El choque de dos potencias navales
El enfrentamiento entre la Regia Marina Italiana y la Royal Navy del Imperio Británico supuso el fin del reinado de los acorazados a favor de los portaaviones. Resulto ser el mayor desastre naval de la historia de Italia que a día de hoy se mira con mucho recelo y vergüenza, la Batalla del Cabo de Matapán.
Muchos menosprecian el ejército italiano como un ejército de lo más regular sin tener en cuenta que el Estado Italiano no basaba su fuerza en sus ejércitos, sino en su armada, que se encontraba entre las más poderosas y prestigiosas de toda Europa.
La Regia Marina. El orgullo del nuevo Imperio Romano.
La Regia Marina en el periodo de Entreguerras se basó en una doctrina naval del enfrentamiento de su mayor rival, la armada francesa. Sin embargo, con la rendición de Francia, Italia tendría que enfrentarse a un enemigo con el que nunca soñó enfrentarse, la armada real británica.
La Regia Marina dispuso de las naves más modernas y mejor equipadas de toda la guerra, comparándose con las fantásticas armadas británica y francesa. Su flota dispuso de acorazados potentes, dos de construcción de última generación y otros cuatro retocados con armamento moderno, cruceros pesados y ligeros demasiado rápidos aunque sacrificando su blindaje. Los destructores fueron excelentes naves que hasta el final pusieron en serios problemas a la Royal Navy.
Mussolini y el Alto Mando propuso dos objetivos básicos para su marina: la movilización de la flota principal por todo el Mediterráneo de forma intimidatoria para alejar a la Royal Navy; el segundo objetivo contaba con proteger las rutas de transporte de Libia e Italia, siendo los principales puertos de abastecimiento los de Trípoli y Bengazi que estaban conectados con la costa sur italiana y Albania. En 1941, con la incorporación de Yugoslavia y Grecia al Imperio Romano del Duce, se contó también con proteger el mar Egeo.
Estos dos objetivos tenían serios problemas de cumplirse. El perímetro naval de seguridad del Estado fascista, presentaba el problema de los convoyes en el Norte de África y que las rutas eran mayores en número para las que podía lidiar la armada italiana. Al desperdigar los barcos de sus flotas, Italia las dejaba expuestas a las actividades de la Royal Navy.
La armada italiana no fue construida para dar apoyo a las rutas navales ni para actuar de forma defensiva en el Mediterráneo, sino para lidiar con una batalla decisiva en el que sus acorazados tendrían que destruir las del bando enemigo para destruir de un solo golpe al adversario.
Churchill era consciente de la amenaza de la armada italiana, y por ello puso en marcha la Operación Judgement en noviembre de 1940, que en un ataque aéreo de 21 Fairey Swordfish del portaviones HMS Illustrious, destruyó en Tarento hasta tres acorazados italianos dejando a la Regia Marina sin su mejor baza e igualando las tornas en el Mediterráneo.
La Armada Real Británica. El Leviatán de las aguas.
La Royal Navy estaba compuesta por un conjunto de armadas británicas y las cuatro armadas de los países de la Commonwealth: la Real Marina Australiana de 1901, la Real Marina Canadiense de 1910, la marina de Sudáfrica de 1922, y la Marina Neozelandesa tras la rendición de Holanda de 1940 y que su armada quedase tutelada por los británicos.
La Royal Navy probablemente no gozase de la potencia marítima que tuvo en la Gran Guerra, y jamás la recuperaría tras finalizar la Segunda Guerra Mundial con las grandes pérdidas que tuvo en el conflicto. Los tratados de desmilitarización como el Tratado Naval de Washington de 1922, junto a la Gran Depresión y los recortes del Estado en defensa, provocaron que perdiera un tercio de su flota, además de cancelarse cualquier plan de construcción de nuevos navíos de nueva generación.
Lo gracioso es que estos tratados junto al de Londres de 1935, estaban enfocados a perjudicar las armadas italianas y japonesas, pero ninguno de estos países cumplió el acuerdo, construyendo nuevos y poderosos acorazados en secreto, mientras Reino Unido desguazaba los suyos.
Sin embargo, antes de empezar la guerra, la Royal Navy intentó rearmarse construyendo los nuevos acorazados de clase King George y varios portaaviones que le darían una ventaja importante en las aguas europeas, como el HMS Ark Royal, además de la modernización de los antiguos cruceros y barcos de la Gran Guerra, que ahora contarían con nuevos torpedos, cañones y baterías antiaéreas.
La Royal Navy fue la primera flota armada en la historia que lanzó un ataque empleando portaaviones, al mando del Almirante Cunningham en la Batalla de Tarento, donde los torpederos destruyeron los acorazados italianos más importantes. No obstante, Alemania equilibró la balanza naval con el uso de sus submarinos, acorazados y la conquista de Creta de 1941.
Estos ataques alemanes provocaron serias pérdidas a la Royal Navy en la Batalla del Atlántico nada más empezar la guerra, incluyendo el hundimiento de sus buques insignia como el HMS Hood a manos del Bismarck, o el HMS Prince of Walles y Repulse en el Pacífico a manos de la poderosa Flota Imperial Japonesa. Tan solo la intervención de Estados Unidos en 1942, salvó la supremacía naval aliada en las aguas, que fueron vitales para las invasiones de Norte de África, Italia y Francia en 1942-1944.
La Batalla por el Mare Nostrum
Después de la Rendición de Francia y su ocupación por las fuerzas alemanas, la balanza en los mares pendía de un hilo. Gran parte de la flota francesa consiguió escapar a Reino Unido, en total 13 buques, en los que se contaban dos acorazados, ocho destructores, y tres submarinos que atracaron en los puertos de Plymouth y Portsmouth.
Sin embargo, algunos buques importantes no tuvieron esa suerte, y permanecieron en las bases navales de la Francia de Vichy, el régimen pro-nazi de Petáin que a pesar de que quiso mostrarse neutral, no podría contener las ambiciones de Hitler de emplear a la armada francesa restante para futuras operaciones marítimas, sobre todo cuando la intención del Alto Mando era de invadir Gran Bretaña.
Churchill no quiso jugársela, y llevado por el miedo, atacó a su antiguo aliado bombardeando los puertos en la Batalla de Mers el Kebir en la Operación Catapulta. 19 navíos al mando de Kames Somerville, contando con portaviones como el HMS Ark Royal, destruyeron parte de la Flota Francesa. El Gobierno de Vichy rompió relaciones con Reino Unido, y se acercó más aún a Hitler, proveyéndole armamento, soldados y los pocos buques que le quedaban.
Los ingleses provocaron una matanza, donde a nivel internacional se criticó a Churchill violar el status de un país neutral, que hasta ese momento había sido su aliado. La incursión destruyó tres buques de guerra importantes, y sirvió para que la flota francesa en un futuro no apoyara a la Regia Marina ni a la Krigsmarine. No obstante, Italia seguía siendo un peligro que debía ser eliminado a toda costa.
Planificación de los bandos
La Marina Real Italiana pretendía desplegar velozmente sus fuerzas en el sur de Creta, la llamada “Escuadra Iachino” del almirante Angelo Iachino, donde se encontraban buques como el acorazado Vittorio Veneto y ocho destructores: Grecale, Libeccio, Maestrale, Scirocco, Alpino, Bersagliere, Fuciliere y Granatiere, con apoyo del a División de Cruceros Pesados del vicealmirante Sansonetti, que contaba con el Trento, Trieste y Bolzano, y tres destructores Ascari, Carabiniere y Corazziere.
Un segundo grupo compuesto por la 1º División de Cruceros Pesados, que contaba con los buques más modernos de la flota: el Fiume, Pola y Zara, y cuatro destructores Vittorio, Giosué Carducci, Vicenzo Gioberti y Alfredo Oriani, apoyado por la 8º División de Cruceros Ligeros: los cruceros Abruzzi, Garibaldi y los destructores Pessagno y Nicoloso da Reco.
Los italianos desplegaron entre 27 navíos por el Egeo, donde los oficiales implementaron una serie de normativas de ataque que incumplirían nada más empezar la batalla. La cobertura aérea italiana estaría ausente, un error vital que provocaría un despliegue aéreo enemigo en su contra. Por no hablar del retraso del despliegue del Vittorio Veneto zarpando de Nápoles el 26 de marzo y de la 8º División de Cruceros Pesados del Golfo de Tarento.
El error de no considerar que hubiera portaviones enemigos, infame, pues pensando que al dejar fuera de combate al Ilustriorus, pensaban que la Royal Navy no contaría con un portaviones a tiempo para la batalla. Craso error, pues su gemelo, el HMS Formidable, se presentó en las aguas griegas.
La Royal Navy reunió 29 navíos: 1 portaaviones, 3 acorazados, 7 cruceros (6 británicos y 1 australiano), 17 destructores (15 británicos y 2 australianos), 1 carguero (noruego) y 27 aviones. Por lo que las fuerzas estarían equilibradas, aunque el factor aéreo jugaba a favor de los Aliados.
Hay que mencionar el trabajo excepcional de los espías británicos, ocultando a los alemanes e italianos, la finalización del Formidable, y sin levantar sospechas del despliegue de tres acorazados: el HMS Barham, Valiant y Warspite apoyados por 9 destructores: Greyhound, Griffin, Jervis, Javus, Mohawk, Nubia, Hotspur, Havock y el buque australiano HMAS Stuart en mitad de la noche del 27 de marzo.
Los mandos de Egipto, empleando información alemana gracias al equipo de descodificación de departamento “Ultra”, desveló al almirante Andrew Cunningham el rumbo y destino de la flota italiana, por lo que las fuerzas británicas estaban preparadas momentos antes de que la flota italiana llegara a las aguas de Grecia.
Batalla del Cabo Matapán
Las fuerzas se encontraron en lo que se conoce como Batalla del Guado durante la madrugada del 28 de marzo de 1941. Los italianos no lograron acertar en ninguno de sus torpedos, cuando el HMS Formidable apareció, perdiendo la oportunidad de hundirlo antes de que las fuerzas de ambos bandos se concentraran. La poca información que tenía la Regia Marina sobre las fuerzas británicas, afectaría a la larga en el trascurso de la batalla.
El Formidable realizó un fallido ataque con sus Swordfish al acorazado Vittorio Venetto, donde uno de sus hidroaviones fue derribado por la batería antiaérea matando a sus tres tripulantes. Este sacrificio ayudó a que 4.000 toneladas de agua empaparan los mamparos del Vittorio Venetto, obligando a éste a parar máquinas durante seis minutos.
El 28 de marzo, 15 aviones ingleses del HMS Formidable volvieron a intentar dar caza al acorazado italiano, volviendo a fracasar el ataque. El miedo al portaaviones hizo que la 1ª División de Cruceros Pesados flanquearon los extremos a 10.000 metros de distancia. A las 19:30 horas, la batalla se trasladó cerca del Cabo de Matapán en Grecia, donde 10 torpederos Albacore y Swordfish volvieron atacar al Vittorio Veneto.
La mayoría de torpedos fallaron, pero uno de ellos dio por casualidad al crucero pesado Pola, dañando la sala de máquinas y matando a todos los técnicos y mecánicos del barco, además de inundar las calderas que mantenían en marcha la nave.
El Pola quedó inmovilizado y remolcado por su hermano gemelo, el Fiume, mientras el Almirante Iachino ordenó al resto de su flota continuar hasta un puerto seguro en Italia. La flota de Andrew Cunningham aprovechó para perseguirles gracias a sus radares. No obstante, vieron al Pola remolcado, y pensaron que se trataba de un barco de la Royal Nave, por lo que lo dejaron atrás y los italianos del Pola quedaron aliviados, gracias a que los marineros italianos hicieron señales a 550 metros de distancia que los británicos consideraron como un código de los Aliados.
La batalla continuaría a las 22:30 de la noche. Los británicos detectaron con sus proyectores de luz multitud de barcos italianos a 3.000 metros de distancia. Esta vez, los acorazados ingleses como el Barham, Valiant y el Warpsite, se lanzaron al ataque y dispararon los primeros proyectiles. Los cruceros y destructores formaron a su alrededor en posición de apoyo.
El episodio fue de lo más violento, pues los marineros italianos estaban en cubierta cuando los proyectiles británicos impactaron, volando en pedazos y cuyos restos quedarían esparcidos por los barcos, dejando un paisaje sangriento. La metralla impactó en las torres proeles y los cascos, provocando incendios por las naves y explosiones que hacían saltar por los aires secciones enteras.
Los acorazados británicos destruyeron el Fiume y el Zara a las 2:40 horas del 29 de marzo. El destructor Giousé Carducci comenzó a dar vueltas sobre sí mismo hasta que se hundió. El Vittorio Alfieri también resultó dañado, y para salvarse, la tripulación tuvo que evacuar y hundir el acorazado al amanecer.
El Pola, que se había salvado de milagro, pudo ver que sus cruceros gemelos no corrieron la misma suerte. A distancia pudieron avistar el hundimiento del Fiume y Zara, por lo que optaron por no ayudar a sus marineros por miedo a ser detectados. Los marineros italianos organizaron una fiesta para emborracharse como tapadera mientras auxiliaban a unos pocos camaradas en las aguas. Al no poder moverse por las averías, quedaron a la espera de que algún barco italiano les ayudase.
La suerte no estaría de su lado esta vez, pues el crucero Zara estalló y el fuego iluminó las aguas lo suficiente para que los británicos detectaran el Pola. Por lo que los acorazados aliados se dirigieron a por él. Al quedar rodeados y sin esperanza, la tripulación rindió el barco al destructor HMS Jervis, haciéndose con 258 prisioneros italianos antes de torpedear la nave, hundida por el Nubia a las 4:03 de la madrugada.
El fin de la Regia Marina
La Batalla del Cabo Matapán supuso no solo dejar fuera de juego a la Regia Marina, sino que Italia había regalado el Mediterráneo Oriental a los Aliados comprometiendo las campañas de los Balcanes y Norte de África. La mayoría de italianos que quedaron en las aguas sufrieron una muerte lenta y agónica, pues permanecieron a flote durante todo el día antes de ahogarse. La Royal Navy pudo rescatar hasta 905 supervivientes.
Muchos de estos prisioneros fueron trasladados a Grecia por seis destructores griegos, y en unas pocas semanas, serían liberados por los alemanes cuando invadieron la península en abril del 41. Un hecho curioso fue el telegrama que envió el gobierno italiano a Londres, donde daban las gracias a los británicos por auxiliar a sus marineros en las aguas griegas en tareas de salvamento. No obstante, la cantidad de muertos quedarían a flote durante días enteros y extendiéndose por las costas del Mediterráneo.
El Mando Alemán estaba enfadado con la pésima actuación de su aliado italiano. Que no sólo había comprometido el frente de Grecia y Libia, sino que había sufrido esta derrota con lo mejor de su armada dejando que los británicos pudieran pasearse sin problemas por la parte oriental del Mediterráneo.
Los italianos cometieron muchos errores que les llevaron a la peor derrota naval de su historia. El desarrollo de la contienda, al perder parte de sus mejores buques y sin hundir un solo barco enemigo, hizo que el resto de la Regia Marina quedase resguardada en los puertos italianos, albaneses y griegos, con el miedo en el cuerpo hacia la Royal Navy y cediéndole el control de las aguas. Alemania tuvo que intervenir para equilibrar la balanza o al menos, arreglar de cierto modo este desastre. Hitler confió a Student la Batalla de Creta de Mayo de 1941, donde los paracaidistas alemanes con serias pérdidas, lograron derrotar al ejército británico y arrebatarles un punto estratégico vital para que la armada británica pudiera controlar el Mediterráneo. Esta intervención salvó el desastre del Cabo de Matapán, y volvía a equilibrar las fuerzas en el mediterráneo.
Bibliografía
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