Introducción
La historia sangrienta del imperio romano, en muchas ocasiones, según nos transmiten las fuentes se debe en gran parte a los hechos atribuidos a los emperadores. Si en la guerra los romanos fueron una fuerza implacable conquistando territorios con sus legiones, no lo eran menos a la hora de aplicar castigos entre sus conciudadanos. En esta ocasión os traemos un castigo o más bien un linchamiento que más allá de la ejecución en si misma bastante deshonrosa por cierto, implicaba la vejación pública del ajusticiado.
A todo aquel que haya visto la afamada serie Game of Thrones les resultará bastante familiar si recuerda aquella escena en la que Cersei Lanister es obligada a desfilar desnuda ante la muchedumbre que la humilla con sus insultos y lanzándole cosas. Esa escena comenzaba con la protagonista bajando de una escalera y desfilando. La nuestra de hoy termina donde termina en su principio, y el final es bastante más horrible. Hoy en este nuevo artículo hablamos de las Scalae Gemoniae.
¿Qué son las Scalae Gemoniae y dónde se ubicaban?
Las Scalae Gemoniae son tristemente famosas en la historia romana por ser lugar de ejecución de los condenados a muerte, principalmente en época imperial desde época de Tiberio hasta la llegada al poder de Vespasiano. Este lugar aparece mencionado en las fuentes de distintas formas. Así como Scalae Gemoniae (Valerio Máximo, VI, 3,3; IX, 13; Aurelio Victor, Caes. VIII, 6; XXXIII, 31; Orosio, VII, 8,8), Gemoniae (Suetonio, Tib. LIII, LXI, LXXV; Vit. XVII; Tácito, Ann. III, 14; VI, 4, 31; Hist. III, LXXIV, LXXXV; Sidonius, Const. I, 7, 12), ἀναβασμοί (Dion Casio, LVIII, 1,11, 5; LXV, 21), gradus gemitorii (Plinio, VIII, 1459 y como gradus gemonii (Tertuliano, Adv. Val. XXXVI). En época romana unían casi con total seguridad el foro con el Capitolio. Esto lo sabemos por Dion Casio (LVIII, 5, 6):
“Tras sacrificar en el Capitolio, bajó al foro. Los sirvientes que lo escoltaban se desviaron por el camino que conduce a la prisión y fueron incapaces de seguirlo debido a la aglomeración de gente. Mientras bajaban por las gradas por las que se arroja a los condenados, resbalaron y cayeron.”
Y Valerio Máximo (VI, 9, 13):
“Pero Quinto Cepión superó a Craso por la crueldad de su destino. En efecto, después de haber conseguido que se le considerase defensor del senado gracias al esplendor de su pretura, a la importancia de su triunfo, a los logros de su consulado y a su actuación como pontífice máximo, murió en la cárcel y su cuerpo, no sólo fue torturado por las funestas manos del verdugo, sino que, luego, quedó tendido en las escaleras Gemonías y causó el horror de todos en el foro romano.”
A pesar de las menciones de los autores no se conoce actualmente su ubicación con total exactitud. Según las interpretaciones realizadas su ubicación sería cerca a la Cárcel Mamertina “Tullianum” y el templo de Concordia coincidiendo actualmente con la Vía di San Petro in Carcere (Rodocanachi, 1905: 46-47; Jordan, 1871-1907: 324-325; Platner y Ashby, 1929: 466, Richardson, 1992: 345). Se ha propuesto de un pasaje de Ovidio (Fastos, I, 638) que hace referencia a un “Gradus Monetae” – no sin dudas – que pudiera estar relacionado con las scalae gemoniae o fuera independientes de ellas (Rodocanachi, 1905: 46-47). Por su parte, L. Richardson (1992: 345) nos cuenta al respecto que estos escalones pudieron ser un reemplazo del “gradus monetae” que pudo ser destruido cuando Tiberio reconstruyó y amplio el templo de Concordia. Una puntualización al respecto del gradus monetae es que no hay testimonio en las fuentes que especifiquen su uso como lugar de ejecución.
Ahora bien, ¿Qué podría significar el apelativo gemoniae? Dos hipótesis planteaban al respecto Platner y Ashby (1929: 466). Una primera entroncada con la tradición popular relacionada con gemere “Yo gimo”, y una segunda que atribuye su origen al nomen Gemonius (Schulze, 1933: 108; Richardson, 1992: 345). La primera hipótesis difícilmente es sostenible, pues como veremos los reos llegaban ya a la escalinata de los horrores muertos; y los muertos no gimen ni gritan. Únicamente podría ser verosímil que hubiera gente que gimiese, gritase o llorase por la pérdida de un familiar en tan atroz exposición. Por otra parte, el nomen Gemonius, ¿Podría aludir a la construcción de las scalae gemoniae a un miembro de esa gens? No lo podemos saber, pues no hay datos que sostenga esta afirmación. Por último, hay un pasaje de Festo[1] (363) extraído de Verrio Flaco que podría relacionar un tramo de escaleras cuya construcción atribuye a Tarquinio el Soberbio con las Gemonías:
“Tarquitias scalas quas Tarquinius Superbus fecerit, abominandi eius nominis gratia ita appellatas esse ait volgo existimari.”
En definitiva, siempre según las fuentes, las cuales debemos creer a pies juntillas pudo haber tres momentos para este lugar. Las scalae tarquitiae en tiempos de la monarquía, el gradus monetae a finales de la república, y por último las scalae gemoniae a partir del mandato de Tiberio. Las dos primeras como lugar de paso posiblemente hacia el Capitolio, mientras la última fue testigo de ejecuciones deshonrosas. De hecho la palabra gemonías pasó al castellano con un significado claro como señala el Diccionario de la RAE: castigo sumamente infamante.
Las Scalae Gemoniae: historia de una ejecución infame
Una vez ubicadas pasemos a hablar de su historia. Por las menciones de las fuentes debieron construirse en la época de Tiberio “el señor de Capri”. ¿Qué ocurría con los reos condenados a este suplicio? Los condenados normalmente eran encarcelados y estrangulados antes de ser arrojados por las Gemonías (Plinio, VIII, 145). ¿Cómo eran estrangulados? Por un pasaje de Tácito (Ann.VI, 5 ,9) se nos indica que el estrangulamiento pudo ser mediante el empleo de una cuerda. Los cadáveres de los reos en ocasiones eran llevados aquí para exhibirlos desde otros lugares de ejecución de la ciudad. Estos cadáveres se dejaban podrir durante un tiempo a la vista de todos desde el foro, siendo presa de los animales carroñeros hasta que en algún momento se arrastraban con un garfio y se lanzaban al Tíber. En este punto son interesantes dos poemas de Cátulo (Poemas, CVIII) y Ovidio (Ibis, 165-172) que si bien no mencionan las gemonías en su relato es susceptible de relacionarlo con la exposición de los cadáveres en ellas:
Cátulo | Ovidio |
Si por decisión del pueblo, Cominio[2], tu canosa vejez manchada con una conducta deshonesta tuviese que perecer, no dudo en absoluto de que, ante todo, tu lengua, enemiga de los hombres de bien, sería cortada y entregada a un buitre voraz, tus ojos arrancados los devoraría un cuervo de negras fauces, tus intestinos los perros, el cuerpo restante los lobos. | No te corresponderán honras fúnebres ni lágrimas de los tuyos: abandonarán tu cuerpo sin llorarlo, y ante el aplauso del pueblo serás arrastrado por la mano del verdugo, y el garfio se clavará en tus huesos. Las propias llamas, que todo lo devoran, te rehuirán; te vomitará como a un odioso cadáver la equitativa tierra, con las garras y el pico un buitre lentamente te sacará las entrañas y desgarrarán tu pérfido corazón hambrientos perros, y tu cuerpo -puedes estar orgulloso de este honor- será objeto de disputa para los insaciables lobos. |
A estos poemas de Catulo y Ovidio podríamos sumar el pasaje de Valerio Máximo citado más arriba (VI, 9,13) que hace referencia explícita a ¿una tortura en público? Quizás Valerio por ser de muy mal gusto ahorra en detalles del estado del cádaver del reo. De hecho, la expresión “corpusque eius funestis carnificis manibus laceratum” hace referencia por un lado a laceración del cadáver, y en segundo lugar, que hubo una laceración horrorosa de contemplar “cum magno horrore”. De hecho, laceratio podría significar “la acción de hacer pedazos, maltratar, estropear, romper”, mientras la palabra lacer tendría significado desmembrado o mutilado (Rabinovich, 2014: 13).
Las Scalae Gemoniae en época de Tiberio
Los primeros usos del castigo en las scalae gemoniae se atribuyen a los excesos paranoicos de Tiberio y el período del terror del prefecto del pretorio Sejano. No en vano, casi todos los relatos que nos ofrecen información pertenecen a su mandato. Plinio (VIII, 145) por ejemplo nos narra un caso de un tal Ticio Sabino[3], un caballero romano ilustre ajusticiado en el 28 d.C. El relato es realmente conmovedor:
“…al castigar por su relación con Nerón, hijo de Germánico, a Ticio Sabino y a sus esclavos, el perro de uno de éstos no pudo ser echado de la cárcel ni se apartó del cuerpo de su amo expuesto, exhalando tristes gemidos en las escaleras Gemonías en medio de un gran corro de ciudadanos romanos, y, al tirarle alguien comida desde allí, la llevó a la boca del muerto. Este mismo se echó a nadar, cuando fue tirado el cadáver al Tíber, intentando mantenerlo a flote, mientras la multitud se aglomeraba para contemplar la fidelidad del animal.”
No obstante no se ajusticiaba solo de manera individual y a personajes ilustres. Suetonio (Tib. LXI, 5) incluso nos llega a contar que por orden de Tiberio se llegaron a arrojar a las gemonías muchos cadáveres a la vez – poetas, escritores mujeres y niños –, el arrastre de los mismos con un gancho o lo más desagradable: la violación de las niñas:
“Todos los castigados fueron arrojados a las Gemonías y arrastrados con el gancho; veinte en un solo día, entre ellos mujeres y niños. Como, según el uso establecido, no era licito estrangular a las doncellas, las niñas que todavía no habían llegado a la pubertad eran previamente violadas por el verdugo y luego estranguladas.”
Otros esquivaron esta suerte por “la bondad de Tiberio” que se jactaba de haber ahorrado tal deshonra a Agripina la Mayor[4] por sus continuados reproches por la muerte de su marido Germánico (Suetonio, Tib. LIII; Tácito, VI, 25,3). Un episodio que nos marca la infamia y la deshonra de ver asociado tu nombre a las Gemonías aconteció con las efigies de Cn. Calpurnio Pisón, principal sospechoso del “favorito del pueblo” Germánico. Tácito (Ann. III, 14,4) nos cuenta lo siguiente:
“Además habían arrastrado a las Gemonías las efigies de Pisón, y las habrían destrozado si no hubieran sido protegidas y repuestas en su lugar por orden del príncipe.”
Por último, incluso el propio Tiberio una vez muerto fue ultrajado con las palabras “Tibério al Tíber”, amenazando su cádaver con el gancho y las Gemonías (Suetonio, Tib. LXXV). A su muerte, el propio Suetonio (Tib. LXXV, 3) nos cuenta que todos los condenados a muerte cuya ejecución había quedado pendiente, y ante la ausencia en la ciudad de Roma de Calígula, por miedo a faltar a sus órdenes fueron estrangulados y lanzados a las gemonías.
Dos casos destacables de ejecutados por este método
De los personajes más famosos que hallaron muerte en este lugar están el prefecto del pretorio Sejano en 31 d.C. y el emperador Vitelio en 69 d.C.
Lucius Aelius Seianus
En el año 31 d.C., el prefecto del pretorio Sejano fue asesinado y expuesto a la infamia en las gemonías. Dion Casio (LVIII, 11) nos cuenta que Sejano fue llevado encadenado y golpeado por la ciudad recibiendo el escarnio público con burlas e insultos de la plebe hasta la cárcel. Sus efigies fueron destrozadas con tal saña como si fuera al propio Sejano al que maltrataban. Mientras Sejano estaba encarcelado, el senado se reunió en el Templo de Concordia junto a la cárcel, y ante el furor de la plebe y la ausencia de pretorianos lo condenaron a muerte. Tras esta sentencia fue estrangulado “XV K(alendas) Nov(embres) Seianus s[trang(ulatus)]” y arrojado a las Gemonías el 18 de Octubre del 31 d.C. según la cronología otorgada por los Fasti Ostienses[5] (CIL XIV, 244) y allí la plebe se ensañó con su cadáver durante tres días completos. Después de ello su cuerpo fue arrastrado y arrojado al río. Una versión satírica de la muerte de Sejano nos la ofrece Juvenal (Sat. X, 54-72):
“A algunos los precipita un poder sometido a grandes envidias, les hunde la larga página de sus importantes títulos. ¡Cómo caen las estatuas que siguen la cuerda! Luego los hachazos trocean las mismas ruedas y la chusma quiebra las piernas a los inocentes caballos. El fuego ya chisporrotea, y al soplo de los fuelles se abrasa en la fragua la cabeza, hasta ahora reverenciada por el pueblo; el imponente Seyano revienta, y de este rostro, que era el segundo en todo el orbe, salen jarras, calderas, sartenes y orinales. Tú cuelga laureles en tu casa y conduce al Capitolio un buey grande y espolvoreado con creta; a Seyano, le arrastran con un gancho, para ser expuesto. Todo el mundo está de enhorabuena: «¡Vaya morros! ¡Y qué facha tenía! Puedes creerme; este hombre jamás fue de mi agrado. Pero, ¿qué crimen le ha derribado? ¿Quién le ha delatado? ¿De qué pruebas, de qué testigos se ha valido?». «Nada de eso: ha llegado de Capri una carta prolija y elocuente». «Bien, ya no te pregunto más».”
Posteriormente, una semana después sus hijos[6] sufrieron el mismo desgraciado destino. La peor parte la sufrió la hija de Sejano que aún virgen fue violada por el verdugo mientras la estrangulaba con una cuerda y posteriormente fue arrojada a las Gemonías (Dion Casio, LVIII, 11, 5; Tácito, Ann., VI, 9,13). Apicata, la mujer de Sejano al ver los cadáveres de sus hijos sobre las Gemonías se suicidó “Apicata Seiani se occidit”.
Aulus Vitelius
Por su parte la muerte de Vitelio nos ofrece una versión distinta a todos los relatos ofrecidos hasta el momento. Su muerte fue más agonizante y deshonrosa, si ya de por sí no lo era en el proceso expuesto hasta ahora. Según nos cuenta autores como (Suetonio, Vit. XVI), Orosio (VII, 8-9) una vez derrotado por los ejércitos de Vespasiano lo arrastraron por toda la vía sacra, atado, con un lazo al cuello y recibiendo vejaciones de todo tipo del populacho hasta ser arrojado a las Gemonías donde lo cosieron a finas puñaladas para prolongar su agonía y después lo arrastraron con un garfio su cuerpo hasta el Tíber.
“Posteriormente, privado de su ejército, que se pasó a la causa de Vespasiano; vergonzosamente sacado de una celda cercana al palacio en la que, asustado ante la aproximación de los ya enemigos, se había escondido; conducido al foro mientras todos, sin excepción, le arrojaban estiércol a la cara cuando era llevado desnudo por la vía Sacra; desgarrado cerca de las escaleras Gemonías por los innumerables pinchazos de golpes no muy fuertes, y sacado de allí con un garfio y arrojado por fin al Tíber a los ocho meses de haber subido al trono, se vio privado incluso de la sepultura común a todos los hombres.”
Por su parte, el relato de Tácito (Hist., III, 84, 85) es todavía más humillante pues no dice que a Vitelio lo obligaban con la punta de la espada a levantar la mirada mientras veía como sus propias estatuas eran derrumbadas, y al lugar donde unos meses antes Galba había sido asesinado. Finalmente Tácito nos señala que la muchedumbre se ensañó con su cadáver con extrema violencia. Según Tácito sus últimas palabras fueron: “Y aun así yo fui una vez vuestro emperador”. Así, Vitelio había corrido la misma suerte de un tal Sabino que bajo instigación de la plebe fue torturado, despezado y decapitado arrastrando su cadáver desmembrado a las gemonías.
Conclusiones
En conclusión, tras todo lo expuesto podemos concluir que las ejecuciones en las Gemonías se daban por intervenciones populares – caso de Sejano y Sabino – o por gestos políticos para dar un ejemplo de castigo público – Vitelio – . Por otra parte se trataban de actos con aroma a ilegalidad desde la óptica jurídica (Digesto, XLVIII, 24, 1; XLVIII, 24, 3). Así, por ejemplo Dion Casio (LVIII, 1,3) nos cita el caso de un hombre que acusado de delator fue encarcelado y murió sin ser juzgado en las Gemonías.
Por otra parte, es bastante probable que el escarnio de los cadáveres en las Gemonías tuviera un marcado contexto ritual. No bastaba con asesinar al reo, sino que era necesario su escarnio público mediante un procedimiento atroz de mutilación y exposición pública por días donde el cadáver era devorado por los animales carroñeros. Un horror que acababa con un garfio arrastrando su cádaver al Tíber, y por tanto, se prohibía de esta forma la entrega de sus restos a sus familiares para que les dieran sepultura.
Por último, los testimonios de Catulo y Ovidio nos podrían remontar la existencia de este suplicio a época republicana, y por ende, quien sabe si también a épocas más antiguas.
Bibliografía
- Jordan H., Topographie der Stadt Rom im Alterthum . 2 vols. in 4. Berlin 1871-1907.
- Platner, S. B. y Ashby, T., A Topographical Dictionary of Ancient Rome. Londres: Oxford University Press. 1929
- Schulze, W., Zur Geschichte lateinischer Eigennamen. Berlín: Weimannsche. 1933
- Rabinovich-Berkman, R.D., La escalinata de los lamentos ¿evidencias de suplicios rituales en Roma? (a partir de sendos poemas de Catulo y Ovidio). 2014. Consultado en: https://nanopdf.com/download/para-entender-un-poco-mas-la-adhesion-que_pdf# Rodocanachi, E. P., Le Capitole romain antique et moderne. París: Hachette. 1905.
Fuentes clásicas
- Cátulo, Poemas.Introducción, traducción y notas de Arturo Soler Ruiz. Madrid: Editorial Gredos. 2000
- Dion Casio, Historia Romana. Libro LVIII. Traducción y notas de Juan Manuel Cortés Copete. Madrid: Editorial Gredos. 2011.
- Juvenal, Sátiras. Libro X. Introducciones generales de Manuel Balasch y Miquel Dolç. Introducciones particulares, traducción y notas de Manuel Balasch. Madrid Editorial Gredos. 1991.
- Orosio, Historias. Traducción y notas de Eustaquio Sánchez Salor. Madrid: Editorial Gredos. 1982.
- Ovidio, Fastos. Introducción y notas de Bartolomé Segura Ramos. Madrid: Editorial Gredos. 1988.
- Ovidio, Ibis. Disponible en: https://es.scribd.com/document/271933778/Ovidio-Ibis
- Suetonio, Vida de los doce Césares. Introducción general de Antonio Ramírez de Veger. Traducción de Rosa Mª Acudo Cubas. Madrid Editorial Gredos. 1992.
- Tácito, Annales. Introducción, traducción y notas de José L. Moralejo. Madrid: Editorial Gredos. 1979.
- Tácito, Historias. Traducción de Joaquín Soler Franco. Institución Fernando el Católico (CSIC). Zaragoza. 2015.
- Valerio Máximo, Hechos y dichos memorables. Introducción, traducción y notas de Santiago López Moreda, Mª Luisa Harto Trujillo y Joaquín Villalba Alvarez. Madrid: Editorial Gredos. 2003.
[1] Esta es la única mención en las fuentes a las scalae tarquitiae.
[2] Cominio según las fuentes fue un delator que acusó de maiestate a G. Cornelio, tribuno de la plebe en el año 28 d.C.
[3] Tácito (Ann. IV, 68-70) nos cuenta el motivo de la acusación por medio de una trampa orquestada en su contra. El motivo que nos remite es su amistad con Germánico.
[4] Agripina había sido desterrada en el año 29 d.C. por orden de Tiberio a la isla Pandataria. Su muerte según nos cuenta Tácito aconteció el 18 de Octubre del 33 d.C., misma fecha que dos años antes había sido asesinado Sejano.
[5] Calendario de magistrados romanos y eventos importantes acontecidos desde el 49 a.C. hasta el 175 d.C.
[6] Según nos cuenta Tácito, Sejano tenía dos hijos, un chico llamado Estrabón Sejano y una chica Iunilla Sejana. Ambos fueron encarcelados y posteriormente ejecutados y lanzados a las Gemonías.