El hombre firme

Sir Winston Leonard Spencer Churchill (1874-1965)  vivió el tiempo suficiente para ver el auge y la caída del Imperio Británico. Pensad que nacéis en el palacio de Blenheim, en el pleno apogeo del reinado de la eterna Reina Victoria. Tenéis dieciocho años, sois ciudadano de la nación más poderosa y grande del mundo, sin saber que viviréis lo suficiente para liderar el Imperio a sus últimos momentos.

Winston Churchill en la vida militar

Winston Churchill pasó a la historia, no sólo por una gran propaganda política por parte de su gobierno al conseguir salvar Gran Bretaña del colapso militar, sino, por ser uno de sus líderes más carismáticos. No obstante, Churchill a lo largo de su carrera política tuvo errores fatales, uno tras otro, hasta que finalmente un mal paso le acabó llevando al final de su carrera.

La carrera de política de Winston Churchill desde su juventud hasta la Primera Guerra Mundial

Cuando decidió pasar a la política, trajo un aire fresco lleno de discursos afables, a la vez de combativos y llenos de humor. Su fuerte individualismo y prepotencia frente a las cuestiones partidistas, le labraron bastantes enemigos entre sus compañeros.

De no ser por Churchill en 1911, no se llevaría a cabo la modernización de los ejércitos británicos. Él mismo dirigió la transición del carbón al petróleo, al igual que modernizó la flota con los, nunca antes vistos, acorazados británicos. Los fracasos políticos le acompañarían el resto de su vida y durante la Primera Guerra Mundial, dejó patentes sus malas decisiones militares.

La Invasión de Galípoli (1915) fue una propuesta de Churchill para intentar conectar con los puertos del Norte y enlazar con su aliada, Rusia. Pero las tropas de la Comonwealth no consiguieron penetrar la playa y fracasaron tras ser rechazados continuamente por el ejército turco. Todo por culpa de la orografía, la falta de información del Almirantazgo y del servicio de inteligencia británico. Estos enviaron a las tropas terrestres a ciegas por un territorio letal y el fracaso de Churchill costó 250.000 bajas por combate. Ganándose el apodo de «el carnicero de Galípoli».

Tras lo de Galípoli, Churchill desapareció de la política, y muchos pensaron que fue su final. Pero el Sir británico era un hueso duro de roer, y su testarudez como su voluntad de seguir adelante, le permitió sobrevivir a sus errores y volver con más fuerza. En los años 30, regresó a la política, pero como un hombre cambiado. Había engordado unos cuantos kilos, fumaba los puros habaneros más caros del mundo, y era frecuente encontrarlo bebiendo antes de cada intervención o en descansos.

El desafío. La Segunda Guerra Mundial.

Tras la firma del Acuerdo de Munich de 1938, Neville Chamberlain entregó en bandeja de plata Checoslovaquia a los nazis. Esto permitió que la Unión Soviética, un poderoso aliado, cerrase de un portazo las relaciones con occidente por aquel espectáculo tan bochornoso. En ese momento, Churchill comenzaría a liderar la voz conservadora en contra de las cesiones nazis en Europa.

Neville Chamberlain con Hitler, tras cederle los sudetes de Checoslovaquia

Una vez más, el Imperio Británico entraba en otra guerra mundial, el 1 de septiembre de 1939. Esta vez con una Alemania renacida y más poderosa que antes. La “Drôle do guerre” o Guerra de Broma, en Francia, y la pasividad británica en la anexión alemana de Polonia, provocó que todos sus rivales políticos suplicaran a Churchill ponerse al cargo del país. Esto llevó a que le nombrasen primer ministro el 10 de mayo de 1940.

Churchill heredó una situación penosa. Francia estaba en la ruina y a punto de firmar el armisticio y los italianos amenazaban con tomar el Mediterráneo. La población británica no estaba preparada para afrontar otra guerra. Churchill levantó el ánimo con su discurso más famoso, cuyas palabras “sangre, sudor y lágrimas” se grabarían en la divisa de 5 libras en la posteridad.

El esfuerzo bélico tomó dirección a mediados de 1940. Se recuperaron las fuerzas terrestres de Dunkerque, y no sólo se frenó al decadente ejército italiano en Egipto, sino que se destruyó la Regia Marina, en Tarento, empleando guerra de resistencia.

El hombre indicado en el sitio equivocado puede cambiar la historia para siempre. Churchill fue fundamental para la derrota alemana en la guerra, aunque le quieran restar importancia. Pero, ¿fue un líder apto para liderar a los Aliados a la victoria? Los fantasmas del pasado, regresarían con más fuerza, en las decisiones del líder britano.

La Guerra Interna de los Aliados

En 1942, Estados Unidos, actuaba como el escudero de Gran Bretaña. Esta tenía la última palabra en las decisiones militares en el teatro europeo. La victoria aliada en África, así como la relativa falta de experiencia militar por parte de Estados Unidos, llevaron a Winston Churchill en una especie de paternalismo político hacia su respectivo aliado.

Stalin estaba desesperado con la situación del frente oriental. Las bajas soviéticas eran abrumadoras y se enfrentaba a todo el poderío de la Werhtmach con apenas un leve apoyo logístico del préstamo de arriendo norteamericano y británico.

Winston Churchill hablando con un afable Stalin

Los Aliados, barajaron respectivas posibilidades para aliviar la situación soviética. Alexandre A. Bria confirma que la posibilidad de invadir Francia se barajó en 1942, por parte de Estados Unidos, y que, la causa de que fuese desechado, fue la negativa de Churchill. El choque de intereses perjudicó, de manera dramática, las relaciones de los países aliados (EEUU, UK y la URSS).

Winston Churchill, consideró que el segundo frente debía abrirse en el Mediterráneo, apoyándose en el éxito de la Operación Torch y la rendición de Túnez. Descrito por Hastings, el plan británico estaba enfocado a preservar su liderazgo dentro de los aliados, poniendo un plan contrario y alternativo que pasaba por la invasión de Italia. El frente que tanto ansiaba Stalin, se abriría en Italia, un país debilitado y con pocas ganar de seguir en la contienda, sumado de otra invasión en Grecia.

La estrategia aliada para abrir un segundo frente

El plan de Churchill contaba con una intervención en los Balcanes después de la invasión de Italia, guiándose en dos puntos estratégicos relevantes: En primer lugar, la zona Yugoslava. Allí la guarnición alemana estaba sufriendo una guerra de guerrillas por parte de los partisanos, permitiendo que el frente alemán en el Sur se desmoronase ante una situación insostenible.

Mientras, el segundo punto era crear un enlace con Turquía, para convencerla de entrar en la guerra a favor de los Aliados y debilitar el suministro de petróleo rumano que se suministraba a las unidades panzer. Tanto Roosevelt como Stalin, se quedaron insatisfechos, hasta el punto que la URSS amenazaba con romper las relaciones con Gran Bretaña.

Stalin estaba a favor de la postura estadounidense, partidaria de que la forma menos costosa y estratégica de aliviar la situación en el frente oriental, era pasar por una invasión anfibia a Francia, donde el camino geográfico hacia Alemania tenía menos inconvenientes. La Primera Fase, llamada Bolero, consistiría en una acumulación de tropas en Inglaterra, seguida de la fase Roundup, que iniciaría el desembarco en Normandía a principios de 1943.

Incluso, se barajó un plan de emergencia por parte de los estadounidenses. Viendo la fatídica situación del frente oriental para la URSS, tenían pensado efectuar la Operación Slendghammer, en 1942, en el caso de que el destino de la URSS estuviera en peligro. Sin embargo, el proyecto fue retrasado por los británicos hasta 1944, cuando la situación en el Mediterráneo se acabó estancando con severas pérdidas aliadas.

El callejón sin salida

En este punto, trataremos con la debida complejidad del escenario italiano, y lo que supuso, en parte, un fracaso desorbitado de los planes británicos, que dañaría para siempre su posición dominante en el bando aliado.

La invasión a Italia, se transformaría en una batidora de carne, por las consecuencias de decisiones improvisadas, falta de compromiso de los comandantes aliados, sin haber objetivos destacables, y cuyos resultados al avanzar por la península, no compensaba el resultado adquirido.

La larga duración y los costes de bajas se transformaba en una especie de victorias pírricas para los aliados. Si vemos que se tardó 600 días para avanzar por la península italiana hasta expulsar a las restantes tropas alemanas en 1945, sumando un total de 40% de bajas aliadas. ¿Lo consideraríamos una victoria rentable?

Más si tenemos en cuenta, que un ejército en menor número, con problemas de abastecimiento como el alemán en 1944, pudo bastarse para defender el territorio con pocas unidades y tanques mejor equipados, aprovechando la geografía del lugar para causar estragos a los aliados.

La primera fase, en parte, tuvo buenos resultados para Churchill. Inicialmente, los desembarcos pillaron desprevenidas a las defensas italianas, y tras un avance rápido en Sicilia, el gobierno fascista no tardó en capitular y ponerse a favor de los Aliados. Pero también podemos decir, que ya se mostraban los primero síntomas que sentenciarían la campaña italiana.

Los primeros inconvenientes de la campaña

En Sicilia, el camino hacia Palermo se convirtió en una especie de competición entre Patton y Montgomery. Esto provocó que el primero no informase de sus movimientos al otro. Además, Patton no intervino en ayudar a los británicos cuando estaban teniendo problemas en el Etna.

El general Patton y Montgomery dándose la mano tras cruzarse en Sicilia

Esto se debe, a que Montogomery, era una figura cercana a la decisiones políticas de Churchill. Generales estadounidenses como Bradley, preferían a Alexander, como líder de la coalición militar, pero no se tuvo en cuenta en Francia. La falta de colaboración y los roces entre los distintos generales, sería aprovechado por los alemanes en Italia.

El mariscal Kesserling era consciente de la inminente capitulación italiana antes de la invasión. Por lo que reaccionó a tiempo prediciendo los movimientos de sus enemigos, invadiendo la mitad de Italia, y bloqueando a los aliados en Nápoles para ganar tiempo y pertrecharse en la Línea Gustav, una de las mayores fortificaciones más grandes jamás construida durante la guerra.

Por otra parte, Hitler adivinó que el siguiente objetivo era Grecia, por lo que envió ciertas unidades de apoyo a los Balcanes, neutralizando grandes focos de partisanos y capturando a parte del ejército italiano que había ahí, ordenando incluso masacrarlos si no se unían al Reich.

La Batalla de Montecassino de 1944, duró tres meses, siendo de las más sangrientas de la guerra

Visto como se desencadenaban los acontecimientos, podemos ver parte de las intenciones en la estrategia de invasión italiana. Churchill escogió la península italiana por cuestiones políticas. El escenario reducido, permitía que parte de las fuerzas estadounidenses, en mayor número tuvieran que reducirse a la mitad permitiendo luchar en igualdad de condiciones junto a sus aliados británicos, consiguiendo así, que los británicos tuvieran el mismo peso y autoridad.

El Cinturón de Hierro

El Alto Mando Alemán puso sus esperanzas en la Operación Todt, pensada para ralentizar el avance aliado en Italia gracias a un conjunto de líneas fortificadas, la cual, la más importante era la Línea Gustav, que se extendía desde el Tirreno y desembocaba en el río Garigliano.

Con pocas unidades, los alemanes lograron detener el avance gracias a estas fortificaciones y causar un gran número de bajas. En 1944, cuando la situación se estancó, Alexander intentó sin éxito abrir la línea con una serie de desembarcos improvisados en Anzio.

Tanto estadounidenses como británicos, estaban tan diezmados que tuvieron que detener la ofensiva para esperar la llegada de refuerzos de la Commonwealth, sumado a la retirada de las mejores tropas estadounidenses y británicas, tras la aprobación de la Operación Overlord, planeada para el verano de ese mismo año.

Mapa temático que representa esquemáticamente las fases y frentes de la campaña italiana

La Línea fue tomada en mayo, en parte, gracias a las tropas de montaña francesas, y parte de los pelotones polacos, muriendo gran parte de ellos. Pero para entonces, Gustav había cumplido su objetivo para Alemania, ya que Kesserling ya se había reposicionado con su ejército en otra línea de igual magnitud en el norte de Italia, la Línea Gótica, repitiéndose así, otro quebradero de cabeza para los Aliados.

Con la retirada de las tropas británicas hacia las islas británicas, Churchill entró en cólera, viendo que sus proyectos de desembarco en los Balcanes, la ruta hacia Europa Central, quedarían privados para siempre. Había quedado inviable, debido al imparable avance soviético en el este, y que Estados Unidos pensaba que no tenía ningún sentido intervenir, ya que los soviéticos acabarían llegando más tarde o temprano hacia los Balcanes a través de Rumania, que estaba siendo invadida en ese momento.

El relevo de liderazgo británico hacia los nuevos amos del mundo

La propaganda británica siempre ha funcionado de la mejor forma posible, dando en la historiografía un significado importante en el desarrollo del teatro italiano a la derrota de Alemania en el segundo conflicto mundial. No hay que menospreciar, la cantidad de esfuerzos logísticos y tácticos, llevado a cabo por Bradley, Patton y Montgomery, como la dificultad de la gestión de una coalición puesta en los hombros de Harold Alexander, compuesta de estadounidenses, británicos,  indios, franceses, polacos, etc.

Montgomery en el Norte de África

Sin embargo, la problemática del despliegue de unidades, de la escasez de materiales para efectuar invasiones navales en la península y la falta de coordinación aliada, permitió que un enemigo debilitado, como Alemania, pudiera defenderse efectivamente en un terreno geográfico favorable al despliegue de pocas unidades de élite, que bastaban para ralentizar las ofensivas aliadas.

La Línea Gótica trajo nuevos problemas. Los cielos nublados del norte de Italia permitieron a los alemanes no sufrir la supremacía aérea aliada, ya que los aliados no podían efectuar ataques aéreos. Los blindados eran acosados por unidades de infantería con material antitanque como los Panzerfaust, las carreteras limitaban la capacidad de movimiento de los regimientos, obligados a escalar montes y terrenos elevados, bajo el fuego de la artillería alemana.

El fracaso de la campaña italiana supuso un duro golpe para el liderazgo de Churchill, que había alargado inútilmente la guerra a consecuencia de sus ambiciones políticas. Estados Unidos demostró el 6 de junio de 1944, que la invasión de Francia era la vía más sensata para derrotar Alemania. En Francia, los Aliados avanzaban rápidamente hasta llegar a Bélgica y Alemania, mientras en el teatro italiano, el avance resultaba lento, por no decir, parado, hasta abril de 1945, cuando Alemania estaba siendo invadida tanto por occidente como oriente.

Francia era el camino de la victoria estadounidense; Italia, la muestra del fracaso de Churchill. Esto supuso que, en 1944, el primer ministro británico, cediera el protagonismo de las Operaciones a Estados Unidos. En la Conferencia de Yalta, se hizo más patente, que no pintaba nada en el destino del mundo, viendo que tanto la URSS como Estados Unidos, estaban dispuestos a liderar el futuro de Europa en los próximos años.

Bibliografía

  • Hastings, Max (2009), «La Guerra de Churchill», Editorial Crítica, Barcelona.
  • López, Jean; Aubin, Nicolás; Bernard, Vicent; Guillerat, Nicolás (2019).,“Historia visual de la segunda guerra mundial”, Planeta, Madrid.
  • Liddell Hart, B. H. (1970), “A History of the Second World War”, Putnam, Londres.
  • Porch, Douglas (2019),. “El Camino hacia la victoria, la Segunda Guerra Mundial en el Mediterráneo”, Desperta Ferro Ediciones SLNE, Madrid.
Consulta: 11,32 del 18/6/20 GmitUSegunda Guerra Mundial
2 comentario en “La caída de Winston Churchill durante la 2ª Guerra Mundial”

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