centro, apoyada por mercenarios en los flancos. Los romanos eran incapaces de atravesarla, pero los macedonios parecían no avanzar para hacerlos retroceder.
En esta situación estancada, los romanos de Salvio, comandante de cohorte, arrojó sobre las filas enemigas el estandarte de la Legión. En un acto improvisado, los legionarios quedaron en shock, posiblemente hasta llorando al ver que habían perdido el estandarte sagrado de forma tan estúpida, y que esto, sería recordado como una ofensa que quedaría grabada durante generaciones. Pero Salvio, les ofreció la oportunidad de redimirse, ofreciéndoles recuperarla si tenían agallas para solventar la situación. Los legionarios, avanzaron de forma brutal y breve, haciendo una brecha en la formación enemiga, para tan solo, recoger el estandarte que había quedado tirado detrás de la línea enemiga, y volver por donde habían entrado.
Aún así, la formación macedonia quedó intacta gracias a la labor de los oficiales de las columnas. De hecho, los auxiliares italianos estaban sufriendo muchas bajas hasta que huyeron hasta la cresta del campamento romano. El mismo cónsul, Emilio Paulo, se arrancó su túnica de la rabia, según nos describe Plutarco. Del mismo modo, Posidonio nos cuenta que Perseo había huido dejando atrás a sus hombres, porque según el rey, quería hacer un sacrificio a Hércules en el templo de Pidna.
Sin embargo, se sabe perfectamente que, en realidad, el rey macedonio salió herido de una coz fatal de su caballo, y quedó tan perjudicado que fue incapaz de sostenerse y participar en la batalla, por lo que sus comandantes tuvieron que inventarse que la historia sobre el sacrificio a los dioses para ganar la batalla.
La primera Legión avanzó sobre el terreno deteniendo la ofensiva macedonia. Mientras, que la otra legión debía posicionarse sobre el terreno ganado y darles cobertura. En ese instante, los elefantes de guerra cartagineses de los romanos chocaron contra la Falange, despistada por este contrataque, y la desbandaron por el campo. La caballería macedonia intentó detenerlos, pero el olor de las bestias espantó a la caballería y fue un completo fracaso.
Los manípulos romanos ofrecieron una flexibilidad táctica que la Falange fue incapaz de reproducir en estas situaciones. Evitando que las fluctuaciones provocaran la mezcla entre elementos de diferentes unidades, pero la Falange, debía dividirse en secciones cuando hacía un avance, ya que el sistema macedonio no lograba mantener la formación cuando ésta marchaba, incluso en terrenos planos.
El terreno de Pidna contribuyó a la ruptura de la formación de la Falange con la falta de tiempo para desplegar adecuadamente el ejército. A esto se le suma la ausencia del general principal para liderar a sus tropas.
Una vez que las dos legiones se habían posicionado gracias a su flexibilidad, y la falange quedaba detenida, la batalla estaba perdida. En estos casos, los centuriones romanos dirigían a sus propios hombres para ocupar los espacios vacíos, o golpear sobre flancos desprotegidos. Grupos poco numerosos de legionarios romanos, se infiltraron en las líneas macedónicas, peleando cuerpo a cuerpo, donde los macedonios estaban armados con una sarissa de seis metros que no podían utilizar para el combate cercano, donde el legionario romano tenía las de ganar.
La batalla no duró más de una hora, costando a los romanos tan solo cien muertos, y la Falange, fue destruida al completo sin ser capaz de hacer frente a un ejército tan orgánico y flexible como la Legión Manipular. Tras la anexión del Reino de Macedonia, convertida en provincia romana, la Falange perviviría años más tarde en los Imperios Seléucida, y en Egipto, hasta desaparecer por completo a principios del siglo I a.C.
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