I. Consideraciones previas
Antes de entrar en materia, deberíamos hacer un planteamiento rápido de cuál era la situación del territorio de Egipto antes de Narmer. Veremos, de una forma breve, conceptos de índole geográfica, meteorológica y arqueológica, ya que gran parte de la materia que vamos a tratar se encuentra en un mundo prehistórico que no conoce la escritura. Por este motivo, dependemos en gran medida de la arqueología.
En primer lugar, hay que tener claro el concepto geográfico en el que nos movemos, así como donde se van situando los principales núcleos de población que serán decisivos en el desarrollo de la historia de Egipto tal y como la conocemos. Quizás la idea más importante de todas es que estamos ante una civilización que se da dentro de los límites geográficos del Nilo, y que nunca nadie saldrá de estos límites salvo en el Reino Nuevo donde podemos hablar incluso de una mentalidad imperialista. En palabras de Félix García refiriéndose al Reino Nuevo (1553-1077 a.C.): “el poderío egipcio llega a su cenit, se crea un imperio en Asia y Nubia[1], se consolida una ideología imperial y se produce una gran transformación socioeconómica(…)” (García Morá, 2018). El siguiente mapa debe servir para centrar el marco geográfico en el que nos movemos cuando hablamos del Egipto en la antigüedad.
Es totalmente inconcebible que la cultura egipcia de la antigüedad se desplazara al oeste, puesto que topa de lleno con el desierto de Libia, que actuará como barrera natural y que se extendía prácticamente hasta el océano atlántico. Hacia el este, el desierto y el Mar Rojo también planteaban problemas importantes en cuanto al tránsito de pueblos se refiere. En palabras de Antonio Pérez Largacha se desarrolla una especie de aislacionismo que sin ninguna duda limitó los contactos con otras culturas, además del tránsito de ideas y del desarrollo cultural, económico y tecnológico. (Pérez Largacha, 2006).
Este concepto, que a priori nos puede parecer algo no demasiado importante es el factor sobre el que sustenta todo el desarrollo del antiguo Egipto. Me parece bastante oportuno hacer referencia al autor Gonzalo Bravo: “el Nilo, discurriendo entre desiertos naturales, era considerado un “don” de los Dioses que permitía fertilizar las tierras a ambos lados de su cauce” (Bravo Castañeda, 1994). Gracias al Nilo se pudo desarrollar una primera agricultura que permitió el desarrollo de los distintos pueblos que aquí nacieron. No obstante, estos primeros pobladores no llegaron allí porque estuvieran muy desarrollados, y quisieran establecer una agricultura; estos llegaron al Nilo de una forma totalmente fortuita. Se tiene constancia de distintos pueblos nómadas que subsistían como podían buscando oasis en el desierto de Libia, oasis cada vez más inexistentes debido al cambio climático que había desertizado toda esa zona. Estos pueblos poco a poco estaban siendo empujados al valle del Nilo, poblados como por ejemplo el de Nabta, en la baja Nubia. En palabras de Félix García Morá (2018): “El Nilo fue, aunque no lo parezca, un refugio, no un reclamo”.
II. Primeras culturas. ¿Cómo surgen las poblaciones en el Valle del Nilo?
Una vez hemos hablado de las condiciones meteorológicas y geográficas, podemos explicar cómo se da el salto al neolítico. Cronológicamente nos situamos en el paso del paleolítico al mesolítico[2] egipcio (8000 a.C.), donde tenemos unas poblaciones nómadas que deambulaban en los alrededores del Nilo, no con intenciones de asentarse, sino para dar de beber a sus animales y recoger los frutos de los vegetales que allí crecían. En este momento, el clima de Egipto era muy lluvioso, donde las crecidas del Nilo eran incontrolables, es decir; no se daban las condiciones para que estas poblaciones se asentaran allí permanentemente.
El factor clave está en que llega un momento donde estas precipitaciones descienden enormemente, lo que permite que ahora ya sí se pueda desarrollar aquí una agricultura. Cabe destacar que esto, al igual que todo en la historia, no es un proceso que se dé de la noche a la mañana, de hecho, el neolítico en Egipto llega muy tarde, porque hasta que no hubo un descenso de las precipitaciones, instalarse allí de forma sedentaria era inviable[3]. Nadie se acuesta un día viendo como diluvia y se levanta al día siguiente viendo que ya no llueve tanto y se pone a plantar cereal. Será en el mesolítico, que se produce entre el 8000 y el 5200, cuando entra en juego quizás dos de los conceptos más importantes en cuanto al estudio de la prehistoria se refiere: revolución neolítica y revolución urbana, de Gordon Childe.
“(refiriéndose al Neolítico) en este periodo, fue tal la aceleración temporal en la puesta a punto de las técnicas de producción de alimentos, en sustitución del simple aprovechamiento de los recursos naturales (caza-recolección) que G. Childe acuñó el concepto de Revolución neolítica: en pocos miles de años se consiguen logros excepcionales. Sobre esa base neolítica se desarrolló la segunda gran revolución de Childe, la revolución urbana: aparición de sociedades complejas basadas en el modelo de la ciudad”.
(García Mora, 2018)
Haciendo un mayor repaso de cómo se produce esta revolución neolítica, como venía diciendo, es inexistente hasta el notable descenso de la pluviosidad general que se produce en el mesolítico. Es en este momento cuando encontramos distintas culturas que empujadas por el avance del desierto se van asentando tanto en el Bajo como en el Alto Egipto. Insisto en la importancia del término “revolución neolítica”. Es algo que lo cambia todo. Me parece bastante oportuno evocar las palabras de Gonzalo Bravo: “Procesos como el paso del nomadismo a la sedentarización, la configuración de las primeras comunidades agrícolas e incluso el cambio del régimen tribal o de aldea al de ciudad son elementos asimismo claves en lo que se conoce como “revolución neolítica” (Bravo Castañeda, 1994).
Dicho esto, podemos decir, a modo de síntesis, que Egipto llega al neolítico gracias a que se produce un enrome descenso en la pluviometría, lo cual ayuda a controlar un poco el caudal del Nilo y permite el cultivo, al mismo tiempo que la desertización del desierto de Libia hace que las tribus de cazadores-recolectores que tradicionalmente se habían estado moviendo por esa zona se vean empujados de alguna manera al valle del Nilo, de tal forma que por las nuevas condiciones climáticas de esa zona, jamás pudiera volver a ser habitable.
¿Cuáles o quiénes son esos pueblos o esas personas que empujadas por el cambio climático llegan a Egipto? Son muchas culturas diferentes. Lo más importante de estas migraciones es el componente heterogéneo que darán a lo que algunos siglos más tarde serán, primero, la unificación de Egipto, y después la configuración del estado faraónico. Son numerosas las distintas culturas que la arqueología ha encontrado a lo largo del valle del Nilo. Es muy importante que nos olvidemos de la idea de Egipto como país unificado, pues en este momento solo hay distintas culturas, unas que se desarrollan en el alto Egipto y otras en el Bajo Egipto, como vemos en la ilustración de arriba.
Los conceptos de Alto y Bajo Egipto tampoco son unidades políticas, sino conceptos meramente geográficos. Mientras que en alto Egipto encontramos culturas como la badariense (4500-3900/3800), sin lugar a dudas de las más importantes, mientras que en el bajo encontramos culturas como la de Merimdé (5900-5750), al Fayum B (5400-5000) o al Fayum A (4700-4100). Cabe destacar que una cultura arqueológica se produce cuando encontramos en distintos yacimientos los mismos rasgos, por ejemplo, la misma cerámica, la misma tecnología agrícola y ganadera…
Podríamos hablar largo y tendido de estas culturas, pero me permitiré el lujo de pasar directamente a la más importante de todas, la más desarrollada y bajo la cual se unifica Egipto: Naqada. La cultura de Naqada es la heredera de la cultura badariense, una cultura donde, aunque se conocía la agricultura primaba la economía de cazadores-recolectores y que, como decía, será sustituida por la cultura de Naqada en torno al IV milenio. La cultura de Naqada tendrá tres fases; Naqada I o amaratiense, naqada II o gerzense y naqada III o semainiense; grupos procedentes del Sahara que absorben la cultura badariense.
En cuanto a la cultura de Naqada I, quizás lo más importante a destacar sea el gran desarrollo en el campo agrícola. Recordemos que Naqada I es el sustituto más directo de la cultura badariense donde, aunque sí que conocían la agricultura aún era una sociedad más de cazadores-recolectores que de agricultores. Pues bien, en este contexto, aunque la gente de Naqada I aún no ha aprendido a controlar las crecidas del Nilo, sí que ha aprendido a aprovecharse de ellas realizando las primeras obras de irrigación, dejando claro que ya son un pueblo plenamente sedentario donde la revolución neolítica ha tenido un auténtico triunfo. Otro factor, a mi juicio muy importante de Naqada I, es su industria lítica. Es, sin duda, gracias a distintas tablas y paletas que sabemos mucho del Egipto predinástico, pues ya en Naqada I tenemos las primeras paletas elaboradas con piedras duras y con figurillas de hueso y marfil. En cuanto a su cerámica, tenemos ya una cerámica pintada con figuras de humanos y animales que completan distintos ajuares funerarios.
Hablando de los enterramientos en Naqada I, me parece importante hablar de sus enterramientos. Una vez más, vemos esa tradición badariense, puesto que los enterramientos de esta cultura pese a que son más sofisticados, tienen una clara tendencia badariense (Morá García, 2018). Vemos en los cementerios propios de esta cultura, Naqada-T y Abidos U, enterramientos rectangulares, con ligeras inhumaciones. En este momento es cuando vemos también una ligera diferenciación social que ya va haciéndose hueco en las sociedades del predinástico, que tienen su origen en el naqada I pero que se acentuará enormemente durante la cultura de Naqada II. Prueba de ello es por ejemplo el vaso de la tumba U-415, el cual tiene una iconografía de líderes y jerarquía. Quizás otra tumba a destacar sea la de Hierakómpolis 6, donde encontramos ricos ajuares. Tampoco se nos puede olvidar algo para mi importantísimo y es que “en la ciudad de Armant se encontró un fragmento cerámico con la primera representación de la corona roja, el posterior símbolo del poder en el bajo Egipto” (Pérez Largacha, 2006).
Lo más importante a destacar de la cultura de Naqada II es que se sientan los orígenes del gran proceso de unificación que tendrá lugar más adelante, pero es muy importante reseñar que ya, poco a poco hay una uniformidad cultural en todo el Alto Egipto, es decir; con extremo cuidado, podemos dejar de hablar de que en el alto Egipto haya distintas culturas, sino que hay distintos pueblos y ciudades, pero con una serie de componentes comunes. No se entendería esto sin el gran desarrollo económico y político que se produce gracias a la gran curva del Nilo. ¿Por qué ahí y no en otro lugar? Porque en esta zona del río, es la más sencilla para comunicarse con el mar rojo, además de la riqueza minera que aquí había. También podemos añadir que era la zona más sencilla y rápida para el transporte de mercancías y otros materiales que permiten un desarrollo tan grande.
Tanto es así que será en esta zona donde surjan distintas ciudades que luego serán importantes y donde se perfeccionen y desarrollen completamente aquellas que surgieron durante Naqada I. Es en este momento cuando podemos hablar por primera vez en la historia de Egipto de “estructuras socioeconómicas y politicorreligiosas incipientes, y en algún punto evidentes, por ejemplo el gigante de Coptos como primigenia representación del Dios Min” (Morá García, 2018). Es más que evidente que surge una unificación (todavía solo cultural) en torno a núcleos como Coptos, Hierakómpolis, Naqada y Abidos. Son núcleos que experimentan un gran desarrollo minero, obteniendo recursos de cobre y oro, y que además intensifican las relaciones comerciales con Asia exportando aún más materiales preciosos.
En cuanto a los enterramientos, se desarrollan también aún más, potenciando esa diferenciación social que ya se dejaba entrever en el Naqada I. El mejor ejemplo es la tumba de los 100 de Hierakómpolis, donde vemos unos enterramientos dedicados a la élite, y otros enterramientos comunes. Prueba de los enterramientos dedicados a la élite es que “en sus paredes se representan una serie de escenas en las que está ya presente la proporción jerárquica de “rey” venciendo a tres enemigos, un culto a Dios y la posible realización de una fiesta Sed[4]” (Pérez Largacha, 2006). Lo más importante y lo que no se nos puede olvidar es que en este momento, “surgen unos líderes que en sus actitudes e iconografía anticipan símbolos de poder que serán característicos del Egipto faraónico” (Pérez Largacha, 2006). Cabe destacar que, en cuanto a la explicación de este desarrollo se refiere, hay distintas teorías que apoyan o complementan a la explicación geográfica de la curva del Nilo de la que hablaba antes.
La más común hasta hace pocos años era que llegó a Egipto proveniente de Mesopotamia una especie de “raza dinástica” que llevaría a Egipto los avances que ya se tenían allí en la cultura de Uruk, cultura que empezó su revolución neolítica mucho antes que la de Egipto bajo la cultura de Ubaid y que podría llevar hasta las tierras faraónicas sus avances. Los líderes de Egipto usarían esto para llegar al poder y fundar las bases de un estado consolidado. El motivo para pensar esto es las influencias mesopotámicas en los mangos de los cuchillos y las paletas del predinástico, así como también la aparición de cilindros de sellos. Estas influencias se entienden en el contexto de una arqueología puramente difusionista. (Pérez Largacha, 2006). No obstante, esta teoría se rechazó porque en los últimos años, en las excavaciones realizadas en Abidos o Hierakómpolis, se ha podido comprobar que en este momento el clima se hace más seco, las precipitaciones descienden considerablemente y con ella las crecidas del Nilo.
Esto generó un clima de violencia y desorden ante la falta de recursos que pudo hacer que la gente buscara refugiarse en líderes que intentaran conseguir su bienestar, al mismo tiempo que las personas fueron empujadas a vivir en otras tierras donde fuera más fácil la supervivencia. Esto explicaría la formación ya de las ciudades de las que hablábamos antes en torno a la curva del Nilo, y de ahí también entendemos que las ciudades se formen aquí, donde las transacciones comerciales de productos eran más sencillas por la propia geografía de esta parte del río y por ser el contacto más directo y sencillo con el mar Rojo. “el deseo de controlar las rutas comerciales y la necesidad de ir construyendo una ideología en torno a unos líderes son factores que parecen tener especial incidencia” (Pérez Largacha, 2006).
Por último, veo importante destacar la aparición en algunas tumbas ya considerablemente grandes de etiquetas en los ajuares funerarios que son la evidencia más antigua de escritura en Egipto, o también imágenes del famoso cetro heqa localizado en la tumba U-547 (Morá García, 2018).
Llegando ya a la parte final de este artículo podemos hablar por fin de la cultura de Naqada III, el origen más directo del mundo faraónico, del Egipto de las momias, los faraones y las pirámides que en ocasiones hemos visto en las películas ya sea con mayor o menor acierto histórico. Es en este momento cuando podemos hablar ya de uniformidad en la civilización egipcia, que en este momento va desde la primera catarata hasta el mediterráneo.
Este periodo, donde las dos tierras (ese Alto y Bajo Egipto) ya están unificadas puede llamarse también como etapa pretinita o dinastía 0. Ya podemos hablar de dinastías, aunque sea una dinastía 0 un tanto desconocida, pero dinastía, al fin y al cabo, lo que conlleva con un estado consolidado y un rey para todo ese nuevo estado; el faraón. Por fin ya podemos hablar de faraones, que aparecen en este momento. Cabe destacar que esta no es una unificación pacífica. Fue una unificación mediante el uso de la violencia, una unificación “modelo Bismarck, a sangre y fuego” como diría el profesor Félix García. Fue el alto Egipto quien absorbe al bajo. Esto tiene una explicación, y es que como veníamos diciendo se debe al desarrollo económico de ciertas ciudades que se desarrollan en la curva del Nilo.
Se cree que las ciudades de Tinis, Abidos y Hierakómpolis, situada en esa curva del Nilo, fueron las primeras que consiguieron acumular un poder regional “por razones económicas, excelente ubicación para el flujo y la comercialización de los recursos africanos y los del mar rojo-mediterráneo” (Morá García, 2018). Es en estas ciudades donde se genera una poderosa élite que progresivamente aumentan sus grupos y espacio de influencia y, además, demandan todo tipo de productos. Son como distintos reyezuelos que han hechos de estas ciudades “reinos” y que necesitan de una organización para no solo asegurar sino además mantener sus riquezas ante posibles ataques exteriores o ante otro tipo de amenazas (recordemos que en este momento hay un gran clima de sequía y los productos agrícolas escasean).
Los tres reinos que surgen son Naqada, Hierakómpolis y Tinis (cerca de Abidos). Se cree que estas tres ciudades deciden unirse bajo el mandato de un solo rey, haciendo que en Tinis surjan las dos primeras dinastías bajo el nombre de dinastía o imperio tinita. Desde la unión de estas tres ciudades se consigue colonizar todo el valle del Nilo, como decía antes mediante la violencia más cruenta.
III. Proceso de unificación. El Egipto del Rey Escorpion y Narmer
Con este proceso, que empieza con la unión de Tinis, Hierakómpolis y Naqada, y que termina con la unificación de todo el valle del Nilo desde la primera catarata hasta el Mediterráneo, se abandona naqada III y se da paso a la dinastía 0. No obstante hay algunos autores que sitúan la dinastía 0 dentro del naqada III, afirmando que lo que viene justo después es ya la primera dinastía, dentro del imperio tinita[5].
Gracias a la información que nos ha revelado el registro arqueológico y gracias a la información obtenida con las distintas paletas, podemos afirmar que la unificación se produce por motivos económicos (mayor control de los recursos agrícolas y recursos exóticos), política (nadie preguntó a las otras culturas y pueblos del valle de Egipto si querían unirse a las tres ciudades, simplemente una fuerza superior las sometió y luego las trató a todas como una misma entidad política y religiosa bajo el mandato y el resguardo del faraón) y religiosa, quizá lo más llamativo, puesto que la unificación se hace sobre tierras con culturas muy heterogéneas entre sí.
Había muchos dioses y cultos diferentes, por lo que el faraón, rey de las dos tierras, se presenta como el «dios en la Tierra», una deidad en común para todas las culturas unificadas. Todas las culturas eran politeístas, pero sí que es cierto que cada una tenía un dios por encima de los demás. Ahora ese dios será, para todo el mundo, Horus, el dios que representa el faraón. Por lo tanto, había un objetivo claro: había que convencer a todo el mundo que había sido obligado a unirse a un estado que tenía motivos para pertenecer a ese estado, como si los Dioses se lo hubieran indicado.
Los primeros faraones de la dinastía 0, necesitaban bañarse de ese componente religioso que realmente fue un componente político, la excusa perfecta para decirle a todo el mundo que tenían algo en común por lo que no solo necesitaban, sino que además tenían que unirse todos juntos. Al final la clave está en que a mediados del S.XXXI a.C. el valle del Nilo; Egipto, ya no tiene muchos reyezuelos, sino un faraón endiosado que reina a todo el mundo.
Es en este contexto donde entra en juego Narmer o Menes, como queramos llamarlo. Narmer (como nos referiremos a él) es uno de esos faraones que buscan endiosarse de la dinastía 0. Hay algunos historiadores que lo incluyen ya en la etapa dinástica dentro de la dinastía 1, como primer faraón de esta dinastía. No obstante, en este debate se ha llegado a la conclusión de que Narmer es el “faraón bisagra” entre el periodo predinástico[6] y la dinastía 1 y, por tanto, el mundo dinástico[7].
Se tiene el nombre de algunos faraones de esta dinastía 0, como por ejemplo “el Rey Escorpión”. Realmente, los dos nombres que se tienen de faraones de la dinastía 0 son el rey Escorpión y Narmer, siendo este último como bisagra entre dos mundos. Podríamos decir que el Rey Escorpión es, digamos, quien tiene que ingeniárselas para convencer a todo el mundo de que es la representación en la tierra y Narmer llega a faraón con esta idea algo más asumida con respecto al Rey Escorpión.
Se sabe que además de estas dos figuras hubo otras más, puesto que en Naqada III por ejemplo ya surgen las primeras tumbas propiamente reales donde hay símbolos de realeza.
“Los propios registros egipcios reconocen la existencia de gobernantes anteriores a Narmer (los seguidores de Horus), cuya realidad (siempre compleja y difusa) con nombres de símbolos claramente reales que se encuentran diseminados por necrópolis y tumbas de este periodo. Cabe destacar los cementerios U y B de Abidos (…)”.
(García Mora, 2018)
En conclusión, y como idea final, me gustaría destacar a esas personalidades como el Rey Escorpión y como Narmer que fueron, sin duda, los que asentaron las bases de lo que hoy para nosotros es el misterioso Egipto, esa civilización de momias, pirámides, faraones, plagas y hebreos, y en los casos más desinformados incluso alienígenas. Gracias a ellos se asienta las bases del estado faraónico durante la dinastía 1, donde se construye un estado que, con sus mejores y peores momentos, perdurará 3000 años, siendo admirada por todos los que pasaban por allí y llamando la atención de todo tipo de pueblos, generando numerosas leyendas y secretos.
Para acabar, rescato las palabras de Gonzalo Bravo Castañeda: “lo cierto es que este proceso de reunificación fue largo, de unos cuatrocientos años, por lo que hasta su término no se consolido la realiza egipcia”. (Bravo Castañeda, 1994) Nada en la historia se hace de la noche a la mañana, y un proceso tan complejo como la unificación de las dos tierras mucho menos.
Bibliografía
- Bravo Castañeda, G. (1994). Historia del mundo antiguo, una introducción crítica. Madrid: Alianza editorial.
- García Mora, F. (2018). Atlas de historia antigua volumen II: El Antiguo Egipto. Madrid: Síntesis.
- Pérez Largacha, A. (2006). Historia antigua de Egipto y del próximo oriente. Madrid: Akal.
- Sanmartín, J. & Serrano, J.M. (1998), Historia Antigua del Próximo Oriente: Mesopotamia y Egipto. Akal.
- Serrano Delgado, J.M. (2021), Textos para la Historia del Antiguo Egipto. Cátedra.
- Shaw, I. (2000), Historia del Antiguo Egipto. Oxford.
[1] Región situada al sur de la actual Egipto y al norte de Sudán.
[2] Etapa de transición entre el paleolítico y el neolítico.
[3] En Mesopotamia el mesolítico comienza en el 12000 y el neolítico en el 10000
[4] Festividad muy importante en el mundo egipcio.
[5] Con imperio no me refiero a que estos primeros faraones conquistaran un imperio, sino el concepto con el que se denomina las dos primeras dinastías de la historia antigua de Egipto surgidas en la ciudad de Tinis y enterradas en el cementerio de dicha ciudad; Abidos.
[6] Todo lo que sucede antes de la dinastía 0.
[7] Todo lo que sucede después de la dinastía 0.
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