La legión como arma cultural implacable
Muchos han sido los estudios historiográficos que han dedicado trabajos y teorías sobre la cultura en las Legiones romanas. Si bien, es más que conocido el papel del ejército en las batallas, se nos olvida que los soldados constituían a su vez un arma cultural, que fue capaz de extender en aquellos territorios ocupados. Por lo tanto, debemos valorar dos aspectos paralelos a la función militar: el económico y el cultural.
En el aspecto económico, a medida que las fronteras de Roma aumentaban, los legionarios construyeron las vías romanas para poder traspasar aquellos territorios con nuevas guarniciones que eran acompañadas de todo tipo de mercaderes, que aprovisionaban los cuarteles y de paso se apoderaban de multitud de esclavos que luego venderían en los mercados del imperio.
Sin la actividad financiera imperial, no se habría podido llevar a cabo la romanización, que en ciertas áreas ha tenido mayor o menor impacto, encontrándose con multitud de culturas foránea que eran asimiladas o que existían paralelamente. El ejército romano fue un instrumento increíblemente efectivo de difusión cultural del Estado, que los historiadores denominan “romanización”.
La cultura laica
Dentro de la romanización, el papel de la lengua latina ha gozado de protagonismo durante toda la etapa de ocupación. Sin embargo, no era el único idioma que se hablaba dentro de la Legión.
La legión romana no era un “ejército de borregos”, ya que para su ingreso se necesitaban un mínimo de formación intelectual que era revisado por un consejo de revisión, denominado probatio. Entre los conocimientos básicos estaba el saber escribir, leer, y enumerar, aparte que a los oficiales se les hacía un examen donde debían probar conocimientos más específicos para desempeñar su función.
Por poner un ejemplo, los centuriones solían estar interesados en pagar a esclavos para que los formasen en conocimientos. Muchos hijos de legionarios y sobre todo de oficiales, iban a la escuela para poder ingresar en las legiones, además que muchos epitafios latinos fueron escritos por legionarios. En las familias de gran tradición militar de clase baja, algunos hijos de legionarios recibían el nombre de poetas romanos, por lo que podríamos considerar que entre los legionarios era común que en su tiempo libre leyesen las obras de literatura de la época.
En las legiones de Oriente, concentradas en Grecia, Siria, el Ponto, Palestina y Egipto, suele emplearse el griego de forma común y, en ocasiones, mayoritariamente el latín. Los numeri, por ejemplo, podían llegar a recibir órdenes en griego, egipcio, arameo y otros idiomas extranjeros, y es que esto implica que ciertas unidades étnicas conservaron su herencia cultural dentro del aparato romano.
Los historiadores han debatido esta especie de intrusismo cultural foráneo dentro del ejército y se han puesto multitud de teorías sobre la mesa. Lo que si es cierto es que la romanización no fue tan efectiva como pensamos y en parte muchos soldados romanos mostraron ciertas formas poco generalizadas. Las pruebas epigráficas la constatan con el protagonismo del “latín vulgar” arraigado a la soldadesca, y es que en la legión romana se hablaba un latín diferente al de las ciudades romanas.
En la época del Imperio Romano Tardío o en la “Anarquía Militar”, el protagonismo de romanos de las provincias no italianas se acrecentó, y los escritores de la capital criticaban de forma clasista la forma de hablar y escribir de los militares romanos. Tenemos como ejemplo los archivos de Bu Njem en Tripolitania, escritos en latín vulgar.
Por otra parte, era común que los políticos consideraran, entre el 253 y 259, a los legionarios como “bárbaros”, pecando de pedantería, puesto que los legionarios no tenían nada de incultos.
No obstante, es bien cierto que podemos atestiguar un descenso en la calidad de las unidades imperiales a partir de la reforma de Septimio Severo, debido a la ampliación de las fuerzas en los limes, lo que también se notaba en el ámbito cultural. Esto provocó una imagen casi bárbara del militar romano que alcanzó su cenit en la “Anarquía Militar” y la lucha por el poder, donde el aparato institucional no era homogéneo y primaba el reclutamiento de fuerzas de señores de la guerra como puede ser el propio emperador Aureliano.
La vida del soldado en las ciudades
En el Imperio Romano, a falta de unidades especializadas, la estabilidad del orden público recaía en mano de los legionarios acantonados en los cuarteles municipales. Este papel solía dejarse a los veteranos, apartados de la primera línea para poblar las nuevas colonias, como fue el caso de Emerita Augusta (“ciudad de eméritos”) o Lambese, en Numidia, considerada como “Curia de Veteranos”.
Los veteranos formaban parte de la vida civil, y solían ejercer cargos censitarios, es decir, documentaban listas de ciudadanos con objeto de reclutamiento para engrosar las filas de su Legión, y en carácter no menos importante, recaudadores de impuestos o cargos de mantenimiento.
Estos legionarios no solo mantenían a raya a los bandidos, sino a las propias tribus sometidas. Esto se traduce en un cuerpo municipal compuesto por legionarios de carácter casi nómada que vigilaban los límites de la colonia y sus alrededores, incluidas las colonias de nativos que hacían vida paralela a la colonia. Los oficiales veteranos llegaban a los poblados indígenas en busca de auxiliares, y algunos portaban el nombre de praefectus gentis o praefectus nationis.
Hispania tenía un carácter militar provincial, donde la vida municipal dentro del ejército era muy importante, y que era casi única, si comparamos con el resto de provincias imperiales donde los ejemplos transfieren a las cercanías del limes en vez del interior. Las colonias hispanas servían de futuras canteras legionarias que engrosaban los recursos humanos del Imperio Romano.
El ejército de los fieles. El papel de la religión.
Los romanos eran conocidos por ser un pueblo excesivamente piadoso. Pietas era una palabra que explica la fácil asimilación cultural dentro de las conquistas romanas y la justificación de las mismas.
H. Le Bonniec asegura que el ejército romano y la guerra romana, no puede entenderse sin un fuerte factor de religiosidad. El Águila que portaban las legiones, era el alma de la Legión, un símbolo religioso del cual los legionarios custodiaban mostrando un fanatismo religioso sin igual.
El juramento a los dioses, la disciplina, y el combate visceral tan primitivo en el ejército romano, tiene un fuerte componente religioso. Los ejércitos romanos carecían de mentes individuales, ya que los romanos tenían consciencia de grupo, que muchos académicos achacan a una piedad colectiva. Los legionarios romanos ofrendaban a distintas divinidades.
Los comandantes y generales romanos solían aparecer con insignias de divinidades, y el propio desfile tan característico del general romano victorioso, está empapado de una fuerte religiosidad. Ya que el pueblo no está viendo a un general invicto, sino a la propia reencarnación de Júpiter, visto con la cara pintada de rojo cobre como las estatuas del rey de los dioses.
Los legionarios percibían sus divinidades a través de seres abstractos representados en objetos o inscripciones. Hemos hablado de que el legionario era colectivista y que se sentía identificado con el grupo, pero esto no quiere decir que no vele por su propia seguridad personal. Esto lleva a realizar ritos individuales donde el legionario reza a todos y cada uno de los dioses: Zeus, Diana, Minerva, Marte, etc. Ya que rezar a todos era la forma de garantizarse una mayor seguridad personal en batalla.
La mentalidad romana era supersticiosa, y ello se plasma con las inscripciones ceremoniales que testimonian milagros. En los grabados se diferencia entre una aparición ex uissu, o de una orden iussu. Algunas peticiones eran atendidas por los dioses y provocaban una serie de milagros que eran percibidos por los propios legionarios, como el caso de una lluvia repentina en África cuando el emperador Adriano estaba inspeccionando a sus legionarios.
Los dioses de los soldados romanos
En el ejército romano, eran practicados por los legionarios una serie de rituales que entraban en la categoría de dii militares, protecciones especiales de dioses de la guerra que permitían dar una serie de protecciones en las maniobras militares. En realidad estos dioses estaban presentes en la vida cotidiana, por ejemplo Júpiter, líder de la poliade, que defendía a la ciudad de Roma de los ataques de sus enemigos.
Sin embargo, dependiendo del escenario geográfico, los soldados exaltaban una serie de divinidades particulares. El ejército imperial de la provincia de África, famoso por su gran valents, valentía, consideraban al Balidir como protector de la patria. En Britania existió un caso particular, y probablemente se deba a la gran regionalización del territorio por su lejanía con Roma.
Los britanorromanos solían exaltar sobre el resto de dioses a un dios conocido como Gradiuus, un dios britano romanizado, que para los nativos celtas debía ser una especie de Dios Guerrero. Pocos datos podemos sacar de él, ya que en el siglo II-III fue desplazado a favor del Hércules romano por la gran influencia que tuvo durante el reinado de Cómodo, que pasó a ser el patrón de las fuerzas romanas en Britania, y que se puso muy de moda en el limes germánico, siendo adorado por los Evocati.
En el apartado logístico del ejército romano, la diosa de los contables era Minerva, la cual era la diosa favorita de los trompeteros romanos. De otra forma, desde tiempos de la República, Venus ha tenido suma importancia en la vida militar romana, ya que era la diosa de la Victoria, la que la propiciaba.
Marte, era el dios más reverenciado por los soldados, el maestro de armas de la Legión. Podríamos visualizarlo de varias formas, pero Marte, para el legionario romano, era el comandante en jefe, aquel que dirigía la militiae potens (el servicio militar), el maestro de campo de maniobras, y lo más importante, el garante de la pax romana.
Otro dios no menos relevante, pero si adorado por unas pocas unidades de élite como los pretorianos, era Silvano, que provenía del mundo rural itálico, y que fue exaltado entre los legionarios de la provincia de Panonia, adquiriendo el apelativo de dios castrensis.
Para concluir el apartado de la religión y tras haber expuesto divinidades de las más conocidas. Debemos señalar que el Panteón Militar romano consiste a la vez que la religión civil, un compendio de divinidades que ayudaban al soldado en su vida militar. En cierto modo, esta importancia de la religión y la piedad dentro del ejército, es un caso propiamente itálico y romano, ya que los griegos a pesar de tener divinidades enfocadas a la guerra, no dieron suma importancia a este aspecto.
Los dioses orientales en el ejército romano.
Tras haber tratado el papel de la religión romana y algunos particularismos regionales de provincias romanizadas, el ejército romano tomó prestado aportaciones de religiones foráneas que han contaminado parte de las creencias del soldado de pie romano. Pero en la historiografía actual, se ha dudado que impacto de estas fuera mayor de lo que se ha pensado en el pasado siglo.
La parte oriental del Imperio romano, desde Grecia a Egipto, y desde Grecia a Siria y Palmira, era un mundo paralelo dentro de este mega-estado romano que ha estado activo culturalmente tras la ocupación romana y que ha sobrevivido a la romanización y al culto pagano imperial.
Las religiones orientales comenzaron a propagarse desde reinados de los emperadores Calígula y Nerón. Durante la Guerra de los Cuatro Emperadores del 69 a.C., por la llegada de las legiones orientales contra las legiones de Vitelio en Italia. Durante la puesta del Sol antes de la batalla, era costumbre entre las legiones orientales de Vespasiano, como la III Legión proveniente de Siria, adorar al Sol.
A partir del siglo III, las religiones orientales como el Culto de Mitra y el Sol, llegaron a extenderse en distintas legiones romanas. El culto del Sol Invencible fue garante de la victoria por parte del cosmos. En el reclutamiento de la soldadesca, durante su iniciación, al soldado se le concedía el título de “soldado de dios”. La influencia de oriente en el siglo III se puede ver en los varios Júpiter sirios, que sin tener su validación por parte del Estado, era muy común entre los estratos bajos de los legionarios romanos.
Durante la Anarquía Militar, el emperador Aureliano supo ver la influencia del culto al Sol en las legiones romanas, e intentó oficializar su culto en base a su persona para garantizarse en el poder y ganarse el apoyo de las legiones. Otro dato curioso, es que estas religiones llegaron a los confines del Imperio Romano. Ba´al Tarz, un dios hitita, consiguió extenderse en la ciudad de Roma, y en el ejército, era adorado por los equites singulares Augusti en el limes del Danubio, el Rin y hasta se encontraron restos de símbolos suyos en Britania. De menor importancia, señalamos a los soldados romanos provenientes de Egipto, que por la influencia del Culto a Isis y del propio Nilo, estaban sujetos a la influencia de cultos de adoración de las aguas.
La intolerancia hacia el Dios cristiano
Por último, debemos explicar el por qué la religión cristiana fue una piedra en la bota de la Legión romana, al ser una religión incompatible con el esquema religioso romano. La Biblia y las fuentes cristianas insisten en que el cristianismo tuvo acogida entre los soldados romanos. Dión Casio, afirmó que legionarios de la XII Legión Fulminata, habían sido testigos de una “lluvia milagrosa” que salvó al ejército romano de morir de sed.
Tertuliano describe a su vez, que se podía encontrar castrum militares llenos de legionarios cristianos, y hasta un miembro de la Guardia Pretoriana, se negó rotundamente hacer un sacrificio al Culto Imperial. Estas fuentes lo que parece indicar, es que a diferencia de otras religiones, el cristianismo provocaba ciertos conflictos internos dentro del ejército, y ponían en duda los rituales sagrados en consagración al Estado.
Las persecuciones al cristianismo probablemente sean uno de los episodios más conocidos de la cultura popular, sobre todo en las tradiciones europeas católicas como por ejemplo España, donde es fácil encontrar santos martirizados que en su vida de legionario fueron ejecutados al no renunciar a su fe en Cristo. Este fenómeno se puede explicar racionalmente, y es que el cristianismo llegó a provocar conflictos internos que dañaban la disciplina de la soldadesca con el mando.
Hay que entender que para el Estado romano era imposible llevar un panteón de dioses paganos junto a un Dios que se consideraba único y que cuestionaba el propio Culto Imperial, que más que una religión era el símbolo de la autoridad del emperador sobre las fuerzas armadas.
El soldado romano cristiano no podía ser fiel a Dios y a su vez celebrar ritos paganos, lo que creaba tensiones religiosas. El juramento del sacramentum hacia el Estado, que fue heredado por la Roma cristiana con el sacramentum hacia Dios, fue rechazado en varias ocasiones por legionarios cristianos, que hasta hicieron motines porque estaban en contra de presenciar sacrificios de animales y prohibían a sus compañeros verter sangre en el campamento.
Durante el contexto de la Anarquía Militar, el cristianismo se extendió con rapidez por el Imperio, coincidiendo con un periodo de decadencia e invasiones bárbaras. Los historiadores romanos esgrimieron este argumento como excusa para explicar las rebeliones interiores o el aumento de las deserciones dentro del Limes que permitió el hundimiento del sistema defensivo.
Para el ejército romano, la moral y la disciplina era fundamental, y el cristianismo interfería en esto, por lo que no se permitió ningún espacio de tolerancia hacia aquella religión. Sin embargo, las muertes y ejecuciones tienden a ser demasiado exageradas. Dentro de la Iglesia, solo una pequeña minoría influenciada por el montanismo, exaltaba el martirio, y el impacto del cristianismo no llegó a ser tan extenso como se cree hasta finales del III y comienzos del IV d.C., algo que puede verse cuando su presencia era inexistente en África, Germania o Britania, por lo que tampoco hay que aceptar la visión romana de que el cristianismo provocó el colapso del sistema defensivo romano en el siglo III a.C.
La capacidad evolutiva del proceso cultural
A modo de conclusión, el Alto Imperio Romano empleó desde tiempos de Augusto el papel cultural del ejército romano como medio de propagación del modo de vida romano y el paganismo. La división cultural del Imperio Romano Occidental y Oriental se da a comienzos de este periodo, ya que hay que comprender que la romanización no pudo sustituir el griego, egipcio o el sirio dentro de las instituciones romanas orientales.
La visión del soldado romano latinizado es errónea en ciertas ocasiones, y varias legiones preferían el griego como lengua vehicular para las maniobras militares, siendo más usado que el propio latín.
El auge cultural romano se debe, sobre todo, a que, a comienzos del Principado, el aparato financiero romano estaba en su máximo apogeo, y fue capaz de trasladar la cultura dominante y aceptada por los confines del Imperio, siendo justamente en el siglo III cuando el sistema financiero imperial quebró al mismo tiempo aparecen alternativas foráneas que sacudieron los cimientos del paganismo romano y la cultura romana en general.
Bibliografía
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