Vivimos rodeados de imágenes. Tantas que igual vives extasiado ante la saturación de información que tienes delante tuya. Desde los anuncios en la televisión, en tu móvil o en el transporte público, vivimos rodeados de imágenes, que pueden ser un incordio. O podemos comprenderlas, adquirir criterio y alcanzar un gusto que vaya más allá de lo estético.
¿Por qué digo esto? Pues veréis, el otro día andaba navegando en la infinidad de las redes sociales (en concreto, Twitter) y me di cuenta de la cantidad de imágenes y obras de arte que somos capaces de procesar en el corto espacio de tiempo de un minuto. ¡Haced la prueba!
No obstante, ¿comprendemos todo lo que vemos? Quizás la respuesta más sencilla sea decir «no» y luego acompañarlo con un «pero». El Diablo se esconde en los detalles y esto no va a ser menos. Es por eso que creo que debemos empezar a saber sobre la Historia del Arte.
El concepto de Arte
El Arte es un concepto difícil de definir. Y no, no es que exista una trascendencia metafísica a su alrededor que nos impida conocerla. Es más, a final de cuentas, es una necesidad del ser humano.
Existen muchas definiciones y no conocemos una definición única e inamovible. Esto se debe a que el arte es una categoría histórica y cultural. Por lo tanto, esta concepción ha ido variando y mutando con las sociedades humanas.
«Toda obra de arte es hija de su tiempo y, la mayoría de las veces, es madre de nuestros sentimientos.
De la misma forma, cada período cultural produce un arte que le es propio y que no puede repetirse. El intento de revivir principios artísticos pasados puede dar como resultado, en el mejor de los casos, obras de arte que sean como un niño muerto antes de nacer.»
KANDINSKY, Wassily: De lo espiritual en el arte. Munich. 1911.
Veamos entonces, cómo ha ido variando el concepto de arte. La etimología de Arte que podemos leer en la RAE nos remite a los conceptos de ars y techné. Y esto no es baladí, ya que se distingue entre la acción mental (ars, o arte) y la acción manual (techné, o técnica).
El arte es una actividad humana, pues, si en los últimas décadas hemos podido ver algunas pinturas hechas por animales, esta no es más que una imitación de las personas. Los animales carecen del sentido racional que es necesario para esta preocupación artística.
Por ende, la finalidad del arte es también variable y discutible. El arte busca expresar sentimientos, o a veces evocarlos en el espectador. Hay también quien afirma que el arte pueda tener una finalidad autosatisfactoria, como si fuera una necesidad más («el arte por el arte»).
No obstante, tampoco podemos descartar la existencia de un arte al servicio del poder. Desde hace siglos, hemos conocido la existencia de donantes, patronos, comitentes y mecenas que han patrocinado el arte para dar un mensaje desde el poder hacia abajo.
El artista a través de la Historia
Cuando comienza a fraguarse la figura del artista en la Edad Antigua, se tiene en cuenta el avance de la técnica y la plasmación de la naturaleza. El artista va a tener la consideración de un artesano, crearán sus propios grupos sociales en los que irán creando mejoras en el aspecto técnico.
Durante la Antigüedad, será común escuchar hablar de grandes escultores o arquitectos, pero en parte esto se perderá en la documentación durante la Edad Media. Los artistas, como artesanos que siguen siendo, se organizan en gremios y quienes realizan las obras tienen el rango de Maestro.
Con el Renacimiento, los artistas intentan cambiar la concepción que se tiene de ellos. Consideran que su labor no es simplemente un arte mecánico (techné), sino que también debe de ser entendido como una más de las artes liberales (ars). Tratan de cambiar su consideración, de artesano a artista.
A finales de la época moderna, se asocian arte y belleza, acuñándose el término de Bellas Artes, vinculado al academicismo y a la propia evolución del arte occidental.
Las artes serán divididas en dos categorías: las artes superiores o Bellas Artes (arquitectura, escultura y pintura) y las artes menores (vinculadas con el oído: música y poesía).
Desde entonces hasta nuestros días, la concepción del arte y de lo que entendemos como tal nunca más volverá a ser la misma. Será ya en el siglo XIX cuando nace la disciplina de la Historia del Arte, separada ya de la filosofía o la teología.
No obstante, se restringe a su objeto de estudio a las Bellas Artes (arquitectura, pintura y escultura). Todo esto vino de la mano de Jacob Burckhardt.
A finales del siglo XIX, la academia formalista, junto con Adolf Riegl, consiguen señalar que las artes menores mayoritariamente infravaloradas tenían un valor igual de importante que las artes superiores para entender la sociedad.
La Historia del Arte como disciplina
El estudio del arte lleva siglos apasionando a las personas. De hecho, el primer autor que podemos decir que lo estudia es Giorgio Vasari en el siglo XVI.
Vasari era un arquitecto, pintor y escritor italiano que, entre otras labores importantes, cultivó el estudio del arte y los artistas. En concreto, es más bien conocido por su libro Las vidas de los más excelentes pintores, escultores y arquitectos (1550, y ampliado en 1568).
Con esta obra se introducen varios conceptos que probablemente arrastramos hasta nuestros días. Por ejemplo, el enfoque biográfico hacia los artistas, el concepto de genio-creador y la mismísima noción de Renacimiento.
Este será el punto de arranque sobre el estudio del arte. Aunque, entre los siglos XVI y XVIII, este estudio se centrará en repertorios y catálogos de obras artísticas de carácter erudito. Nada menospreciable teniendo en cuenta que son la base del estudio actual de muchas obras.
Entonces, Johann Joaquim Winckelmann publicará en Dresde en 1764 su Historia del Arte de la Antigüedad. Winckelmann, para los que no estén familiarizados con él, es el padre tanto de la Historia del Arte como disciplina como de la Arqueología.
Si esta obra ha trascendido de manera tan destacada para la Historia del Arte se debe a la introducción del concepto utópico (y refutado) de una sociedad helena basada en la estética. No obstante, si que tuvo en parte razón al hablar del ideal de belleza como una realidad objetiva.
De manera simultánea a Winckelmann, nace otro factor nada ajeno al historiador del arte, es decir, la crítica artística. Entre los años 1759 y 1781, época en la que en Francia eran muy populares los Salones de intelectuales, ilustrados de la talla de Diderot ponen en valor la subjetividad del arte.
En los llamados Salones, no solo se hablaba, criticaba y compartía ideas ilustradas (salones por cierto que frecuentaban hombres pero regentaban mujeres importantes y respetadas, como el salón de París de Madame du Chatelet), sino que también exponían arte.
No solo es que se abrió una nueva puerta a los artistas de la época, es que también se empezó a valorar y enjuiciar el arte desde una apreciación subjetiva, alejada de la «objetividad» con la que lo trataban antes.
Pero también se crea todo un nuevo canal de circulación artístico cimentado sobre las nuevas formas de consumo y la circulación de ideas de la Ilustración: en los salones va el público, que ve una exposición, consume y así mueve el marcado artístico.
Por último, tendremos que esperar hasta el siglo XIX para poder ver como se institucionaliza la Historia del Arte en las Universidades. Probablemente la primera universidad con un plan de estudios centrado en la disciplina la encontremos en Gotinga (Alemania) a partir de 1813.
Desde allí se expandirá primero por Alemania y luego al resto de Europa. Aunque aquí en España tendremos que esperar un poco más, aunque no mucho, ya que se crea la cátedra en Madrid en 1904 de la mano del valenciano Elías Tormo.
¿Por qué es tan importante su estudio?
El arte remueve las pasiones más intrínsecas y escondidas en la misma capacidad creadora del ser humano. No solo eso, sino que el arte posee un gran potencial artístico, ya que su aprendizaje ha demostrado ser crucial en la formación de la personalidad de los jóvenes.
Según Socias (1996), esta idea ha ido cobrando cada vez más importancia si tenemos en cuenta el peso y la frecuencia con la que vemos imágenes en nuestro entorno social cercano. Por lo tanto, este factor hace que sea indispensable una alfabetización artística.
Y es que, ¿desde cuándo debería enseñarse? Debería de ser un proceso paralelo a la maduración intelectual de los alumnos en su paso de la infancia a la adultez. No obstante, no suele ser el caso.
Principalmente, el peso de la enseñanza artística recae en España sobre la educación secundaria. Es decir, a partir de los 12 años. Aun así, nos aporta muchas cosas como personas que viven en una sociedad.
La alfabetización artística nos proporciona una serie de códigos artísticos que nos permiten descifrar nuestra cultura. Pero también contribuye a la creación de una sensibilidad artística, a forjar un gusto y un sentido crítico hacia lo que vemos.
Otra de las grandes ventajas que tienen es que, junto con otras disciplinas, facilita el conocimiento y el respeto al patrimonio artístico y cultural. Y pienso sinceramente que esto es más importante hoy que nunca.
Pero, ¿esto es todo? ¿La Historia del Arte solo nos proporciona cultura general y respeto al patrimonio? No vayas tan rápido, Lucky Luck. La respuesta es que nos otorga unas habilidades que también son útiles (junto con lo demás) en nuestra vida diaria.
A través del estudio de la Historia del Arte, los alumnos aprenden a trabajar autónomamente en base a sus capacidades. Además, para hacer dicha labor y aprendizaje deberán de utilizar técnicas de indagación de información que les ayudará a fomentar el espíritu crítico hacia las fuentes y las TIC.
En definitiva, además de todo lo dicho, aprenderá una serie de conceptos artísticos que le servirán en muchos ámbitos de su vida diaria (ya sea para el ocio como para su hogar).
Sin embargo, no debemos de engañarnos. La Historia del Arte no es una disciplina encerrada y anquilosada en sí misma. Es, si me permitís, una disciplina bastante interdisciplinar y transversal, ya que para apreciar una obra de arte en profundidad se necesita trabajar:
- Fuentes literarias (mitología, novelas, manuscritos…).
- Fuentes religiosas o filosóficas. La gran mayoría del arte hasta nuestros días ha sido religioso (no solo cristiano, aunque sea lo que más conocemos) y tiene detrás una mentalidad que se necesita conocer.
- Fuentes históricas. Estas ayudan a contextualizar el arte en su momento histórico como hijo de su época que es.
Conclusiones
«La historia del arte no acaba de encontrar su sitio en los currículos escolares»
SOCIAS BATET, Inmaculada. El valor del arte y la renovación de la didáctica en las Ciencias Sociales. Barcelona. 1996.
Como ya se ha dicho, el arte y la Historia del Arte tiene un alto valor educativo, pero esto se contrasta con una realidad alarmante: tiene una escasa presencia en los currículos de primaria y secundaria.
La Historia del Arte parece ser una especie de disciplina de segundas que, o bien se valora por la técnica o la estética (hacer dibujos «bien»), o parece que solo sirve como soporte de apoyo visual cuando el texto parece no ser llamativo por si solo.
Si queremos que el arte y la Historia del Arte, que no son lo mismo, pero forman parte indivisible el uno del otro (como el pasado de la Historia) debemos continuar la labor divulgativa para ponerlo en valor.
No obstante, parece ser que en ciertos grupúsculos poco preocupados por el devenir de la materia y mucho por justificar ciertas ideas esencialistas, fomentan, sobre todo, el arte hasta el siglo XIX, con excepciones como el arte historicista del Romanticismo, para hablar de la decadencia del mundo (y el arte) actual.
Se cuestionan cómo hemos pasado de un mundo «objetivo» basado en los ideales de bien y belleza hacia una subjetividad artística que hace incomprensible mucho del arte contemporáneo y hace necesaria una buena divulgación.
A todos ellos, les desafío con una frase de Picasso: «desde Altamira, todo es decadencia». Y con esto abro una reflexión: ¿Es el arte actual el que no se entiende con su época o son las personas quienes prefieren no formar parte de su época y se remiten hacia un pasado más «cómodo»?
Bibliografía
- GOMBRICH, E. H. (2008): La Historia del Arte. Madrid: Ed. Phaidon (16ª edición)
- JIMÉNEZ, J. (2010): Teoría del Arte. Madrid: Tecnos.
- PEÑA GÓMEZ, M. P. (2006). Manual básico de historia del arte. Cáceres: Universidad de Extremadura.
- SOCIAS BATET, I. (1996): El valor del arte y la renovación de la didáctica de las Ciencias Sociales. En Iber: Didáctica de las Ciencias Sociales, geografía e historia, 7-16