Grecia está de celebración este año, no todos los días «se cumplen» 200 años. El pasado 25 de marzo, numerosos monumentos de todo el mundo se iluminaban con los colores de la bandera helena y en Atenas se rendía homenajes por todos los rincones de la ciudad. Sin duda, celebraciones que cobran un sentido especial en el contexto actual de tensiones políticas con Turquía; el «enemigo» secular de Grecia.
Además, Grecia es uno de esos países que, a palabras del historiador Richard Clogg, «siente de forma extraordinaria el peso de la historia». No resulta raro que el término «Grecia» sea asociado por todo el mundo a la Antigüedad, siendo necesario apellidarlo con «moderno» para aclarar que nos referimos a la Grecia de hoy. Así pues, vamos a ver cómo «nace» dicha Grecia que tanto se celebra hoy de la Revolución Griega.
Contexto previo al estallido revolucionario
A comienzos del siglo XIX, el Imperio Otomano todavía mantenía el control directo sobre los Balcanes; aunque algunos territorios contaban con regímenes autónomos pese al estar dentro del Imperio (véase como ejemplos Moldavia y Valaquia). Las estructuras socioeconómicas estaban muy desfasadas y militarmente había problemas graves que influían en la política (especialmente con los jenízaros, las fuerzas de élite imperiales que se mostraban reacios a cualquier cambio estructural que implicara perder sus privilegios). Así pues, Selim III (1789-1807), Mustafa IV (1807-1808) y Mahmûd II (1808-1839) iniciarían paulatinamente un programa completo de reformas.
Los territorios administrativos dentro del Imperio se dividían en millets (o provincias), articuladas en función de la religión predominante de la zona y dirigida por el líder religioso. Por tanto, la zona de los Balcanes estaría integrada en el millet ortodoxo cuyo principal dirigente era el Patriarca Ecuménico de Constantinopla (Gregorio V / Γρηγόριος Ε΄). Esto daba a los griegos un papel dominante sobre el resto, sobre todo si se destaca a los fanariotas (élite social que vivía en el barrio de Fanar -del faro- en Constantinopla); quienes ocupaban cargos administrativos muy relevantes (traductores, funcionarios o, incluso, como hospodar -gobernadores provinciales-).
No obstante, las ideas de la Ilustración llegaron a los Balcanes junto con la influencia de la Revolución Francesa. En el caso griego, lo que se denominó «Ilustración Griega» se produjo en el siglo XVIII hasta el estallido revolucionario en 1821. Durante este período de tiempo, los grandes intelectuales escribieron obras que pronto sirvieron para definir lo que sería la «nación griega». Escritos geográficos que delimitaban el espacio etnográfico de los griegos (destacar autores como Philippidis, Konstantas, Notaras o Meletios) a partir del clima, la fe y la «raza». Aunque los estudios más importantes se crearon durante la segunda mitad del siglo XVIII, con autores como Fatzeas, Moisiodax o Katartzis; quienes crearon un marco teórico necesario para definir a «la raza griega» y difundirla a través de la educación que impartían en secreto los clérigos ortodoxos. El uso de la Historia fue clave en este proceso, pues se definieron como los herederos naturales de los griegos clásicos y «helenizaron» el período bizantino, del cual procedía su fe (y posteriores ambiciones territoriales).
Este tipo de nacionalismo fue calando entre la sociedad, no sólo la griega, también entre la rumana, serbia, búlgara, entre otras. En cualquier caso, entre finales del XVIII y comienzos del XIX, Rigas Feroes y Adamancio Korais se convirtieron en las dos caras visibles de lo que sería la ideología revolucionaria. El primero escribiría la primera «constitución» liberal (nunca llegó a usarse pero sirvió de modelo para divulgar las ideas que pretendía), muy influenciada por la Revolución Francesa. Desde Viena, se dedicó a imprimir y repartir dicho texto hasta que fue traicionado por el gobierno austrohúngaro y entregado a las fuerzas otomanas para que fuera torturado y ejecutado en 1798. Su muerte le convirtió en el primer mártir de la causa. Korais por su parte, se encargó de potenciar el nacionalismo a partir del lenguaje. Él fue quien introdujo el debate lingüístico entre la cazarevusa (una lengua purificada muy próxima al griego clásico) y el demótico (el griego hablado por la mayoría). La imposición del primero como lengua administrativa y académica ocasionó muchos problemas (patentes hasta casi nuestros días) debido a que la mayoría no era capaz de comprenderlo y estudiarlo. Además, usar el lenguaje como un requisito definitorio de «la raza griega» excluyó a muchísimas personas que hablaban turco.
Con mensaje nacionalista elaborado que había calado entre la sociedad, un Imperio Otomano que no atravesaba su mejor momento y viendo el relativo éxito que tuvo la Revolución Serbia (1804-1817) liderada en primera instancia por Karađorđe Petrović (hasta 1815) y Milos Obrenović (hasta 1817), consiguiendo un régimen de autonomía. Tres burgueses fundaron en 1814, en la ciudad de Odesa, la Φιλική Εταιρεία o Sociedad de Amigos. El objetivo principal era promover el levantamiento armado para alcanzar una independencia plena del Imperio Otomano. De carácter masónico y liberal, estaba conformada por miembros de la burguesía comercial marítima. Es importante destacar que Grecia era una potencia comercial en el Mediterráneo oriental, lo que permitió enriquecerse a la burguesía. De hecho, muchas islas contaban con regímenes autónomos y muchos de los barcos navegaban bajo bandera rusa (Tratado de Kuchuk Kain-ardji, 1774).
La guerra de independencia
La guerra estallaría de forma algo intermitente, puesto que la primera campaña se realizaría en febrero-marzo en los principados de Moldavia y Valaquia; mientras que no sería hasta finales de marzo cuando estalle en la zona continental y Peloponeso. El estallido lo produjo la guerra civil que se estaba produciendo entre Alí Pachá (gobernador de la región griega, asentado en Ioánina) y Mahmûd II (sultán otomano). La población griega y la Sociedad de Amigos malinterpretaron las aspiraciones de Alí Pachá, ya que buscaba independizarse del sultanato pero no por la causa griega; sino por mantener sus intereses comerciales sin la injerencia del Imperio. Aprovechando el desconcierto y la guerra civil, la Sociedad de Amigos instó al levantamiento generalizado en todos los Balcanes. El 6 de marzo de 1821, Alexandros Ypsilandis cruzaba el río Prut y comenzaba la guerra en los principados danubianos de Moldavia y Valaquia con el apoyo de los nacionalistas rumanos liderados por Tudor Vladimirescu.
La campaña danubiana tenía por objetivo provocar lo suficiente al Imperio Otomano como para enviar tropas y violar unas de las cláusulas del Tratado de Bucarest, firmado con los rusos en 1812 tras el final de la guerra ruso-turca de 1806-1812. Con lo que no contaban los insurrectos es que Rusia no solo no fuera a aprobar la Revolución, sino que permitió al Imperio enviar fuerzas para que se ocuparan de ellos. Por tanto, la campaña fracasó estrepitosamente tras la batalla de Drăgășani. Tras esto, Ypsilandi se exilió a Viena y allí fue arrestado hasta casi el final de la Revolución (fue convertido en mártir).
Sin embargo, en la Grecia continental y en el Peloponeso, la cosa era bien distinta. Allí consiguieron levantarse los revolucionarios, siendo bendecida la bandera revolucionaria el 25 de marzo de 1821 por el obispo Germanos en Patras (motivo por el que se conmemora el nacimiento de Grecia ese día). La Iglesia, pese a que la cúpula eclesiástica se opuso a la Revolución, fue un factor importante. De hecho, el patriarcado de Constantinopla era una institución muy corrupta que mantuvo sus privilegios a cambio de mantener la lealtad al Imperio Otomano. Sin embargo, la Revolución fue vista como una traición por parte de los griegos para con el sultanato, por lo que el Patriarca ecuménico Gregorio V fue ejecutado públicamente.
La guerra se dividió en tres fases:
- 1821-1824: se caracterizó por el éxito griego, saliendo los revolucionarios victoriosos de todos sus combates. Muchos de ellos, gracias a que el grueso del ejército se encontraba en guerra contra Alí Pashá. En Europa, lo que se denominó la «Cuestión de Oriente» despertó cierto rechazo por un posible contagio revolucionario por parte de las potencias firmantes del Tratado de Viena (1815). De ahí que Inglaterra, Francia y Rusia apostaran por la no intervención. No obstante, el movimiento filoheleno se posicionó rápidamente a favor de la causa revolucionaria gracias a la propaganda que se emitía (cuadros, periódicos, noticias…) y la concepción que se tenía de Grecia como «cuna de la civilización europea».
- 1824-1826: la guerra llega a un punto muerto tras la derrota de Alí Pashá. Las fuerzas revolucionarias sufren disputas internas graves que desembocan en dos guerras civiles. Esto permite que los refuerzos otomanos procedentes de Egipto de la mano de Ibrahim Pashá y Mehmet Alí. Durante este lapso de tiempo, los territorios son prácticamente recuperados y la revolución pende de un hilo. Sin embargo, las potencias extranjeras cambian su postura de no intervención hacia una «neutralidad» que se traduce en envíos de armas y empréstitos procedentes de Londres.
- 1827-1830: la victoria de la revolución pasaba por el éxito de la diplomacia con las potencias. En este sentido, Inglaterra llevaría la voz cantante y, junto a Rusia y Francia, pasaría definitivamente a la intervención militar. El resultado fue la batalla de Navarino en 1827 donde la flota otomana fue eliminada. Las batallas continuaron pero tras Navarino, el Imperio Otomano no podía hacer frente a las tropas de las potencias; de hecho, Rusia declaró la guerra entre 1828-1829. En un primer momento, se firmó el primer Protocolo de Londres en 1829 junto con el Tratado de Adrianópolis (concluía la guerra de Rusia) y se obligaba al Imperio Otomano a que aceptara la autonomía de Grecia. Esto no gustó a los griegos que sólo aceptarían la independencia total, por lo que se firmó un segundo Protocolo de Londres en 1830 donde se reconocía formalmente la independencia.
Acaba la Revolución Griega. Conclusiones finales
Tras conseguir la independencia, Grecia tuvo que soportar una enorme crisis económica y política que nada ayudó. Las tensiones sociales que se habían producido entre las élites y la burguesía a la hora de establecer la estructura del nuevo Estado. Las Asambleas Nacionales, especialmente la primera celebrada en Epidauro (1821) dio como resultado la Constitución de 1822. Su carácter liberal la colocó a la vanguardia en cuanto a reconocimiento de derechos y libertades pero no pasó de ser «algo temporal» como su nombre oficial indicaba. Además, los «partidos políticos» que fueron apareciendo se posicionaron a favor de los intereses de las potencias protectoras de Grecia: Inglaterra, Rusia y Francia.
Ioannis Kapodistrias, primer ministro de la Grecia independiente desde 1828, fue ministro de Asuntos Exteriores de los zares rusos Alejandro I y Nicolás I; afín pues al partido ruso. Inició importantes reformas en educación, justicia, economía y ejército, además de establecer las bases del nuevo Estado con un corte más personalista enfocado en su persona y dejando de lado las aspiraciones liberales. Él fue el encargado de negociar las fronteras iniciales y quién sería el nuevo monarca. Finalmente, se impuso la opción que plantearon las potencias europeas: Otón Otto Friedrich Ludwig von Wittelsbach conocido como Otón I, príncipe bávaro hijo de Luis I de Baviera. Kapodistrias sería asesinado en 1831 por sus rivales políticos al salir de misa, sumiendo al país en una anarquía solo paliada con la llegada del rey en 1833.
Bibliografía
- Brewer, David (2011). The Greek War of Independence, 1821-1833: the struggle for freedom from Otoman oppression and the birth of the modern Greek nation. Abrams Press.
- Clogg, Richard (2016). Historia de Grecia. Akal.
- Jelavich, Barbara & Jelavich, Charles (2009). The Establishment of the Balkan National States, 1804-1920. University of Washington Press.
- Trikupis, Spyridon (2014). Historia de la Insurrección Griega. Centro de Estudios bizantinos, neogriegos y chipriotas.