¿La peor alianza militar de la historia?
Muchos historiadores consideran que las potencias del Eje fueron un conjunto de alianzas convenientes que chocaban en sus respectivos objetivos. En cambio, en su contrapartida (los Aliados) sucede algo diferente. Si en algo destacaron las colaboraciones entre Estados Unidos, Reino Unido, Francia, la URSS, China, etc., es en ser un organismo militar integrado por distintos países que, dentro del escenario global, son capaces de realizar acciones militares coordinadas y efectivas.
Para empezar, vemos que estos tres principales países tienen objetivos bastante personalistas e irredentistas. El objetivo de Alemania era expandir una zona de espacio vital en el Este, mientras Italia buscaba controlar el Mediterráneo bajo su postulado de Imperio Romano, y Japón tan solo quería encabezar el liderazgo de una Esfera Asiática que eliminase el dominio Europeo del Pacífico. El único objetivo común compartido por cada uno, y que fue la base inicial de la alianza, era su odio hacia la Unión Soviética, lo cual no facilitó sus colaboraciones estratégicas.
El Pacto Antikomitern de 1936 fue firmado por Alemania y Japón dentro de un contexto anticomunista, al cual, un año más tarde, se añadió la firma de Italia, y, en 1939, la de la España de Franco. Alemania buscaba anexionar los territorios soviéticos del este de Europa para su espacio vital, mientras que Japón, veía bastante preocupado las colaboraciones soviéticas con su enemigo tradicional, China.
El pacto de no agresión germano-soviético en 1939 supuso la anulación del pacto de 1936. Hitler no comunicó a ninguno de sus aliados sobre este movimiento político, siendo Japón el más perjudicado, porque quedaba expuesto a librar una guerra en solitario con la URSS sin ayuda de Alemania.
El ministro de Relaciones Exteriores de Japón, Matsuoka Yosuke, lamentó la alianza con Alemania en 1941 y tuvo dudas de que tuviera beneficio alguno para el Imperio Japonés. La opinión de los alemanes no era mejor que la de los japoneses, ya que el propio Mariscal Blomberg expresó lo siguiente en un interrogatorio el 13 de septiembre de 1945: “Nuestras relaciones con nuestro aliado, Japón, eran más grotescas que cualquier otra a lo largo de la historia” (Report of interrogation ‘Five years of Nazi’. US National Archives).
La falta de comunicación entre los países miembros
En este apartado analizaremos lo que fueron las relaciones del Eje y su constante falta de planificación estratégica en su coordinación. Japón firmó un tratado de no agresión con la URSS poco después del Pacto Ribbentrop-Molotov, y de que sufriera una estrepitosa derrota en la Batalla de Jaljin Gol contra los soviéticos. Italia había iniciado la invasión de Grecia sin comunicárselo a los alemanes, y éstos no informaron ni a Italia ni a Japón de la Operación Barbarrosa.
En diciembre de 1941, Japón tampoco informó a Berlín del ataque a Pearl Harbor, provocando que Estados Unidos entrara en la guerra y afectase al escenario Europeo mantenido por Italia y Alemania. Este grado de desconfianza de los mayores aliados del Eje fue crítico para el desarrollo de la guerra, y demuestra cierto grado de hostilidad entre Japón y Alemania desde 1939-1945.
Los soldados italianos confesaron que, por circunstancias históricas, los alemanes eran vistos como sus verdaderos enemigos, y que británicos y franceses, con quienes combatieron juntos en la Gran Guerra, eran vistos como amigos. No es de extrañar que la mayoría de los padres de los soldados italianos en África hubieran combatido contra alemanes en la Gran Guerra.
Pero, a pesar de esta brecha de desconfianzas entre los imperios del Eje, en el Pacífico, los tres contendientes realizaron una colaboración limitada, pero, incluso, muy intensa, que se libró desde 1943 hasta el fin de la guerra. Esta ayuda se plasmó desde el intercambio de materias primas (como el caucho, tungsteno, estaño, material militar), de tecnología transportada en los submarinos alemanes, políticas raciales contra los judíos, abastecimiento de unidades marítimas, y hasta ataques coordinados contra las fuerzas aliadas por el Indico.
El plan para someter a la India
A pesar de no haber batallas terrestres conjuntas entre Alemania e Italia con Japón, la colaboración militar se plasmó en las aguas del Pacífico. Cuatro días después del comienzo de la guerra contra Estados Unidos, representantes de las tres potencias llegaron a reunirse para planear una estrategia conjunta que pudiera hacer efectiva la colaboración entre el Eje.
Puede parecer hasta gracioso, que lo primero que acordaron fue dividirse zonas de operaciones para cada país donde no debía intervenir ninguna otra potencia ajena, más que asegurar una cooperación que ayudara a aliviar las presiones enemigas. A finales del 41, el embajador Oshima entregó una propuesta a Ribbentrop para establecer el Índico como campo de batalla principal de la colaboración de las fuerzas del Eje.
El Índico es un gigantesco mar del continente asiático donde se dividieron dos zonas: en la zona situada al Oeste, se situarían las fuerzas alemanas e italianas, mientras que la parte oriental se situaría las unidades navales japonesas en una longitud que medía hasta 70º. Se limitaron fronteras artificiales donde se podían realizar operaciones conjuntas cerca de ellas dependiendo de la situación. Hitler aprobó el acuerdo, el cuál celebró con una fiesta donde estaba presente Oshima; allí Hitler dijo lo siguiente: “Será ventajoso si Japón ataca la India por el este mientras las tropas alemanas amenazan la India desde el oeste”.
El Alto Mando Alemán respondió positivamente a la estrategia de Oshima, añadiendo que las tropas alemanas podían avanzar desde Irak e Irán a través del Cáucaso en la primavera de 1942, durante el contexto de la guerra con la URSS.
Por otro lado, el sueño alemán de someter a la India no pasó de ser un proyecto utópico que nunca se materializó y desde bien pronto estuvo plagado de inconvenientes. Italia había perdido, un año antes, su base más importante cerca del océano Índico con la conquista de Somalia por parte del ejército británico, lo que conduciría a que Alemania e Italia no pudieran enviar tropas a la India.
Pero, en cuanto a las fuerzas navales, la cosa era más positiva, y es que la Regia Marina y la Kriegsmarine podían desplegarse sin problemas en la región, pero a falta de puertos donde repostar, sus actividades serían limitadas y para aquellos años, la Regia Marina había perdido parte de sus fuerzas y estaba en una guerra defensiva en el Mediterráneo. Por lo tanto, solo quedaría una única carta a jugar, la guerra submarina.
La Guerra Submarina de la Kriegsmarine
La guerra submarina alemana de la Segunda Guerra Mundial fue consecuencia de la estrategia empleada por el nuevo comandante de la Kriegsmarine, Karl Dönitz (el mismo que se convirtió en presidente de Alemania tras la muerte de Hitler en el 45). Dönitz pensaba que podía someter al Reino Unido y la Commonwealth mediante una guerra submarina contra la flota mercante.
Si algo destacaron los submarinos durante este conflicto, es el de ser capaz de hundir buques mercantes y grandes acorazados de manera eficiente hasta asfixiar las líneas de suministro de todo un Imperio marítimo como Gran Bretaña o Japón con los estadounidenses. Durante 1943, los nuevos submarinos Tipo VII estaban siendo desplegados, y eran perfectos para operar en el océano Índico. En mayo de 1943, con la operación “Aquila”, salieron de Burdeos siete submarinos con planos de tanques pesados, tecnología industrial, esquemas de armas y recursos como acero y mercurio para llevarlos a la India. Tan solo dos de siete submarinos cumplieron su misión.
Esta misión fue fuertemente criticada por el Alto Mando alemán, provocando una nueva etapa dentro de las colaboraciones militares. Los japoneses, dos años antes, presentaron en Berlín una lista de requisitos de tecnología avanzada para mejorar sus tanques y aviones, algo que ofendió a los militares y científicos nazis. A su vez, la Kriegsmarine mostró una actitud despectiva hacia la cooperación germano-japonesa a pesar del deseo de Hitler de ayudar a su respectivo aliado.
Los japoneses se sintieron decepcionados por el escaso contenido tecnológico que los alemanes enviaban en 1941-1942, y es que la Kriegsmarine era reacia a entregar los planos de los nuevos torpedos Type 95 propulsados por oxígeno. En vez de eso, los alemanes entregaron a los japoneses los torpedos de Tipo 91. Los japoneses por su parte si cumplieron con lo acordado, y un I-30 transportó torpedos japoneses y recursos a la Kriegsmarine, antes de hacer el viaje de regreso cargado de varias armas alemanas, sistemas de radares, bombas, cañones, etc.
El I-30 repostó en Penang, hasta que cinco días después tuvo la mala suerte de encontrarse con una mina británica en Singapur y hundirse con parte del material alemán obtenido. Una vez más, en contra de la opinión de Dönitz, Hitler decidió entregar a Japón dos submarinos Tipo IXC, para intentar mejorar su tecnología submarina y poder hacer frente a la flota estadounidense, mostrándose a favor de que si ambos países mejoraran su tecnología podrían inclinar la guerra a su favor.
Un Tipo IXC, el U-1224, fue usado como buque escuela para entrenar tripulaciones japonesas, y fue transferido al servicio de la Armada Imperial el 15 de febrero de 1944, renombrado como RO-501. Las relaciones de intercambio estaban materializándose y más submarinos llegarían a Alemania haciendo entrega de torpedos y recursos a cambio de tecnología alemana. Una vez visto la importancia de las relaciones de intercambios tecnológicos, pasaremos ahora a las colaboraciones tácticas del eje en el Océano Índico.
Colaboraciones tácticas germano-japonesas
Los submarinos alemanes ya operaban por las aguas indias desde 1941 antes de la entrada de Japón en la guerra. En 1942, tan solo cinco submarinos lograron hundir 60.000 toneladas el mismo mes en que la flota japonesa sufrió la desastrosa derrota de Midway. La dispersión de fuerzas japonesas para enfrentarse a los Estados Unidos, permitió que Dönitz tomara la iniciativa en las operaciones del Índico enviando los nuevos submarinos alemanes en misiones contra convoyes aliados.
La impresionante conquista de Asia, por parte de los japoneses, permitió que los alemanes pudieran usar bases donde repostar, aunque dependían de energía auxiliar, suministros de reserva y de naves de repuesto japonesas (si diera el caso que las encontraran). Un episodio histórico tuvo lugar en abril de 1943 cuando los U-Boat germanos se encontraron con los submarinos I-29 japoneses en Madagascar y celebraron el encuentro intercambiando materiales, en los cuales, se encontraban los cohetes balísticos V-2 que fueron llevados al puerto indio Subhas Chandra Bose, en manos japonesas.
El puerto de Penang fue convertido en la base naval principal de la Kriegsmarine en la India, antigua base naval del 8º Grupo de submarinos de la Royal Navy. Otro puerto terminal que usaron los alemanes era Koba, en Japón, junto a otras antiguas bases británicas y neozelandesas en Batavia, Singapur y Surabaya. Sin embargo, si algo destacan las misiones alemanas en aguas asiáticas es el cansancio de la rutina, la nostalgia del hogar, y sobre todo, las enfermedades típicas del continente como la malaria, que devastó tripulaciones enteras.
Técnicamente, sin infravalorar la labor de los submarinos japoneses, si en algo destaca la actuación del Grupo Monzón alemán durante estos años en el Pacífico es por arrasar sistemáticamente cientos de buques mercantes con solo unas decenas de unidades.
Sin embargo, no solo los U-Boats protagonizaron estas misiones, sino también corsarios alemanes como el crucero Almirante Scheer de clase Deutschland, nombrado en honor al héroe de Jutlandia. Este crucero pesado cerca de Madagascar llegó a hundir un total de 5 petroleros aliados provocando una movilización de naves británicas del Atlántico hasta el Pacífico dejando ver la amenaza que suponían los corsarios y submarinos alemanes en esta zona.
El misterio del Hundimiento del Sydney
Uno de los encuentros más interesantes que han generado mucho debate en la guerra del Pacífico, fue lo que ocurrió con la nave insignia de la armada australiana, el crucero pesado HMAS Sydney en su encuentro con el corsario alemán Kormoran. El Sydney, en 1941, contaba ya con años de experiencia a sus espaldas. Participó combates feroces contra la Regia Marina en el Mediterráneo en la Batalla del Cabo Spada, y por este año fue asignado a misiones de caza de convoyes del Eje.
El 12 de enero de 1941 regresó a Australia para ser reparado y ponerse al mando del veterano capitán Joseph Burnett. Por aquel entonces, las aguas del Pacífico no podrían ser más “pacíficas” en aquellos meses. Tras salir de su base naval en Fremantle para escoltar los buques mercantes Aliados, y cumplir la misión, se embarcó en solitario el viaje de regreso.
Al Imperio Japonés le faltaron 10 meses para atacar Pearl Harbor, y la presencia de submarinos italianos y alemanes fue mínima por entonces, por lo que el mando no consideró necesario asignarle escolta de destructores a la nave insignia. A esto se suma que el Sydney era una bestia marítima muy temida, y los corsarios enemigos no tendrían posibilidades reales de ganar un encuentro contra él.
Pero un evento casual, el corsario Kormoran, un carguero de los más grandes de la Kriegsmarine armado con lo básico solo para enfrentarse a cargueros comerciales, sin apenas protección, divisó una extraña silueta en la costa occidental de Australia, la cual, parecía ser un transatlántico o petrolero enemigo, por lo que el capitán Theodor Detmers, quien hundió anteriormente 10 cargueros aliados en esos mares, tocó zafarrancho de combate para reclamar lo que parecía un premio jugoso y fácil.
A medida que se acercaron, el vigía alemán aterrorizado, comunicó a su capitán que se trataba de un crucero pesado, sin embargo, fue demasiado tarde, ya que los australianos los divisaron y se estaban acercando para comprobar su identificación. El capitán alemán sin tener un plan de contingencia intentó echar de su instinto y capacidad de improvisación, ordenando que quitaran la bandera del Tercer Reich y pusieran en su lugar una bandera holandesa, con la esperanza de que por sus rasgos nórdicos los tomaran por reclutas holandeses.
El HMSA Sydney era un crucero pesado con ocho piezas de 150 mm y banda de cintura de 50 mm de acero, una protección que lo hacía difícil de hundir, tripulado por 650 marineros veteranos. El Kormoran no estaba dotado para participar en batallas navales y un cañonazo de un crucero pesado como el Sydney lo haría volar en pedazos, además solo contaba con tres cañones contra los 8 cañones de 152 mm, y 4 cañones de 102 mm del australiano, sin contar los torpedos, puesto que el barco fue construido para interceptar corsarios enemigos como el Kormoran.
Era frecuente que los barcos alemanes contaran con chinos para tareas de lavandería, por lo que el capitán los puso en cubierta para que parecieran que estaban limpiando el barco. El Sydney empezó a hacer código morse con los reflectores, ya que los barcos Aliados tenían códigos para identificarse y evitar infiltraciones enemigas.
Los alemanes respondieron con las luces de forma aleatoria como si no supieran qué estaban haciendo. Los australianos intentaron otro método haciendo señales de banderas, y quedaron estupefactos al ver que los aparentemente “holandeses” hacían espasmos con las banderillas como si no supieran qué hacer, viendo que algunos de ellos hasta se les caían al mar. El capitán del Sydney pensó que se trataba de reclutas que probablemente no supieran el código, puesto que se renovaba ciertos días o semanas, y que no sabían exactamente qué contestar en este episodio tan extraño y poco habitual.
Debido a que estos mares eran tranquilos, el capitán del Sydney bajó la guardia y se acercó a escasos metros, parando las máquinas y poniendo el costado expuesto al barco alemán. A esto se suma que el espectáculo que estaban haciendo los alemanes fue tan lamentable, que parte de la tripulación australiana subió a cubierta a fumarse cigarrillos y observarlos para reírse de la situación, provocando que parte de las baterías no estuvieran ocupadas.
Ante este error, el capitán Detmers, dio la señal y dispararon los tres cañones sobre el Sydney. Los dos primeros fallaron de una forma bochornosa, pero el tercero impactó justo en el hidroavión Supermarine Walrus que estaba repostando gasolina en ese instante, provocando una explosión en la superficie. Los marines alemanes dispararon con sus ametralladoras y fusiles máuser, acribillando a la tripulación que estaba en cubierta fumándose cigarrillos y riéndose de ellos momento antes. El espectáculo debía ser lo más estúpidamente cómico y dramático a la vez.
Los alemanes siguieron cañoneándolo, causándole daños en la popa, los motores auxiliares, los tanques de combustible, el puente de mando, y por si fuera poco, un torpedo, provocando una inundación interna. Sin embargo, unos marineros australianos consiguieron poner en marcha una sola batería cuyo disparó fue suficiente para sentenciar el barco alemán.
A pesar de los daños, el buque alemán pudo retirarse dejando atrás al Sydney, y los marineros alemanes confesaron que durante dos horas éste seguía a flote, antes de desaparecer en el horizonte. El Kormoran fue evacuado al poco tiempo, sufriendo solo 20 bajas, y su tripulación fue rescatada por barcos británicos.
En cambio, del Sydney no se supo nada, los alemanes consideraron que seguía a flote, pero los australianos al ver que se retrasó, pensaron que fue cazado por las aguas. Lo extraño es que no programaron ningún plan de rescate hasta tiempo más adelante por presiones de las familias de los tripulantes, y es muy extraño que el gobierno australiano no se interesase por el estado de lo que fue su buque insignia.
El Sydney fue encontrado el 12 de marzo de 2008 gracias a un sonar, detectando sus restos como la tumba de toda la tripulación a 2.470 m de profundidad, en los que se pudieron ver los daños efectuados por los alemanes.
Ahora bien, los restos evidenciaron que se hundió por presiones del agua y no por una explosión interna como dijo la versión oficial, la pregunta que se hacen historiadores como Ruben Villamor es cómo es posible que estuviera a flote durante horas y se hundiera sin más, cuando lo lógico es que fuera alcanzado por otro proyectil de otro barco misterioso. Sobre todo que el gobierno australiano aplicó una censura escandalosa para que no se supiera lo ocurrido. Actualmente, el misterio del hundimiento del Sydney es uno de los episodios más controvertidos de la historia australiana y de la Segunda Guerra Mundial.
El legado
Si algo demostraron los submarinos y corsarios del Eje fue una eficiente cacería de buques con apenas unidades y teniendo apenas bajas operando en un espacio tan gigantesco desde el Océano Índico, el mar de Filipinas, y el mar de Australia. Las actividades en 1941-1943 fueron activas y sustanciales, hasta que, en 1944, la actividad fue cayendo, en parte condicionada por la rendición de Italia y el repliegue progresivo de la Alemania Nazi en Europa.
En cambio, italianos y alemanes siguieron combatiendo en sus submarinos incluso cuando sus países se rindieron. Es curioso cuando tripulaciones italianas se entregaron a la Armada Imperial Japonesa y sirvieron en tripulaciones mixtas, es decir, oficiales japoneses mandando a marineros italianos y alemanes.
Eran tripulaciones muy politizadas las de los submarinos, donde era frecuente encontrar nazis muy convencidos, lo cual ayudaba con la terrible vida de servir en un submarino, ya que la moral jugaba un papel importante. Esto pasaba también con los últimos U-Boat alemanes que justo, en julio de 1945, seguían atacando cargueros en los mares asiáticos al servicio del Imperio de Japón. A pesar de haberme dejado innumerables datos que podrían mostrarse en otro artículo, he escrito el que puede ser mi artículo más largo. Y la colaboración germano-italiana-japonesa en el Pacífico es un episodio poco conocido y a la vez muy interesante que debe contarse como una parte de la historia de la Segunda Guerra Mundial. Por lo que en el siguiente artículo, veremos a continuación, las políticas raciales y la actuación de los submarinos japoneses e italianos.
Bibliografía
- Bernd Martin (1995), Japan and Germany in the modern world, Providence, RI: Berghahn Books, p. 277. 43 Meskill, Hitler and Japan, pp. 104, 170–1; Akira Kudo, Japanese–German business relations: cooperation and rivalry in the inter-war period, London: Routledge, 1998, pp. 66–86.
- Boyd and Yoshida, Japanese submarine force, pp. 88–9
- College Park, MD, box 7212a RG165, Report of interrogation ‘Five years of Nazi Germany’, p. 90, 13 September 1945, cited in Joseph M. Scalia, Germany’s last mission to Japan: the failed voyage of U-234, Annapolis, MD: Naval Institute Press, 2000, p. 4
- Gerhard Weinberg (1957), ‘German recognition of Manchoukuo’, World Affairs Quarterly, 28, 2, pp. 149–64; Gerhard Weinberg, Hitler’s foreign policy 1933–1939: the road to World War II, New York: Enigma Books, 2013, pp. 411–31; Michael Bloch, Ribbentrop, New York: Bantam, 1992, p. 344
- Gerhard Krebs, ‘Racism under negotiation: the Japanese race in the Nazi-German perspective’, in Rotem Kowner and Walter Demel, eds., Race and racism in modern East Asia: interactions, nationalism, gender and lineage, Leiden: Brill, 2015, pp. 217–41.
- Karl Drechsler (1964), “Deutschland–China–Japan 1933–1939: das Dilemma der deutschen Fernostpolitik, Berlin: Akademie Verlag”, pp. 13, 54. Furthermore, in 1936 China procured 57% of Germany’s total armament exports. See John P. Fox, Germany and the Far East crisis: a study in diplomacy and ideology, Oxford: Oxford University Press, 1985, p. 356, n. 48.
- Kowner, Rotem (2017); “When economics, strategy, and racial ideology meet: inter-Axis connections in the wartime Indian Ocean”, University of Haifa, Israel.
- Villamor, Rubén (2019); “La Kriegsmarine y la Regia Marina en la Guerra del Pacífico”, Galland Books.