“La edad de oro de la seguridad”. De esta manera, Stefan Zweig define la Europa que precedió a la Primera Guerra Mundial y en la que él creció. Esta era una época que pronto echaría de menos y que fue devorada por la guerra.
Su «mundo de ayer» no son solo unas memorias. En realidad, con esta biografía lo que quería representar fue la derrota de la civilización, así como la derrota de la cultura frente a los instintos. Muchos, pues, podrían trazar un paralelismo entre el concepto derrotista de Zweig y la actualidad más inmediata. No obstante, no nos dejemos llevar por esos «instintos» y actuemos con prudencia.
Historia de una gran desilusión
Stefan Zweig siempre fue un privilegiado. Su condición social y económica le permitieron vivir una vida más o menos apacible. Llegó a vivir momentos tan cruciales de la Europa de su tiempo; como la Primera Guerra Mundial, la desmembración del Imperio Austro-Húngaro y cómo el panorama internacional caía en una debacle que sustituyó el optimismo de los años 20 por un contexto de crisis sin precedentes.
Pertenecía a la alta burguesía vienesa y durante sus años de formación como escritor, pero también como intelectual, le permitieron conocer a los más ilustres intelectuales de la Europa de comienzos del XX. Destacaron nombres como Rilke, Freud, Rodin, Strauss, Hoffmansthal y Schnitzler. Pero también otros de tiempos un poco anteriores como Rolland o Verhaeren. De todas estas amistades, podemos vislumbrar su particular visión.
Zweig fue un prolífico escritor, pero, en concreto, destacamos su «mundo de ayer» debido al contexto y motivación que envuelve este libro. Lo escribirá en 1940, desde el exilio en Brasil, desposeído pero acompañado de su segunda esposa.
Como a muchos judíos que pudieron permitirse huir de Alemania durante el régimen nazi, no tuvo una marcha ni agradable ni estática.En 1938, después de que el régimen nazi prohibiese sus libros en 1936, marchó a París. Pero esta no fue su parada final, ya que luego sus andanzas por encontrar un mejor lugar lo llevarían a Estados Unidos; no sin antes divorciarse de su primera esposa, Friderike María Zweig. Por último, rondaría varios países latinoamericanos hasta llegar a Brasil en 1941.
Stefan Zweig siempre fue un autor controvertido y crítico con su época. De hecho, su último grito de rebeldía vendría de su mismo suicidio un año más tarde. El 21 de febrero de 1942 invitó a un amigo a cenar a Ernst Feder, un escritor alemán amigo suyo, y este mismo describió la velada como agradable. Todo ello, a pesar de que comentaba que Stefan y su mujer Lotte llevaban días sin dormir bien. Esa sería la última noche para la pareja.
Dos días más tarde, encontraron su nota de «despedida». En ella decía: «Saludo a todos mis amigos. Ojalá puedan ver el amanecer después de esta larga noche. Yo, demasiado impaciente, me voy antes de aquí».
¿Qué podemos decir de su libro?
A quienes hemos tenido la oportunidad de leer su obra, nos impacta la descripción nostálgica del Imperio Austrohúngaro. Esa mítica Kakania de la que habla, y que, para Zweig, condensaba lo mejor del espítiru europeo.
En sus primeros capítulos, nos describe la educación, costumbres y la vida sexual de aquel entonces. Una época de paz y prosperidad para Europa, según Zweig.
No obstante, la intención de esta obra no es solo demostrar, ya en 1940, que cualquier tiempo pasado fue mejor. Obviamente, si que quiere mostrar ese contexto de confianza, esperanza y seguridad como una norma. Pero busca contraponer esos días tranquilos con la mácula que dejará la Primera Guerra Mundial en Europa.
De hecho, Stefan Zweig, en el verano de 1914, pensaba que la guerra era un mero trámite, que aceptaba con optimismo, que acabaría por traer la «unidad espiritual» de todo el continente.
El libro, a partir de la guerra, se vuelve prácticamente una enumeración de sucesos de manera lineal, que comienza con el regreso de los soldados a esos países recién creados. Luego, le sigue el intervalo de entreguerras, donde la confianza parece recuperarse, para luego acabar con el ascenso de los nazis al poder en Alemania. Ya no llegará a hablarnos de la Segunda Guerra Mundial porque no la ve acabar.
Las páginas de su libro esconden un testimonio de momentos cruciales de la Historia: el exilio del emperador Carlos I (de Austria y IV de Hungría), las primeras acciones fascistas en Italia, las primeras camisas pardas, los aplausos socialdemócratas a los nazis en el Reichstag, el parlamento británico celebrando el inútil papel que trajo Chamberlain y muchos otros momentos que no te puedes perder.
Europa para él no será una denominación puramente geográfica, sino una forma de ver el mundo, una concepción más intelectual que empírica. Personalmente, aprecié mucho los relatos sobre el ambiente de la Alemania de entreguerras. Verdaderamente te hacen sentir que lo estas viviendo en tus carnes. A esto se contraponen algunas anécdotas, como los favores personales que le hizo el mismo Mussolini.
Por las malas, Stefan Zweig acabará aprendiendo la gran diferencia que hay entre ser un cosmopolita y un apátrida cuando sea despreciado por su condición de judío. Pero, hay una lección que nos deja a entrever como causa del cambio entre ese mundo ingenuo que vivió en su juventud y la Europa que lo expulsa: los nacionalismos son una maldición que destruyen la libertad individual. Todo ello, atribuido como un logro netamente europeo.
Conclusiones sobre Stefan Zweig
No podemos negar que El mundo de ayer es un gran libro, así como una obra altamente disfrutable. Sin embargo, debemos plantearnos ciertas cuestiones al respecto.
¿Es probable que la visión de seguridad e inocencia de la Europa, de 1870-1914, que retrata sea fruto de su condición social que lo eleva sobre una torre de marfil intelectual? Claro, si lo entendemos de este modo, es normal que Zweig se llevase una gran decepción cuando aprendió lo dura que podía volverse la vida. Todo ello, fruto de la persecución ideológica y religiosa que padecería.
Por un lado, no podemos negar que Europa en aquel momento progresó significativamente: la ciencia avanzó más en años que en dos siglos, la juventud empezó a liberarse de algunos prejuicios, etc. No obstante, si todo hubiese ocurrido de manera tan significativamente positiva, no habría un motivo para que apareciesen regímenes totalitarios en Europa. Estas cosas no aparecen por génesis espontánea, sino que tienen detrás todo un germen social, político, cultural y económico.
Además, la visión que da Stefan Zweig podemos contraponerla con la de Walter Benjamin. A diferencia de Zweig, Benjamin (que era alemán y judío) retrata esta época como un mundo de inseguridad, decadencia y que se encontraba en descomposición.
¿Sobre quién se construye el progreso? En esa época que vive, es donde se forjaron los grandes movimientos obreros y de masas. Un contexto lejano a Zweig, que no sabía de fábricas ni colonialismo.
En este momento, rimando con la actualidad, se denunciaba la miseria y la explotación del hombre por el hombre. Además, Europa vivía migraciones masivas motivadas por la pobreza y la guerra. Existía, pues, una desconfianza hacia los regímenes parlamentarios y el sistema capitalista estaba en auge. Aunque, el progreso se construía sobre los hombros de la mayoría y se beneficiaban unos pocos.
Poco se habla del contexto, por ejemplo, de España tras la Primera Guerra Mundial, o, sin ir más lejos, del inicio del genocidio armenio. Pero es que, en 1900, Italia vivió como un anarquista mataba al rey Umberto de Saboya. Prácticamente, un año más tarde, otro anarquista tiroteaba al presidente McKinley (EE.UU.).
No podemos decir que estos años fuesen verdaderamente idílicos, como nos hace creer Zweig. A esto sumémosle la cantidad de leyes sobre diferencias raciales y religiosas que se impulsaron alrededor del primer tercio del XX. ¿Es probable que esa Europa humanista e ilustrada de Zweig estuviera manchada desde hacía años?
La conclusión que podemos extraer es que la visión de Zweig, a pesar de ser atractiva y nostálgica, es muy benévola hacia Europa. Quizás fueran más las ganas que tenía de ver lo mejor en cada uno que lo que la realidad le mostró al pasarle por encima. No pudo soportarlo.
______________________________________________________________________________
Se despide de vosotros, clionautas, Remus Okami con la intención de que reflexionéis sobre el pasado y las vivencias personales. No dejemos que estas oculten la realidad histórica.
Para más novedades, curiosidades históricas y más temas de divulgación, os recomendamos que os suscribáis a WordPress y nos sigáis por Twitter e Instagram.
______________________________________________________________________________
Bibliografía
- ZWEIG, Stefan, El mundo de ayer, Memorias de un europeo, Barcelona, El Acantilado, 2001.
- Los últimos días de Stefan Zweig (EL MUNDO): https://www.elmundo.es/cultura/2014/06/19/53a1d172e2704e334b8b4593.html (consultado 16/06/2020)