Durante el reinado del emperador Marco Aurelio, las legiones romanas vivían una crisis que forzaría a improvisar nuevas doctrinas y formaciones con el paso de los años. La necesidad de nuevas unidades hizo que los auxiliares aumentaran su número, y que se formaran nuevas legiones de forma improvisada, ascendiendo a oficiales rápidamente saltándote los antiguos protocolos imperiales.
De pronto, oficiales que habían mostrado su valía, y no dotes para el mando, fueron ascendidos, como por ejemplo Valerio Maximiano, senador romano y originario de Panonia, que fue condecorado por matar a un caudillo bárbaro y llegó a liderar hasta seis legiones bajo su mando. Que un oficial de caballería se convirtiese en uno de los comandantes más poderosos del Imperio de forma tan fugaz, era un síntoma de que las cosas estaban cambiando.
El ejemplo más visible fue el emperador Septimio Severo, apodado como “emperador soldado”, el primero de entre muchos soldados romanos que acabarían alcanzando el trono imperial. Bajo su reinado se aplicó una reforma que aumentó los efectivos militares de las legiones como el número de oficiales, eliminando restricciones como la prohibición del matrimonio entre otros muchos, dándole al ejército un poder un tanto polémico pero quizás necesario por el coste del mantenimiento que requería el territorio.
Muchos de estos legionarios, con las facilidades que se les presentaban, ocuparían altos cargos además de puestos en la administración tradicionalmente ocupados por la orden ecuestre. El ejército romano en tiempos de Severo aumentó hasta un 10% más su tamaño. Se formaron tres legiones párticas para el frente de Mesopotamia junto a una legión egipcia, comandadas por prefectos que habían llegado a ser primus pilus.
Una de las reformas más interesantes de Severo, fue el fallido intento de desmantelar a los pretorianos, que se habían convertido en un problema interno desde la muerte de Tiberio. El cassus beli fue en todo caso nombrar emperador al rival de Severo, Didio Juliano, tras comprarla con dinero. La Guardia Pretoriana, que Augusto creo para evitar las guerras civiles, se había convertido en una empresa privada de oportunistas que ponían en subasta el propio Imperio Romano.
Los pretorianos fueron expulsados, pero el error de Severo fue crear una nueva guardia pretoriana con veteranos leales de las legiones, lo que a la larga acabaría desembocando el mismo problema. Aun así, el emperador se aseguró de que la guardia tuviera un control estricto para evitar cualquier secesión interna.
Septimio Severo y Marco Aurelio aumentaron los efectivos, pero no llegaron a pensar en cómo el emperador y la familia imperial podrían controlarlos a la larga, es decir, fueron hombres reformistas que se asentaban en unas dinastías agotadas y precarias que colapsarían a la mínima. Mucho se ha criticado a estos dos personajes por darle excesivo poder al ejército y aumentar sus fuerzas, pero en Germania habría hasta dos confederaciones germanas que amenazaban continuamente la frontera.
En Britania, los pictos también se hicieron fuertes y obligaron a Severo a realizar una ofensiva en sus tierras empleando la reserva móvil. Los vándalos y los godos se habían desplazado al Danubio, ocupando la antigua provincia de Dacia que se había convertido en un hervidero de incursiones por culpa de Trajano. Sin contar la recuperación de los partos, que realizarían invasiones de reconquista sobre Mesopotamia.
La Reserva Móvil, la única esperanza del Imperio
El planteamiento del aumento de legiones fue garantizar al ejército romano de una reserva móvil que pudiera actuar en el momento que hubiera una fuga o ruptura de las fronteras, que en el siglo IV d.C. desembocaría en los ejércitos de campaña y frontera del ejército tardoimperial.
Tras la muerte del sucesor de Severo, Alejandro Severo, en 235 d.C., se estableció en el poder Maximiliano, un campesino de las tierras del Danubio, el primero de los tres emperadores ilirios que tendría el Imperio.
El problema del ejército se efectuaría entre el 235-284 d.C. cuando Roma tuvo hasta veinte emperadores que reclamaron el trono, sino mencionamos aquellos que habían fracasado o que su nombramiento fuera un tanto simbólico por su corto recorrido. Este periodo de guerras y anarquía hizo que los alamanes tomaran un extenso territorio entre el Rin y el Danubio, mientras los godos se establecían en la Dacia y los persas traspasaran Mesopotamia hasta llegar a Antioquía.
La Gran Invasión de los Bárbaros en época de Marco Aurelio
En 162-170, los bárbaros harían incursiones por toda la frontera, rechazados por los romanos en Retia, Panonia y Dacia. Sin embargo, esto era la cabecilla para probar las defensas romanas y el primer paso de una invasión a gran escala.
En 168, Lucio Vero y Marco Aurelio reclutaron las nuevas legiones: la II y III Itálica, marchando desde Italia hacia Panonia para reforzar el limes con un ejército de reserva móvil. Los marcomanos y sármatas se habían aliado para penetrar la frontera, y sería la invasión germana más grande que se habrían enfrentado los romanos.
La estrategia de Marco Aurelio y Lucio Vero era basar la defensa romana en un eficaz contrataque del ejército móvil recién reclutado, para golpear la cadena de unidades germanas más débil, concentrada en el país de los cuados y desde ese territorio embolsar al ejército marcomano, para luego enfrentarse a los sármatas como bien dice la expresión “Divide et impera”.
Marco Aurelio se enteró que los marcomanos habían contactado con los vándalos y victumalos para lanzar ataques al sur del Danubio, pero el chivatazo de que el emperador había llegado a Panonia, hizo que estas fuerzas acudieran a la frontera germana. Los jefes tribales de estas tribus se entrevistaron con el emperador para intentar negociar con el un acuerdo para trasladar a sus gentes al interior del territorio vándalo.
Los cuados también se excusaron al imperator, pues al parecer habían sido obligados por los marcomanos a entrar en la guerra. Como muestra de confianza, los cuados invitaron a los legionarios a su territorio y les cedieron todas las fortalezas del lugar al igual que devolvieron muchos prisioneros romanos a los que habían cuidado todo este tiempo.
Los germanos esperaron a la primavera tras tres meses de planificaciones y de incursiones menores. La fuerza estaba formada por marcomanos (los más romanizados), victumalos, hermunduros, naristios y cuados, que penetraron en el Vindobona y Brigetio arrasando la frontera y acabando con el grueso de las tropas romanas.
Este ataque perjudicó las actividades en Dacia, pues aquellas tropas estaban ayudando en un ataque en pinza contra los yácigos. Bellomario y sus germanos penetraron en la provincia de Panonia hacia el sur aprovechando la enorme brecha que había provocado. Para su mala suerte, Pertinax, general de la I Adiutrix y futuro emperador romano de la Guerra de los Cinco Emperadores, logro contenerlos. Sin embargo, un segundo grupo partió hacia Ovilava, donde los romanos apostados no tuvieron tanta suerte y fueron asesinados rozando el número de 20.000 en Vía Ambra, un total desastre militar.
La Batalla de Aquilea y el error de Bellomario
La situación para los romanos no parecía ser peor en este escenario, porque se vieron incapaces de contestar esta ofensiva mientras las legiones de la frontera estaban sitiadas o destruidas. Para Bellomario todo estaba ganado, y la fiebre de la victoria inicial, acabaría cobrándose sus triunfos cuando decidió poner sitio Aquilea.
Estando en suelo romano, la primera vez que germanos pisaban Italia desde la invasión de los Teutones y Cimbrios del 101 a.C., los germanos parecían incapaces de dejar pasar la oportunidad de destruir un núcleo romano en su propio suelo. Sin embargo, el sitio fue una pérdida de tiempo vital que no disponían, pues las legiones imperiales lograron reunir suficientes tropas para lanzar un contrataque.
Marco Aurelio ante este desastre tuvo que recurrir a tropas recién reclutadas, tropas de reserva y la mayor parte de las cohortes del perímetro defensivo imperial, en las que se contaban las diez cohortes de la Guardia Pretoriana, 4 cohortes de la Guardia Urbana de Roma y 7 cohortes de vigiles, formadas por fuerzas policiales, la primera vez en la historia de Roma que se emplearon todas las cohortes de la ciudad de Roma para combatir una invasión exterior.
Se movilizaron a su vez los marines de las flotas imperiales de Rávena y Miseno del prefecto Tito Furio Victorino, que formaban 20.000 tropas de marina romana. Los marines romanos participaron en la liberación de Aquilea desde el norte, siendo brutalmente masacrados junto a Victorino en un contrataque germano, pero ganando tiempo para que Marco Aurelio movilizase más tropas a su encuentro.
Los marcomanos y victumales se retiraron ante la noticia de la gran concentración de tropas imperiales para romper el cerco, sin embargo, solo se contuvieron en el lado norte del cerco. Otras unidades fueron llevadas hacia Retia y Norico, para saquear la región el mayor tiempo posible. Los marcomanos intentaron una tregua con el emperador, pero Marco Aurelio estaba dispuesto hacer un ejercicio de poder.
El emperador nombró jefe de su caballería al legado de la Legión I Adiutrix, dándole poderes para liderar el contrataque. Al mando de su ejército, Pertinax debía derrotar a los marcomanos y sus aliados para luego dejar atrapados a los germanos en Recia y Norico.
La situación dio un vuelco, y ahora las fuerzas estaban equilibradas, pero las noticia no llegaron a todos lugares, y los sármatas pensaron que las legiones habían caído, y decidieron invadir Dacia sin consentimiento de su aliado marcomano, otro error que perjudicaría el plan germano.
El nuevo gobernador de la Dacia, Sexto Calpurnio Agrícola, coordinó las legiones de Dacia y Mesia en un efectivo ataque en pinza que logró con éxito destruir la fuerza de los sármatas y aliviar la presión en la frontera de la Dacia. Los marcomanos sin apoyos, y sin un plan para contrastar esta fuerza móvil, fueron destruidos por Pertinax en las dos provincias que habían invadido.
Aquilea había sido liberada, Lucio Vero regresó a Roma para gobernar en ausencia de Marco Aurelio, que recibió noticias de una segunda invasión por parte de los langobardos, que habían cruzado el Danubio tras derrotar a Vindex y Candidus.
El Ejército Móvil romano, el contrataque a gran escala
Roma empleo hasta un total de diez legiones completas: I y II Adiutrix; I, II y III Itálica; X Gemina; XI Claudia; XIV Gemina; I Minervia; y XII Fulminata junto a un par de Vexilaciones como las II Trajana, XV Apollinaris, III Augusta, X Fretensis, XXX Ulpia, y III Gálica y las 15 alas de caballería auxiliares apoyadas por 60 cohortes auxiliares. Se trataba del ejército romano más numeroso que el Imperio Romano haya podido reunir, 120.000 soldados, que a pesar de haber sufrido la aniquilación o desgaste de las legiones de frontera, Marco Aurelio demostró que Roma tenía una capacidad titánica para la movilización y organización.
El territorio de los cuados fue invadido, la victoria pírrica costó a Marco Aurelio la derrota de los ejércitos de Siseuma y Vindex, éste último legado murió en combate. Seis legiones fueron comandadas hacia el río Morava hasta llegar al Thaya, para perseguir a los cotinos, mientras el resto del ejército imperial establecía una nueva fortaleza en el territorio.
El objetivo del contrataque romano no tenía como objetivo conquista los pueblos bárbaros, sino diezmarlos, aniquilarlos, destruir todo enclave aliado o enemigo que se encontrasen y probablemente, demostrarles la capacidad romana de hacer frente a estas invasiones.
La Legión XII Fulminata tuvo su baño de sangre en su campamento, cuando los marcomanos rodearon el mismo y lanzaron un ataque a gran escala contra toda la legión. A pesar de la falta de víveres, los romanos aprovecharon la falta de agua del enemigo, cansándolo en sus ataques pues era época de verano y el calor afectaba a la fatiga del bando atacante.
Cuando en un verano cálido y seco, sucede una tormenta, un pueblo tan supersticioso como el romano, no dudaría en interpretarlo como una señal divina. Y es que en el llamado “Milagro de la Lluvia”, los legionarios cristianos de la Legión XII se atribuyeron que sus plegarias fueron escuchadas por Dios, mientras que los paganos asumían que fue gracias a un sacrificio que hizo el mismo emperador a los dioses romanos.
La cosa está, en que dicha tormenta, perjudicó enormemente el asedio de los germanos, pues los rayos incendiaron una torre de asedio y el incendio minó las esperanzas de éxito de los germanos, y salvó a la legión de un desastre militar inminente. Los germanos, sin esperanza de forzar un tratado beneficioso intentando destruir otra legión, acordaron entre todos buscar la paz con Marco Aurelio.
El emperador aceptó los términos bajo una paz incondicional, es decir, el total sometimiento de todas las tribus de la confederación germánica, la entrega de gran parte de su ganado y víveres que serían fundamentales para pasar el invierno, todos sus caballos y un total de 15.000 de príncipes germanos que serían entregados como rehenes para su total romanización, formando una colonia cerca de Ravena.
Marco Aurelio a su vez, pidió que parte del campesinado germano, que acompañó a la invasión, se pudiera establecer en la Galia por varios motivos. Uno de ellos era intentar potenciar la economía agrícola que había quedado un tanto deteriorada en el pasado, al mismo tiempo que aliviando la presión demográfica en territorios germanos, se evitaría estas invasiones poblacionales que pudieran acompañar en futuras invasiones. Estos germanos colonos se convertirían en ciudadanos romanos en un futuro que serían leales al imperio y lo defenderían al tener propiedades dentro de él.
Consecuencias imprevistas
Marco Aurelio tuvo en mente una anexión del territorio Marcomano dentro del limes romano, en el que hay documentos que testifican una planificación detallada de cómo se establecerían 20.000 legionarios que formarían nuevas colonias en territorio germano, algo que no había ocurrido desde el Desastre de Varo en Teutoburgo 160 años antes.
Sin embargo, este proyecto murió con el propio emperador, que contrajo la peste sumado a su delicado estado de salud físico por su edad, muriendo el 180 d.C. cerca de Viena. Sus restos fueron llevados a Roma y su hijo, Cómodo, de tan solo 19 años y sin ninguna experiencia en política y temas bélicos, se convertiría en dueño del Imperio Romano.
No sería justo analizar despectivamente las razones de Cómodo para terminar con la guerra y tirar por el suelo todo lo ganado por Marco Aurelio, pues podrían ser muchas razones varias y no tenemos acceso a todas ellas por falta de información. Probablemente Roma estaba cansada de la guerra, Marco Aurelio dejó a Cómodo una situación muy delicada.
Roma había perdido muchísimos legionarios en una cruenta guerra, la peste se estaba propagando y cebando entre las legiones e Italia, dañando aún más la deteriorada situación. Cómodo tuvo que hacer frente a una situación de la que no estaba preparado, sumado a que era un momento muy difícil, y que trágicamente se le suele echar la culpa de manera injusta.
La economía y el comercio decayeron tras la guerra de Marco Aurelio, la demografía también cayó en picado, se perdieron hasta 319.000 legionarios en bajas por combate, prisioneros de guerra o por enfermedad. Una cifra abismal. Los germanos estaban de rodillas, pero Cómodo aceptó una paz justo que salvó a los germanos de la total humillación y de convertirse en una provincia romana más.
Aquí la cuestión, el proyecto de Marco Aurelio de crear la Marcomania como una provincia romana, debió ser un proyecto lejos de toda realidad. Con esa situación de crisis que dejó el estoico emperador romano, probablemente hubiera sucedido el mismo problema que tuvo que lidiar Adriano con la provincia de Dacia, y esto solo hubiera servido para crear un problema más que el Imperio Romano no podría gestionar.
Cómodo conocía la situación de descontento en Roma y quiso poner fin a las hostilidades. Regresó a Roma adueñándose del triunfo de su padre, a pesar de no haber conquistado a ningún pueblo germano. El ejército romano cambió para siempre. La desaparición de 300.000 legionarios precipitó la barbarización del mismo, reclutando tropas germanas bajo un proceso de barbarización que no se detendría nunca.
La frontera fue estable durante 50 años, y los germanos no lograrían volver a tener una fuerza semejante hasta 150 años después. La Guerra Móvil supuso una nueva forma de hacer la guerra que comenzó con Marco Aurelio, continuaría Septimio Severo y se convertiría en lo que conocemos como “ejércitos de campaña” y “ejércitos de frontera”.
A pesar de que Roma estaba teniendo una crisis institucional, el ejército no tuvo ninguna debacle ni decadencia como suele decirse, sino todo lo contrario. Los futuros ejércitos comitatenses (campaña) serían auténticas fuerzas móviles que demostraron ser mucho más flexibles y eficaces que las propias legiones imperiales del Alto Imperio. El ejército romano se adaptó a la nueva situación. Aun a pesar de todas sus dificultades, ayudaron a que los germanos lograsen ser romanizados de una vez por todas.
Muchos pueblos al otro lado de la frontera, aprendieron latín, adoptaron el cristianismo e incluso llegaron a emitir monedas romanas. Mientras el Imperio Romano se desmoronaba en una continua guerra civil de cientos de años hasta Constantino, el ejército romano siguió siendo una fuerza considerable que mantuvo a salvo la delicada salud imperial, de las invasiones de los siglos III-IV d.C. hasta el desastre de Adrianópolis.
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