El siglo XIX fue el siglo de la Historia, durante sus años alcanzó el rango de disciplina universitaria, pasó a tener gran relevancia política y social, se establecieron sus premisas metodológicas en cuanto a la investigación y a la presentación del trabajo histórico y muchos de los historiadores del periodo alcanzaron gran prestigio siendo considerados maestros o precursores para historiadores posteriores.
El desarrollo de la Historia durante este siglo estuvo estrechamente relacionado con el establecimiento del Estado-Nación, tal como se entendió en el siglo XIX, y sirvió para justificar la creación del mismo en un sentido ideológico, social y económico determinado; así como dar base histórica a reclamaciones territoriales y a la expansión colonial que serían una de las principales características del periodo. La Historia, creada al albor de nuevas universidades o de institutos de investigación, formó parte del sistema dominante del momento y apoyó sin fisuras los regímenes respectivos, que aunque con diferencias coincidían en la defensa de un orden establecido alejado de cambios revolucionarios, y el desarrollo del capitalismo como motor de progreso de la sociedad.
Las corrientes historiográficas del momento, principalmente el historicismo alemán, el positivismo francés, que no deja de ser el historicismo alemán pasado por el tamiz galo, y la escuela whig (o liberal) británica partían de presupuestos metodológicos similares: la importancia del documento como principal fuente de la investigación, la búsqueda de la objetividad en la narración, la eliminación de presupuestos filosóficos ajenos a la Historia, y el papel preponderante de los grandes personajes y la política, en concreto de la exterior, en los temas de investigación.
El avance de la Historia durante el siglo XIX se vio favorecido por el desarrollo de las llamadas disciplinas auxiliares de la misma como fueron la Diplomática, la Archivística o la Numismática, así como al desarrollo de los estudios filológicos, en especial de las llamadas «lenguas muertas», que permitieron el acceso a documentos de la Antigüedad. Los Estados favorecieron este desarrollo con la creación de Archivos Nacionales, con Museos de Arte Antiguo, y en el apoyo a obras de recopilación de material popular básicos para la formulación histórica de los mismos.
El historicismo alemán
Será en Alemania durante el siglo XIX donde surja la principal corriente historiográfica del siglo, cuyos preceptos teóricos y metodológicos serán exportados por todo el mundo siendo la escuela dominante durante el siglo XIX y buena parte del siglo XX.
La preocupación por la Historia en Alemania ya se había iniciado a finales del siglo XVIII en clara oposición con los preceptos ilustrados de razón y progreso lineal de la sociedad.
El primero en ser crítico con estos ideales ilustrados será el filósofo Johann Gottfried Herder (1744-1803) quien en su obra Ideas para una filosofía de la historia de la humanidad rompe con la idea de una visión única de la Humanidad, al afirmar que ésta es múltiple y que posee varias formas de expresarse a través de cultura propias que son fruto de una época determinada y que no se repiten en otras épocas. Estos preceptos serán de suma importancia en la formulación historicista alemana.
En su obra cobran gran importancia las naciones, ya que ellas son el fruto del espíritu del pueblo (Volksgeist), y cada pueblo tiene su espíritu propio que habita en él y se manifiesta a través de las creaciones realizadas por el pueblo en cuestión. Por ello la labor del historiador consistía en descubrir el espíritu que habita en cada pueblo que analiza y estudia.
La obra de Herder tendrá una gran influencia en el movimiento prerromántico que surgirá en Alemania a finales del siglo XVIII y principios del XIX, viéndose reflejada en los estudios filológicos sobre la lengua alemana y en la recopilación de cuentos populares, leyes antiguas y fiestas del folclore alemán por Jakob Grimm.
La Historia concebida como disciplina universitaria a la que se debe aplicar un método de investigación nacerá en Alemania al albor de las reformas prusianas acaecidas tras la derrota de 1806 ante Napoleón. En el marco de las reformas educativas se creará la Universidad de Berlín en 1810, cuyo primer rector será Wilhelm von Humboldt (1767-1835) quien en su opúsculo Sobre la tarea del historiador afirma que la principal tarea del historiador es la exposición de lo sucedido, y que esta exposición ha de ser simple en su descripción, por ello ha de reunir los acontecimientos de tal manera que muevan el ánimo igual que lo mueve la realidad misma. La exposición de un acontecimiento debe presentarse como parte de un todo, y separar lo necesario de lo contingente, descubrir las sucesiones internas que llevan a que se produzcan determinados hechos. El fin último del trabajo del historiador es el descubrimiento de la verdad.
Las ideas de Humboldt influirán de alguna manera en la forma de hacer historia de los historiadores alemanes de principios de siglo. Así mismo la idea de crear una conciencia común alemana tendrá su expresión en la empresa iniciada en 1819 por Lorenz von Stein, ex canciller prusiano, quien bajo el amparo de la Universidad de Berlín y de las autoridades prusianas comenzará la recopilación de los documentos históricos en la Monumenta Germaniae Historica.
El desarrollo de la Historia en Alemania no escapa de las vicisitudes políticas del momento, que no son otras que la división nacional y el estallido de revoluciones de cariz democrático. Los historiadores profesionales alemanes tomarán un claro partido en ambas cuestiones, defenderán la unidad bajo la égida prusiana y la modernización de la sociedad y la economía sin caer en movimientos revolucionarios.
El historiador que hará de puente entre la historia romántica y el historicismo es Barthold Georg Niebuhr (1776-1831) quien en 1810 fue nombrado profesor de la Universidad de Berlín. Su importancia radica en la generalización del uso del método histórico-crítico en la historia al realizar un examen crítico y analítico de las fuentes documentales utilizadas.
En su Historia de Roma publicada entre 1811-12, abandona la reproducción de citas de los autores clásicos por la utilización de fuentes documentales.
A medida que la Historia se fue institucionalizando como disciplina universitaria y fue considera fundamental en la consolidación de un determinado orden político y sirviese a la deseada unificación alemana conducida por Prusia, se fue desarrollando un método de investigación, de análisis y de exposición que será dominante en Alemania hasta la segunda mitad del siglo XX y que se expandirá por todo el mundo. La corriente en cuestión no es otra que el historicismo.
El historicismo partía del presupuesto que la realidad sólo podía ser comprendida en su desarrollo histórico, por lo que cualquier estudio de las ciencias humanas debía partir de un análisis histórico. Los historicistas consideraban que las acciones humanas eran únicas e irrepetibles, por lo que sólo podían ser comprendidas desde su interior; con esta premisa no se podían aplicar métodos de investigación racionales y establecer leyes generales de desarrollo histórico.
Los individuos eran hijos de su propio tiempo y venían determinados por sus circunstancias, por lo que sólo podían estudiarse analizando su época, ello conllevaba que se considerase a la nación como un individuo más, que representaba las virtudes de su época, y que debía ser el principal elemento a estudiar en la Historia. Finalmente los historicistas afirmaban que la Historia era una ciencia, si bien su modelo de exposición se debía guiar por criterios literarios.
El principal historiador alemán de este periodo y que fue considerado por muchos como el padre de la historiografía moderna y guía para muchas generaciones de historiadores fue Leopold von Ranke (1795-1886) profesor de la Universidad de Berlín, cuya principal premisa era rechazar en la investigación histórica cualquier juicio de valor y cualquier supuesto filosófico para realizarla.
Ranke escribió en 1824 su obra más conocida Historia de los pueblos románicos y germánicos de 1494 a 1514. La importancia de la misma reside en un apéndice titulado Crítica a los historiadores modernos y que sin ser la intención del autor, fue considerado como un manifiesto metodológico. En el mismo realiza una crítica a la historia ilustrada y afirma que el historiador no debe juzgar el pasado sino simplemente exponer los hechos. Este precepto parece resumirlo en la famosa frase Er will bloss zeigen wie es eigentlich gewessen, que puede traducirse como mostrar los hechos tal como sucedieron, y que se convirtió para generaciones de historiadores en un reclamo metodológico por la que los historiadores debían obviar cualquier pretensión de analizar el pasado y buscar una investigación objetiva libre de cualquier prejuicio ideológico.
El documento escrito era para Ranke la fuente histórica por excelencia por lo que el historiador debía poseer una gran formación filológica para poder realizar un examen crítico de los mismos.
En la obra de Ranke el individuo histórico más importante era el Estado, ya que era la afirmación del pensamiento de un país concreto, por lo que se debía estudiar en su relación con otros estados, de ahí que sus investigaciones se centrasen en la política exterior y las guerras. Cada época era, para Ranke, única e irrepetible y no existía un progreso determinado hacía un objetivo concreto, ya que el destino de las naciones venía determinado por los designios divinos que marcaban los momentos decisivos de la Historia; de este modo afirmaba que las etapas históricas eran el reflejo de la voluntad de Dios.
Ranke defendía en lo político un reformismo moderado cercano a los liberales, por lo que fundó en 1830 la Revista histórico-política que tuvo escaso recorrido; con los acontecimientos políticos que fueron ocurriendo su postura se volvió más conservadora y aceptará la unidad alemana de Bismarck en la que verá la consumación del destino de Dios sobre Alemania.
El segundo gran historiador alemán del periodo fue Theodor Mommsen (1817-1903).Hombre de gran erudición conocía a la perfección todas las ciencias auxiliares de la historia como demostró en la colección Corpus inscriptionum latinarum, así como un gran dominio de la filología y del derecho, en lo cual era especialista. Su principal obra es la Historia de Roma que inicia desde sus orígenes y la termina con la ascensión de Julio César al poder. Su obra plantea los problemas del pasado traídos al presente, por lo que criticará todos los movimientos revolucionarios. En su opinión la tarea principal del historiador es presentar las diferentes evoluciones que han sufrido los pueblos en un determinado país. Su gran capacidad como escritor y la calidad literaria de su obra le hicieron merecedor del Premio Nobel de Literatura en 1902.
A medida que Prusia se fue convirtiendo en el poder dominante en Alemania y en especial a partir de la unificación en 1871, las universidades alemanas se llenarán de discípulos de Ranke en sus cátedras y puestos directivos de las mismas. El más famoso de ellos fue Heinrich von Treitschke (1834-1896) quien puede ser considerado más un publicista que un historiador, ya que sus obras, en especial su Historia de Alemania en el siglo XIX publicada entre 1879 y 1894 es una oda al papel de Prusia en la unificación. Su carácter político hizo que Ranke no lo considerada un discípulo suyo. La aportación más importante de Treitschke fue su noción en positivo del concepto de Sonderweg (camino especial) de Alemania, afirmando que si ésta tras desarrollar un progreso industrial seguía manteniendo estructuras semifeudales era porque así lo marcaba su destino especial[1]
El bávaro Heinrich Sybel (1817-1895) será uno de los principales discípulos de Ranke. Profesor de la Universidad de Múnich y posteriormente de Bonn, fue el fundador de la revista Historische Zeitschrift en 1859 de la que fue director hasta su muerte. En el artículo de presentación afirmaba que la principal tarea de la revista era presentar el verdadero método de la investigación histórica y señalar las desviaciones que se produjeran. Sybel estaba proecupado por la formación del profesorado no sólo universitario sino también de los Gymnasiums (institutos) ya que en su opinión la Historia tenía una labor formativa en el espíritu nacional; por ello fue el creador e impulsor de los seminarios de historia donde podían acudir profesores de instituto para investigar y formarse para su tarea.
Un historiador que tendrá su importancia si bien no puede considerarse discípulo de Ranke es Johan Gustav Droysen (1808-1884) quien difiere de Ranke en cuanto que no cree en la objetividad histórica. En 1833 publica su Historia de Alejandro Magno donde acuña el concepto de helenismo para designar el periodo comprendido entre Alejandro Magno y Cleopatra. Posteriormente se dedicará a la historia contemporánea y publicará una Historia de la política prusiana en la que defiende el papel de Prusia en la unificación.
Droysen es conocido por su obra sobre metodología histórica Histórica. Sobre enciclopedia y metodología de la historia donde sienta las bases del método crítico de las fuentes. En ella se muestra crítico con la posibilidad de buscar causas científicas o leyes naturales en la historia.
El suizo Jacob Burckhardt (1818-1897) si bien es discípulo de Ranke, amplía el campo de estudio más allá del Estado añadiendo la religión y el arte. Su obra La cultura del Renacimiento en Italia realiza nuevos planteamientos al añadir no sólo la descripción formal de las obras de arte, sino añadiendo una visión global que incluye la personalidad del artista y la importancia del paisaje y las ciudades en las que vivió éste.
Burckhardt será autor de una obra de reflexión historiográfica Reflexiones sobre la historia universal en la que señalará el peligro de dejarse influir por la filosofía a la hora de realizar un trabajo histórico, ya que éste se basa en la coordinación de diversos materiales, mientras que la filosofía se preocupa por subordinarlos.
Aunque apartado de la lógica de la Historia debe señalarse la aportación de la Escuela Histórica de Economía Política Alemana, puesto que afirmaban que el estudio de la historia era la principal fuente de conocimiento de las acciones humanas y del desarrollo económico; rechazando de plano que existieran leyes o teoremas económicos que pudiesen ser tomados como válidos para explicar la economía. Uno de los principales representantes de la escuela Gustav von Schmoller (1838-1917) tendrá su importancia, en lo que nos atañe respecto a la investigación histórica, por su disputa con Carl Menger (1840-1921) en lo que es conocido como Methodenstreit (disputa del método) ya que Menger defendía que se debía desarrollar un instrumental teórico-analítico para tratar la metodología de la investigación histórica; aspecto que rechazaba Schmoller.
Un caso peculiar fue el de Karl Lamprecht (1856-1915) que rompió con las reglas imperantes del momento y en su Historia de Alemania rechazaba analizar sólo el Estado y aportaba un estudio del desarrollo económico, el medio ambiente, apuntes de historia regional, así como de la cultura y la religión. La obra fue criticada en su momento, y aunque novedosa en la metodología lo cierto es que presenta importantes errores históricos.
El historicismo comenzó a entrar en crisis a finales de siglo cuando desde la filosofía se comenzó a cuestionar algunos de sus preceptos. El primer filósofo en poner en cuestión la formulación historicista fue Wilhelm Windelband (1848-1915) cuando estableció la diferencia entre ciencias nomotéticas que se dedicaban a estudiar la naturaleza y por lo que podían establecer leyes generales de desarrollo y las ciencias idográficas que sólo podían tratar fenómenos individuales e irrepetibles. Su discípulo Heinrich Rickert (1863-1936) fue el primero en presentar la crítica más importante cuando afirmó que la realidad empírica era múltiple y las ciencias se acercaban a ella de forma diferente. Así creaba la distinción entre las ciencias naturales que buscaban generalidades, leyes y aquello que se repite; mientras que las ciencias culturales que estudian lo irrepetible, entre ellas la historia que estudia la construcción mental del hombre y su traslación al progreso histórico del mismo. Parecida afirmación realiza Wilhelm Dithley (1833-1911) para quien no existe diferencias entre las ciencias naturales y las sociales. Las primeras estudian lo físico mientras que las segundas sólo se pueden comprender ya que son manifestaciones de la vida y sólo muestran experiencias y vivencias individuales.
Es interesante incluir un historiador, que si bien por su actividad cae fuera del siglo XIX, sí que tiene una gran importancia en el desarrollo de la escuela historicista alemana. Friedrich Meinecke (1862-1954) es el último gran historiador historicista alemán. En su obra teórica El Historicismo y su génesis afirma que el principio fundamental del mismo se había ya creado en la confluencia entre los últimos tiempos de la Ilustración y el prerromanticismo alemán, que habían defendido el individualismo y el desarrollo autónomo de cada persona y Estado, y se mostraban contrarios a cualquier tipo de generalización.
En toda la obra de Meinecke confluyen dos ideas básicas la importancia de las individualidades y el idealismo, entendido éste como las ideas de las grandes personalidades de la historia. En este sentido defiende que Alemania no desarrollase un verdadero estado democrático ya que la individualidad alemana es especial al resto de los países.
Sus principales obras son Cosmopolitismo y Estado Nacional donde realiza un estudio del sentimiento nacional durante el siglo XIX y La catástrofe alemana escrita tras la derrota en la Segunda Guerra Mundial (1946) y en la que afirma que la dictadura nazi fue una consecuencia del militarismo prusiano y de los errores de la democracia burguesa; si bien crea la idea que Hitler fue algo ajeno; si bien tanto Hitler como el nacionalsocialismo fueron un accidente en el desarrollo de la historia alemana.
La historiografía francesa
El desarrollo de la Historia en Francia, al igual que en Alemania estuvo ligada a los acontecimientos políticos que se fueron desarrollando, influida por la Revolución tendrá una postura ambivalente en cuanto resaltar los logros liberales de la misma, pero al mismo tiempo criticar los episodios más radicales. Los embates revolucionarios de la primera mitad del siglo XIX se vivirán con fuerza ya que muchos historiadores serán actores políticos de los mismos, y a partir de la derrota contra Prusia se formará una historiografía de postulados similares a la alemana que tendrá como objetivo formar a la nación y justificar la creación del imperio colonial.
A diferencia de Alemania, en Francia la llamada historia liberal-romántica tuvo una mayor importancia fruto de la influencia de la Ilustración francesa y de su idea de un progreso histórico en cada época histórica.
La importancia de la Historia para la formación de una ciudadanía acorde con los intereses liberales burgueses fue apreciada ya en tiempos de Napoleón, quien en 1808 funda la Escuela Normal Superior que alcanza un importante auge en el periodo orleanista y será la base para la formación del profesorado de Historia para la enseñanza secundaria.
El primer aporte a una historia de tendencia romántica viene de la mano de François-René de Chateubriand (1768-1848) quien publica en 1801 El genio del cristianismo que busca una aproximación al fenómeno cristiano por los caminos de la poesía. Esta obra abría las puertas a una Historia alejada de la intervención divina al tiempo que acercaba al catolicismo al progreso científico y técnico, apostando por una exposición descriptiva de los hechos y que el lector sacase sus conclusiones sin verse mediatizado por la postura del autor.
Con la restauración borbónica y el intento de volver a parámetros anteriores a la revolución surgirán historiadores involucrados en la oposición liberal que realizarán obras pegadas a los problemas del momento. Los dos autores más importantes de este periodo son François Mignet (1796-1884) y Adolphe Thiers (1791-1877). Mignet será el autor de una Historia de la revolución francesa publicada en 1824 donde compara ésta con la revolución inglesa, expresando una fuerte crítica a los excesos revolucionarios y defendiendo un gobierno liberal que buscase el bienestar material de la ciudadanía.
Thiers escribirá entre 1823 y 1827 una Historia de la revolución francesa en la que concede gran importancia a los aspectos psicológicos y tiene una estructura más narrativa en su exposición. Es el primer autor en utilizar el concepto de lucha de clases para definir los problemas en la sociedad revolucionaria.
En 1845 publicó Historia del Consulado y del Imperio obra que relata la política y las campañas militares y añade el problema de las finanzas públicas, pero nada sobre la vida en general de la Francia del momento.
Ambos historiadores son más bien narradores y políticos que historiadores, si bien Mignet siguió más tarde los preceptos de la erudición que llegaban de Alemania, mientras que Thiers tendrá una carrera política que le llevará a la presidencia de la Tercera República.
Augustin Thierry (1795-1856) tendrá una mayor rigurosidad histórica en sus obras, ya que al componente político que transmiten realiza un importante tratamiento metodológico basado en la crítica documental y en la utilización de una rigurosa documentación.
En su obra Cartas sobre la historia de Francia (1817) defiende las ideas constitucionalistas y la necesidad que cualquier país tuviese una. En Relatos de los tiempos merovingios (1833) realizará una historia romántica basada en los principales personajes del momento. Su principal obra es Ensayo sobre la formación del Tercer Estado (1853) una obra escrita para criticar al Antiguo Régimen, y en la que expone la necesidad de escribir una Historia alejada de los reyes y aristócratas y centrarse en el Tercer Estado, para lograr una historia que tenga como objetivo exponer el desarrollo del progreso de la sociedad civil.
La obra de Thierry aunque más elaborada que la de los anteriores citados, no deja de quedar en algo narrativo. Su importancia radica en que popularizó el trabajo histórico entre la población.
François Guizot (1787-1874) unirá a su labor de historiador la de político. Fue Ministro de Instrucción Pública entre 1832 y 1837 y bajo su mandato creó el Comité du travaux historiques en 1834, inició la Collection des documents inèdits sur l’histoire de France y en 1835 fundó la Société de l’Histoire de France.
Como historiador sus principales obras son Historia de la revolución de Inglaterra, Historia de la civilización europea e Historia de la civilización en Francia.
En la primera resalta la idea que la revolución inglesa permitió la creación de gobiernos liberales sin que fuera necesaria una revolución ce carácter violento que provocase una ruptura social.
En las dos siguientes siguiendo una formulación parecida a la de Voltaire afirma que la principal aportación de la civilización occidental es la aparición de la burguesía, idea que le sirve para justificar y resaltar a la Revolución Francesa, si bien se muestra crítico con los excesos de la misma.
Un autor que tuvo mucho éxito literario y popular en su momento, si bien su obra tiene poco valor histórico es Alphonse de Lamartine (1790-1874) quien en su obra Historia de los Girondinos defenderá la idea de éstos de una república de la fraternidad sin necesidad de llegar al Terror.
El historiador más importante y que más influencia ha tenido a posteriori es Jules Michelet (1798-1874) quien estaba influenciado por la obra de Vico y Herder a quien tradujo al francés. Participó de los acontecimientos políticos lo que le llevó a sufrir un exilio interior en el periodo del Segundo Imperio.
Su principal obra es Historia de Francia escrita entre 1833 y 1873, donde destaca la Historia de la Revolución Francesa (1847-1853) en la que ofrece una visión más personal de la nación, al intentar ofrecer una visión integral de la misma.
En su obra se asocia historia a pueblo, ya que en su opinión la historia es el resultado del crecimiento de forma inconsciente de los pueblos, por lo que a la historia política le añade un estudio del folklore, el lenguaje, la religiosidad, etc. De este modo su historia se aleja de una historia de las grandes personalidades y se centra en el pueblo, si bien éste queda reducido a las capas burguesas. Será de los primeros historiadores profesionales en tener presente la importancia del medio geográfico, pero siempre con la idea de libertad, ya que el hombres es quien realiza su propia historia.
Edgar Quinet (1803-1875) más filósofo de la religión y de las ideas que historiador en su obra La Revolución realiza un análisis más ideológico que histórico, afirmando que el principal logro de la misma fue el establecimiento de la idea de libertad en el pueblo.
Louis Blanc (1811-1882)político de tendencias socialistas, escribió una Historia de la revolución francesa terminada en su exilio en Londres donde consulta documentos de los emigrados y de la Vendeé. Es una de las mejores documentadas de ese periodo.
Alexis de Tocqueville (1805-1859) político y sociólogo es conocido por su obra La democracia en América donde sitúa las causas históricas que han llevado a la formación de EEUU como fundamentales para el desarrollo de la nación.
En su obra El Antiguo Régimen y la Revolución de carácter más histórico afirma que muchas de las medidas que tomaron los gobiernos revolucionarios ya se estaban implementando de forma lenta pero ineludible durante el Antiguo Régimen, y que sin ella hubieran llegado a completarse igualmente.
En el tránsito de la historia liberal romántica a la positivista erudita más similar a la que se realizaba en Alemania debe situarse la figura de Numa-Denis Fustel de Coulanges (1830-1889). Su principal obra es La ciudad antigua estudio sobre el desarrollo de Roma, donde destaca la importancia de la religión, en especial el culto a los muertos, en la formación de la familia romana y por ende de la ciudad. En el plano metodológico será el primero en afirmar en Francia que la historia sólo puede hacerse con documentos (en concreto las fuentes escritas).
En el desarrollo de una historia más erudita tendrá gran importancia la creación en 1868 de la Escuela Práctica de Altos Estudios que se dividirá en cuatro secciones, siendo la cuarta dedicada a los estudios históricos y filológicos. Con esta medida se imitará lo que venía sucediendo en Alemania ligando el desarrollo de la investigación histórica al conocimiento de los avances filológicos y de crítica textual.
La figura de Auguste Comte (1798- 1857) ha sido situada como referente filosófica en el desarrollo de la llamada historia positivista francesa. La realidad no es tal ya que Comte no fue historiador, y es más consideraba a la historia como una disciplina que no podía aportar leyes generales por lo que su función debía quedar relegada a ser una ciencia auxiliar de la sociología, la única que podía establecer leyes generales sobre el desarrollo de una sociedad.
No obstante siguiendo su espíritu en el afán de encontrar una ley histórica se sitúa la figura de Hipolite Taine (1828-1893) que afirmará que la Historia era similar a las ciencias mecánicas y anatómicas, por lo que podían encontrarse leyes que explicasen el desarrollo histórico. Este axioma sólo podía realizarse si, siguiendo a Ranke, se explicaban las cosas tal como fueron.
Su principal obra es Los orígenes de la Francia contemporánea (1876-1893) que no dejaba de ser un ataque a los excesos de la revolución francesa y una defensa de gobiernos fuertes que realizaran reformas como había ocurrido en Inglaterra.
Mantiene una línea parecida el filósofo Ernest Renan (1823-1892) conocido por su obra El porvenir de la ciencia y por su Vida de Jesús que causó gran escándalo al afirmar que Jesús no era de origen divino.
El cambio total a una historia erudita se producirá tras la derrota francesa frente a Prusia en 1870. En 1872 Ernest Lavisse (1842-1922) fue nombrado director de la Escuela Normal Superior manteniendo la idea que la derrota se debió a la falta de fervor patriótico, que si tenían los alemanes debido a la importancia del estudio de la Historia en las escuelas de primaria y secundaria. Para solucionar este “problema” empezó a controlar la selección del profesorado en especial de bachillerato, y escribirá un manual de texto que seguirá siendo utilizado hasta el final de la Segunda Guerra Mundial. Es el manual Histoire de France de la Gaule à nous jours y que tendrá como lema que “la Historia no se aprende por corazón sino por el corazón”.
La idea de la Historia como formadora de la Nación, tendrá gran auge en tiempos de la Tercer República, debido a la derrota, a la pérdida de Alsacia-Lorena y a la justificación de crear un imperio colonial. Con el fin de lograr este objetivo se irán creando más cátedras de Historia en las universidades y se inculcará y vigilará en los profesores de secundaria este espíritu. Paralelamente a ello se funda en 1876 la Revue Historique cuyo primer director Gabriel Monod (1844-1912) en su artículo de presentación afirmaba que la revista estaba dedicada a un público más amplio que sólo los historiadores, pero que todos los artículos estaban escritos con profunda severidad metodológica, critica textual e imparcialidad. El tema de la objetividad e imparcialidad tan reivindicada por los historiadores alemanes se convertía en norma en los franceses.
Al igual que en Alemania se irán creando institutos de historia especializada como la Escuela de Atenas dedicada a los estudios griegos y la Escuela de Roma al imperio romano. En 1886 se creó la cátedra de Historia de la Revolución Francesa cuyo primer ocupante fue Alphonse Aulard (1849-1928) que introdujo en los estudios de la revolución los métodos de erudición utilizados para la investigación de los documentos medievales.
En Francia tampoco fueron ajenos a la tentación de escribir un método de trabajo para los historiadores, y emulando a Droysen, Charles Victor Langlois (1863- 1929) y Charles Seignobos (1854-1943) publican su Introducción a los estudios históricos cuya primera línea es “la historia se hace con documentos” en clara alusión a los preceptos historicistas alemanes.
En Francia, la corriente positivista erudita estuvo en auge hasta el final de la Segunda Guerra Mundial, si bien apareció la Escuela de los Annales a finales de los veinte, no será hasta el fin de la contienda cuando ésta se imponga en las universidades francesas. En esta primera parte hemos analizado las dos corrientes principales de la historiografía del siglo XIX. El historicismo alemán será el más importante ya que será el modelo a seguir por el resto de países.
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[1] El concepto de Sonderweg en sentido negativo será utilizado de nuevo en los años 70 del siglo XX por los historiadores de la Nueva Historia Social Alemana, en especial por Hans-Ulrich Wehler que señalarán que ello será lo que impidió tener a Alemania un desarrollo equiparable al resto de países occidentales.
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