La civilización púnica es sumamente conocida para todo aquel que haga un seguimiento de la historia de Roma. Un lector apasionado conocerá quienes eran los cartagineses, de donde venían, que Cartago Nova estaba en la actual Cartagena, y que un tal Aníbal Barca era un gran estratega que cruzó los Alpes con unos cuantos elefantes de guerra. Fuera de esta versión generalizada, de Cartago conocemos en realidad bien poco, y se podría decir que la mitad que sabemos de ello, viene de una versión estereotípica de las fuentes latinas y griegas, y de lo poco que conservamos de su arquitectura. Debemos el mérito a los romanos, que se aseguraron de destruir sus vestigios más antiguos, aunque no del todo consciente, ya que cuando una gran potencia cae derrotada, directa o indirectamente, sus restos acaban desapareciendo.

cartagineses

En este artículo, iremos a algo más concreto, lo que sabemos de su ejército y flota naval, ésta última aunque no lo creamos, fue la más importante y la cual absorbía casi todos los recursos.  Pero antes me gustaría resumir en sí, ¿Qué es Cartago? ¿Quiénes son los púnicos? ¿La realidad está lejos de lo que sabemos por las fuentes latinas? Lo iremos viendo juntos.

La forja de un Imperio naval

«Mapa de las áreas de influencia cartaginesa y su máxima extensión territorial durante las Guerras Púnicas». 

La fecha canónica de la fundación de la ciudad africana, proviene del año 814 a.C., contrastada por los hallazgos arqueológicos y confirmados en las fuentes de la tradición fenicia. Cartago no fue más que otra ciudad fundada por la ola de migraciones proveniente de Tiro debido a la inestabilidad política de la zona. Cartago tuvo un propósito definido, y era acercar los ricos mercados de la Península Ibérica a Oriente. Se sabe sobre todo por el catedrático de historia antigua, Carlos González Wagner, la existencia de varias Cartago, al menos tres de ellas (podría haber muchas más), una de ellas en Chipre y la otra más conocida y posterior, en Iberia, siendo la africana una más del tablero.

Con el colapso de las ciudades fenicias y la desconexión de las colonias con la invasión persa, Cartago supo jugar bien sus cartas. La ciudad contaba con una posición estratégica que conectaba con las rutas navales de la península ibérica y la italiana, por lo que supo prosperar al margen de la metrópoli, crear una flota propia, e imponerse en los mercados para asumir el monopolio del comercio de metales en Iberia. Esto supuso un constante e interminable conflicto con el mundo griego, que se plasmaría en la isla de Sicilia.

«El mito de Dido fue uno de los relatos grecolatinos para dar un contexto mitológico al gran enfrenamiento entre romanos y púnicos durante las guerras púnicas»

El siglo V marco unos antes y después para Cartago, tras sus derrotas en Sicilia, y con el alto coste del mantenimiento de territorios tan lejanos, se enfocaron en una política expansionista hacia el continente africano. Durante aquella época se costearon increíbles expediciones navales, como la de Hannon el Navegante, que se cree que llegó hasta el Golfo de Guinea, como otras expediciones militares para someter a las poblaciones númidas y libias.

Las fuerzas armadas de los cartagineses

Hay que considerar que el ejército púnico no tiene nada que ver de una época a otra. Los cartagineses antes de las guerras púnicas, con la muerte de Alejandro Magno, consideraban que las mejores doctrinas de la época eran las llevadas a cabo por el rey macedonio y sus generales. Los púnicos en el siglo IV estaban helenizados, al igual que su ejército. Un ejército helenístico contaba con ciertas características: una falange de picas largas como pieza angular, una ciudadanía apta para el servicio militar, una caballería de apoyo y otra de choque con diferentes funciones, sumado a unidades de peltastas y honderos de menor número.

La realidad de la época, es que sólo un hombre consiguió hacer funcionar un ejército helenizado, y era el propio Alejandro Magno. Los reinos sucesores se vieron incapaces de hacer funcionar dichas doctrinas contra generales que también las usaban, y los cartagineses no fueron la excepción.

Se podría decir que Cartago no le fue tan bien, ya que para funcionar un ejército helenizado se debía contar con gran número de ciudadanos aptos para servir en la falange, y ahí estaba el punto débil de los púnicos en todos sus conflictos, la falta de mano de obra.

«A la izquierda un soldado libio, tropa de choque reglamentaria del ejército cartaginés.A su derecha un mercenario itálico, probablemente de Campania o el Samnium, aquellas zonas ocupadas por Roma, y cuyos habitantes se marcharon a luchar a favor de Cartago para liberar sus territorios».

Los cartagineses contaban con milicias ciudadanas para defender sus asentamientos, aunque no eran para nada fiables. Se puede ver en la guerra contra Agatocles de Siracusa, en el 309, una falange cartaginesa fue completamente destruida. Estas falanges se seguirían usando incluso en la Primera Guerra Púnica, con una participación mejorable, por no decir lamentable. Hasta esa guerra acabarían por disolverse finalmente, cuando los Barca introducirían doctrinas aprendidas de la guerra en la Península Ibérica, infantería pesada con jabalinas y armas cortas (los romanos se copiaran de este aspecto al final de la II Guerra Púnica).

En este aspecto en el que los cartagineses no podían reemplazar fácilmente sus bajas en las guerras, se cae en el absurdo estereotipo de que se servían en su mayoría de mercenarios, totalmente generalizado y fuera de la realidad como podremos ver. Los libios cubrían esta reserva humana más fiable y fresca del ejército en el peor de los casos. Eran profesionales enviados por las familias libias, propietarias de tierras y relacionadas con las familias de Cartago. Los lonchophoroi son aquellos jinetes libios armados con lanzas y formaban ordenados. 

«Los elefantes han sido el símbolo de la metrópoli africana, pero en combate, ha sido cuestionada su uso por parte de los generales púnicos. Los elefantes nunca se han demostrado efectivos salvo en una única batalla, la de Túnez por Jantipo de Esparta. Hannon achacaba que parte de las derrotas sufridas se debían a la torpeza de estos animales en batalla y su difícil mantenimiento. Los romanos los emplearon tras la capitulación de Cartago, pero no tardarían en descartarlos al ver de primera mano su poca utilidad en el campo de batalla.»

Los númidas aportaban en su mayoría caballería, pero eran consideradas las mejores unidades por los cartagineses, al menos desde la Primera Guerra Púnica, que salvaron más de una ocasión como la Batalla de Túnez contra Régulo en el 255. La caballería ligera a diferencia de las ostentosas caballerías helénicas, cabalgaban sin sillares ni bridas, armados con apenas jabalinas, provocaban una incesante lluvia de jabalinas que diezmaba a la caballería pesada enemiga, más lenta y torpe.

De la Península Ibérica, probablemente, provenían las mejores unidades, la élite del ejército púnico. La infantería pesada scuttati, ya sea como mercenarios o aliados de los cartagineses que hacían un juramento de honor con alguno de sus generales. Estos iberos formaban una densa falange con un enorme escudo que les protegía el cuerpo entero, con lanzas arrojadizas que quebraban los escudos enemigos y los diezmaba antes de lanzarse al cuerpo a cuerpo, cuando sacaban, un arma corta, muy eficaz para destripar al adversario enemigo.

«Jantipo de Esparta, fue uno de los generales griegos contratados por Cartago para luchar contra Roma en la Primera Guerra Púnica, crítico con las doctrinas cartaginesas, y victorioso en la Batalla de Túnez, tras derrotar completamente a Régulo gracias al uso de elefantes y caballería númida».

En cuanto a los galos, aunque es cierto que se admiraba su bravura en la lucha, eran tropas poco fiables, y en ocasiones, junto con otras unidades íberas, eran usadas como fuerza de choque para lograr un impacto y quebrar la posición enemiga, para luego atacar con rapidez esa zona con mejores unidades.

¿Ejército de mercenarios?

Generalizar es caer en el error, y hablar de ejército mercenario supone un pensamiento simplista y poco profesional, que implica el desconocimiento del verdadero ejército cartaginés. Éste se componía de numerosas fuerzas de distintas unidades, algunas de ellas ni siquiera recibían salario de la propia Cartago, sino de sus oficiales o de los aliados de la misma, como los reyes númidas o las familias libias.

En Cartago había un rico aglomerado de distintas tácticas, puntos de vista y estrategias de distintas culturas como podremos ver. Los númidas hacían la guerra de manera personal, dirigiendo sus propios ejércitos. Los galos solían ser mercenarios, organizados de manera tribal, como los iberos. Sus jefes, recibían el pago por parte de Cartago, y estos, lo distribuían a sus propios hombres. Los mercenarios tribales solían ser jóvenes que abandonaban sus poblados en tiempos de paz para servir como mercenario en busca de fama y aventuras. Si sobrevivían, dicho conocimiento adquirido era fundamental cuando volvían a la aldea, respetado por sus miembros y aplicado en las guerras con sus vecinos.

En cuanto los libios, hay poca información, salvo que se organizaban de forma parecida a los cartagineses. Los iberos en cambio son diferentes, adquirieron una forma de relaciones distinta que se vio plasmado con Aníbal. Los iberos seguían a una figura militar, un caudillo, al que juraban seguirle hasta que ese pacto de sangre se cumpliera o el caudillo muriese. Esto se ve cuando los iberos que siguieron a Aníbal hasta Roma, no le seguían por dinero o por obligación en su mayoría, sino porque tenían un pacto de sangre con él. Eran leales a Aníbal, no a Cartago, como se pudo ver también con Escipión.

«Soldado íbero en una recreación en Andalucía. Los íberos fueron soldados veteranos y muy queridos por sus oficiales cartagineses. Su espada corta sería empleada por el ejército regular púnico, así adoptada por los romanos después con la aparición del gladius».

Organización y la casta militar

El mayor problema que tuvo que enfrentarse Amílcar y Aníbal, fue la comunicación. Por culpa del idioma, se daban problemas a la hora de comunicar las órdenes. Imaginad el problema de que el general comunicase una orden, que debía traducirse al acto en varias lenguas para hacerlas llegar de manera correcta a diferentes unidades. A diferencia de Roma, los magistrados púnicos no lideraban un ejército, en su lugar lo hacía un general, un militar especializado, que duraba en el cargo en torno un año.

Los cartagineses tenían un código militar estricto que desfavorecía a quien fracasaba. Aquel que provocase la humillación de la ciudad, o sufría una derrota incompetente, era crucificado, una práctica muy común en la Primera Guerra Púnica.

«Aníbal Barca, personaje envuelto en leyendas y mitos de las fuentes romanas, pero considerado el mejor estratega de la historia antigua. Un claro ejemplo del arte de la guerra púnico».

Entre políticos y militares había una lucha entre sí y desconfianzas, como Aníbal y Hannon contra el Senado en sus distintas épocas. Es bien sabido que para que un ejército cartaginés funcionase en plena capacidad, necesitaba de un general que lo haya dirigido más de un año. El mejor ejemplo fue Aníbal, cuyo ejército no era el clásico cartaginés, debido a que Aníbal ejercía un fuerte personalismo en el mismo como otros generales antes que él, como Amílcar o el propio Hannon. Cada ejército era la pieza individual del general cartaginés dentro de determinado conflicto, y tomando las decisiones que sean necesarias para una mayor movilidad. Es por ello que los ejércitos cartagineses recién reclutados, o como me gusta decir, “un ejército recién salido del horno”, sean tan poco maniobrables y con más facilidad de fracasar.

Volviendo al ejemplo de Aníbal Barca, en el ejército que le acompañó a través de los Alpes no es el mismo que el de Zama, eso es muy importante. El ejército empleado en Hispania y los Alpes, el que bajó hasta Cannas, era un ejército con muchísima experiencia y que Aníbal conocía perfectamente tras haber aprendido a manejarlo. Conocía a sus tropas y sabía cuándo y dónde usarlas en determinados momentos, por lo que unas unidades con mayor sintonía con su general, le acabaría llevando a la victoria.

«Los ejércitos cartagineses eran la personificación del general al mando de ellos»

Por ello que en Roma no atacase Aníbal, también por otras mil razones, pero sobre todo, por el miedo del general cartaginés a realizar un asalto que le costase miles de vidas que no podría reemplazar. Los cartagineses siempre han sido muy cuidadosos a realizar asaltos que les costase muchas vidas, condicionadas por las pocas reservas humanas de su civilización, a diferencia de Roma, siempre prevista de hombres frescos para combatir guerras sangrientas. Perder hombres en una batalla o sitio, tendía a la dificultad del general de reponerlos, y mucho peor, que los reclutas eran menos experimentados que los veteranos, haciendo que Aníbal como otros generales púnicos sean menos agresivos y más cautelosos. En Zama, Aníbal empleó un ejército de reclutas que no conocía, que le era más difícil maniobrar con el y por ello, más propenso a perder contra las tropas más experimentadas de Escipión el Africano. 

Como conclusión de un tema controvertido y con la poca información que hay sobre el ejército cartaginés, pero si que era muy diferente al romano. Estaba definido por las carencias y las virtudes del poderío cartaginés, pocas reservas de hombres frescos que iban más destinados a la marina que al ejército, pero que podían reclutar con gran rapidez mediante estados subsidiarios suyos o pagando mercenarios. Esto implicaba que los ejércitos fueran preciados por los generales, y los ejércitos más veteranos, una pieza muy valiosa, que forzaba a los generales a ser cautos, como Aníbal, y escoger determinados momentos con sus precauciones, todo lo contrario a un ejército romano.

Bibliografía:

BLÁZQUED, José María; ALVAR Jaime; GONZALEZ WAGNER, Carlos; “Fenicios y cartagineses en el Mediterráneo”, Ediciones Cátedra, Madrid, 1999.

BARRECA. F; “La civilitá di Cartagine”, Cagliari, 1964.

GOLDSWORTHY, Adrian; “Las Guerras Púncias”, Ariel, Barcelona, 2002.

ROLDÁN HERVÁS, José Manuel; “Historia de Roma I, La República Romana”, Ediciones Cátedra, S.A. Madrid, 1981.

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