El concepto femenino en la época romana
En los pocos documentos dispersos que quedan, se suele resumir la larga trayectoria de la mujer desde la infancia hasta su muerte en la contribución del bienestar familiar, y la gestión del hogar.
Dentro de la historiografía, existe la contradicción de interpretar a la mujer dentro de la importancia de la creación de la civilización, al mismo tiempo que se explica la fuerza dinámica que las ha impulsado a luchar contra su “minoría de edad”.
Herederos de la antigua Grecia, los romanos pensaban que la actividad cotidiana en la vida suele derivar de una especie de degradación social e individual, la degradación del ser. En Roma, existía la mujer libre, que ejercía la matrona familiar, que debía traer niños al mundo y educarlos hasta la edad correspondiente, incluyendo la alimentación de estos.
Las criadas, las grandes olvidadas
En la clase patricia, observamos que ciertas mujeres no podían o no querían ocuparse de la lactancia de sus hijos, al menos, no durante la mayor parte del día. Las criadas eran normalmente esclavas, que permiten a la matrona patricia desentenderse, y dejando a una esclava ocupándose de la lactancia y otras actividades por ella.
Las niñeras o “amas de leche”, eran criadoras de profesión, muy condicionadas por su trabajo. En cierto modo, adquieren un vínculo casi maternal de los patricios y patricias, a los cuales ha criado durante su infancia, y cuya muerte sería más dolorosa como la de su madre biológica.
La propaganda iconográfica romana en la construcción de la mujer ejemplar
Las principales referencias del tema de la mujer romana suelen acoger un vocabulario que remite a la separación del pueblo y la élite. El concepto de “mujer plebeya”, se podría referir también al grupo de la “no élite”, el cual, agrupa la extensa multitud que no participaba del poder. La mujer plebeya guarda una de las pocas semejanzas con la mujer patricia, en relación a pertenecer dentro de la categoría de ciudadanía de segunda, y su marginación política y social, pero las similitudes concluyen ahí.
Hemos aceptado que la sociedad romana se rige dentro de ciertas funciones familiares y sociales, en las que participa como “mater”, la matrona casada que engendra hijos y atiende el hogar. Sin embargo, el matrimonio en Roma era un asunto privado, según la concepción ideológica que construyó la élite republicana en los orígenes de la República, exponiendo ciertos modelos de virtud.
¿Dónde viene esta construcción ideológica sobre la mujer romana virtuosa? Ahí viene lo bueno. Hay innumerables escritos de las reformas imperiales de Augusto: ejército, administración… pero, ¿el Princeps se ocupó del mundo matrimonial, y por incluyente, la de la mujer romana?
El adulterio en Roma era un problema muy serio desde antes del Imperio, y acabaría siendo perseguido con mayor intensidad durante el reinado de Augusto. El emperador prohibió la entrada de hombres infieles en las legiones, y se hicieron diversos mecanismos para evitar que esto. Augusto no inventó nada, al igual que su reforma administrativa, donde el Imperio no era más que un viejo edificio con un tejado nuevo, el emperador rescató diversas costumbres y tradiciones republicanas asociadas a la mujer romana ejemplar.
El hilado de la lana era una antigua costumbre femenina de la República original, donde la esposa tejía en el vestíbulo de la vivienda. Augusto aprovechó a Livia para crear una imagen de propaganda imperial, donde ella tejía delante de los invitados. Dentro de la introducción de estos elementos matrimoniales, había que buscar un busto, una imagen que propague esta idea sobre la sociedad romana: Livia
Livia, la mujer de Estado que dirigió un Imperio
El emperador estaba asentando los cimientos ideológicos de la Nueva Roma, la ascensión del Imperio Romano, un lavado de cara y la introducción de nuevos ideales matrimoniales no se pasaron de alto. El matrimonio de Augusto y Livia, no era cualquier otro, era el matrimonio que simbolizaba la unidad romana, y la praxis de la nueva sociedad patricia imperial.
Livia Drusila fue la segunda esposa de Augusto, y sin duda, una de las mujeres más influyentes del Principado. Nació en el año 58 a.C. en el seno de la familia Claudia. Hija de M. Livio Druso Claudiano y de Alfidia, de origen equite de la ciudad de Fundi. Durante el año 39, Livia estaba casada con Claudio Nerón, uno de los partidarios de Marco Antonio, que cayó en desgracia con la derrota de Actium.
Tras un encuentro con Octavio, ambos acordaron un matrimonio, estando ella embarazada de Claudio Nerón y con su hijo Tiberio, de su primer matrimonio. Se convirtió en todo un escándalo en Roma, el marido de Livia accedió al divorcio con Livia y Octavio con el de su esposa Escribonia.
Livia y Octavio se convirtieron en un matrimonio ejemplar del Estado romano, incluso propagandístico de la nueva era romana. Duró hasta 50 años, sin que ningún escándalo o problemas internos salieran a la luz de la sociedad ni del Senado. En el 35 a.C., al igual que su cuñada Octavia, fue declarada por primera y última vez de la historia de Roma, como tribunica sanctissima, un título que otorgaba a Livia una inmunidad nunca antes vista para una mujer.
Octavia también gozó de dicho título, por sus problemas con Marco Antonio y los conocidos episodios adúlteros de éste, que estaba en tensión constante con su cuñado Octavio. Se decía que éste título surgió para que los triunviros pudieran proteger a sus esposas, aunque es cierto que la mujer de Lépido no contaba con tal favor, ya que se piensa que ambos socios no contaban con él para esto. En el 18 a.C. y 9 d.C. se aplicó la Lex Iulii, que permitía a Livia quedar libre aparentemente de cualquier tutela masculina, que, aunque esto no fuera del todo cierto, sí que la permitió gozar de mayor independencia que el resto de mujeres patricias. Livia fue una de las mujeres de Estado, influyente y carismática, capaz de realizar
Livia ha sido foco de admiración por los lectores de la Antigua Roma, como una figura odiada dentro de un público machista surgido de Hollywood y las series de televisión. Su matrimonio con Augusto duró hasta 50 años, sin ningún escándalo o problemas internos que pudieran salir a la luz para dañar al Princeps.
Livia es un ejemplo de una mujer romana en el poder, influyente y carismática, capaz de realizar sus propias redes clientelares con personajes muy conocidos, como el propio Herodes el Grande.
La relación entre Augusto y Livia iba más allá que un simple matrimonio, era un matrimonio de Estado. Ambos compartían las decisiones sobre los asuntos de la familia, y Augusto discutía con ella hasta asuntos políticos. Livia sobresalió por defender los derechos sucesorios de la familia al trono imperial.
Los planes de Livia era que su hijo primogénito, Tiberio, fuera el sucesor de Augusto. Pero esto fue truncado cuando Agripa, se casó con Julia, hija de Augusto y Livia, y dio lugar a un matrimonio muy provechoso, engendrando a Gayo y Lucio César, Julia, Agripina, y Agripa Póstumo. Pero Agripa, murió en el 12 a.C. por lo que Augusto adoptó a todos sus hijos para asegurar la línea imperial.
Entonces Livia, aprovechó la situación para casar a Tiberio con Julia, aunque Octavio prefería a Druso para el matrimonio, pero murió en un accidente de caballo cuando estaba de campaña. En poco tiempo, Tiberio se convirtió en uno de los favoritos para acceder al trono, con el disgusto de Augusto, que todavía pensaba en los hijos de Agripa. Cuando los hijos de Agripa murieron, el trono estaba despejado para Tiberio, y fue llamado a Roma en el 14 d.C. cuando Augusto sufrió una recaída y cayó enfermo. Al morir, Tiberio fue nombrado sucesor.
Livia ha sido representada en novelas y series de televisión, descrita por el pensamiento del siglo pasado como una mujer cínica, conspiradora y malvada. Aunque sí lo fueron Augusto o Julio César, no hicieron lo mismo para asegurarse en el poder y defender sus propios intereses.
Incluso en series como la de Yo, Claudio, se le relacionaba las muertes de todos los sucesores de Augusto, incluido el propio emperador, cuando no hay pruebas que lo confirmen en la realidad, solo conjeturas, ya que la mayoría de muertes pudieron estar relacionadas por distintos personajes de la familia imperial aparte de Livia.
El personaje de Livia ha sido muy maltratado desde entonces, al igual que Agripina y Mesalina, culpadas por el cine como las causantes de los malos gobiernos de sus hijos, con Livia tenemos a Tiberio, y Agripina Nerón, ambas que apoyaron las candidaturas de sus hijos, fueron descritas como las irresponsables que llevaron la ruina al Imperio en esos duros momentos de crisis de gobierno.
Faustina la Menor, víctima de la política romana
Tras la reforma legislativa desde Nerva, Trajano o Adriano, a través del decreto de Orfitiano por el emperador Marco Aurelio en el 178, los bienes de la mujer pasaban a sus hijos varones, aunque ésta tuviese hermanos vivos. También se concedía a la mujer la posibilidad de hacer un matrimonio sine manu, en contra de la preferencia del padre. Marco Aurelio se casó con su prima Faustina la Menor.
En los años 170 y 174, le valió el título de Mater Castrorum. Parte del gobierno de su marido, se le atribuye a ella, ya que era representada como una de sus mayores consejeras y a quien Marco Aurelio siempre escuchaba. Un ejemplo, sería el de Avidio Casio, un traidor a quien Faustina quería que se ajusticiase, ya que se alzó contra el emperador, pero no consiguió que Marco Aurelio mostrara clemencia.
Faustina la Menor, a pesar de que las fuentes la representan como una madre ejemplar, fue acusada de adulterio por los rivales políticos de su marido. Esto llegó a oídos de Marco Aurelio, pero se tomó a broma los rumores, y dijo que, si fuera cierto, tendría que divorciarse y devolverle parte del lote a su esposa, y como era hija de Antonino Pío, su predecesor en el trono, pues tendría que darle la mitad del Principado.
A todo esto, la fuente que acusa a Faustina es la propia Historia Augusta, hablando que Faustina tenía romances con gladiadores famosos, actores, poetas y otras personalidades políticas importantes. También se rumoreaba que su muerte estaba relacionada con lo que sería una propuesta de matrimonio con el traidor Avidio Casio, que le prometió el Imperio y su mano si éste mataba a su marido, pero se negó, y ella por no caer en desgracia cometió suicidio.
Pero estos relatos están recogidos cientos de años después de su muerte, cuya veracidad es dudosa, sobre todo hablando de su reputación adúltera, que se llega a comparar con Messalina, pero hay que tener en cuenta que los enemigos de un emperador romano son numerosos, y el principal punto débil, sería inventarse rumores o sacar los trapos sucios de su mujer.
Las emperatrices como Messalina y Faustina la Menor, acusadas de ninfómanas o adúlteras, son un claro ejemplo, cuyas relaciones amorosas y sexuales se tienden a exagerar lo nunca visto. En todo caso, Faustina moriría en el 176, siendo divinizada por su marido Marco Aurelio, a quien tenía un enorme respeto.
El poder femenino en Roma
Las mujeres romanas estaban capacitadas para poseer patrimonio y administrarlo a su antojo. Un primer indicador de las posibilidades económicas femeninas era las leges sumptuariae, al igual que la lex Oppia, votada en el 215, que establece que ninguna mujer podía tener más de media onza de oro. Dicha ley buscaba evitar una exhibición demasiado vistosa en un momento social y políticamente difícil, que revela que en Roma existían mujeres muy ricas, con una población masculina recelosa de su situación.
Para Catón, un comportamiento inaudito era que las mujeres ocuparan cuestiones políticas y pretender incluso influir en decisiones de relevancia para el Estado. Para Catón, la mujer romana debía de estar en su sitio, el hogar, y que no se les pasara por la cabeza participar en actividades masculinas. Una mujer que busque la igualdad es aquella que se impondrá al resto de los hombres.
Según Valerio, las mujeres debían tener libertad de movimiento y reconocimiento social, como la mejor manera para fomentar las relaciones entre los sexos y que nada cambiase. Para las mujeres, la riqueza debía ser una enseña. En la práctica, no era así, ya que hay multitud de ejemplos de mujeres autónomas que dirigían su vida y su patrimonio de manera personal.
En las guerras púnicas, la población masculina de la República había disminuido, y las riquezas de los patricios muertos en combate, pasaron a manos de sus viudas. Esta situación era preocupante para parte de la población masculina, por lo que se tomaron medidas, como la lex Voconia. Esta ley impuso un censo patrimonial en el que se estableció que la sucesión hereditaria pasara a las hermanas, y no a las esposas, en un intento que la riqueza familiar estuviera al menos controlada por los líderes familiares. Para las tradiciones romanas, la mujer debía ser la guardiana del patrimonio familiar y no su administradora.
El comportamiento de los niños usado en contra de sus madres
El cuidado de los niños dejaba de ser responsabilidad de la mujer cuando acababan los niños el periodo de la infancia, aunque entre familias patricias se ha visto alguna que otra excepción, como fue el caso de Cornelia, la madre de los Gracos, los Tribunos de la Plebe que protagonizarían las hostilidades contra el poder senatorial en torno al 133 a.C. Algunos padres, se enorgullecían de ser los tutores de sus propios hijos, el propio Catón describía como enseñaba a leer, escribir, y combatir a su hijo.
En el momento en que eran apartadas de la vida educativa de sus hijos, la madre quedaba en un segundo plano o quedaba totalmente apartada de ello. Una mujer rica, tenía los recursos necesarios para permitirse no sólo contratar a un maestro, sino a uno muy bueno, que valía bien su precio respecto a su forma de enseñar, hasta ser importantes consejeros del ámbito familiar del pater familiae.
Era tal el poder de tales pedagogos, que más de una alumna fue violada o abusada sexualmente por uno de ellos. Para las madres plebeyas, cuya situación económica era desesperada, tenían que enviar a sus hijos a escuelas primarias. Las madres plebeyas que no podían llevarlos a las escuelas se comprometían mucho más en la educación familiar, sobre todo de las hijas.
Los hijos aprendían el oficio familiar, mientras las niñas eran instruidas por la madre para ayudar en tareas domésticas, sobre todo para cuidar de los ancianos o de los propios padres cuando estos eran mayores. Sin embargo, en la propia Roma, a pesar de separar la educación de los pequeños de sus madres, las mujeres eran focos de burla y culpabilidad del carácter de los hijos. Muchas de estas mujeres aristócratas, tenían sus propias actividades de ocio y reunión diferenciadas de los hombres, por lo que se las culpa desde el positivismo el abandono de la mujer a la educación de sus hijos, de forma injusta.
Conclusión
Los aspectos de la esfera patricia han sido de vital importancia para construir la iconografía femenina, los objetos que portaban las mujeres para constatar su posición social, se convirtieron en un elemento de exaltación del empoderamiento. Me refiero a los peines, los adornos personales, las joyas e incluso los altares de las diosas femeninas relacionadas con el hogar.
En ocasiones, los hombres patricios intentaban de algún modo limitar el poder económico de las mujeres, como la aprobación de la ley Oppia sumptuaria en 195 a.C. que tenía como objetivo limitar los objetos personales que una mujer podía portar en lugares públicos, aunque se acabaría derogando tras las protestas de las matronas romanas.
Esto implica que a pesar de construirse una sociedad patriarcal, no siempre se daba en la realidad. En Roma existió un vacío legal como en la antigua Grecia, las mujeres ocupaban puestos de relevancia, y las esposas de los emperadores tuvieron una influencia en el gobierno tan eficaz que las fuentes lo consideraban una amenaza o la ruina del Imperio Romano.
Las mujeres romanas podían optar por vivir bajo la sombra de su marido para sobrevivir, o elevar su opinión propia al mismo nivel que su marido, lo que significa la pérdida de poder del varón a favor de una mujer influyente y poderosa. La mujer romana tenía los mismos derechos del hombre, pero era inferior, sin embargo podemos abordar esta información con el cuidado de una posición estructuralista, donde la mujer regía el marco del sentido de la actividad social, cultural, económica y social de la vida romana.
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